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Umberto EcoMe hago Eco de Umberto

La mujer pasó delante de mi mesa de trabajo envuelta en planos y yo en mis textos sobre arquitectura, la silueta de la ciudad. ¿Quién se inscribe para ver en estreno El código Da Vinci? No levanté la cabeza, pero sentí cómo anotaba algunos nombres y los repetía en voz alta. El verbo corría por la sala de los arquitectos, sobre sus mesas, bajo las lámparas de luz blanca. No creo que alguien se haya negado al llamado del filme mediático, a la historia del inefable Dan Brown y su señora Blythe, la investigadora que descifró la historia del best-seller en el libro El enigma sagrado, de Michael Baigent y Richard Leigh. La mujer dijo OK, ya están apuntados para el viernes, y sentí el viento de la puerta detrás de mis hombros. Yo había leído hace unas horas la crítica en el Festival de Cine de Cannes, donde se estrenó el libro. Los críticos pusieron una lápida sobre el filme, su director y la estrella principal y su acompañante. No fue por eso que no me inscribí con la manada, sino por esa costumbre que tiene la gente de usar celulares, comer, mascar, reír y sobre todo hablar durante la presentación. Desde luego en Cannes, la risa, el silencio y el chismorreo no faltó. Pero, me dije, después de Cannes, a otro perro con ese hueso de Dan Brown. Iré otro día.

De la novela me enteré cuando recién salió editada por una rusa, que me llamó muy excitada con sus hallazgos y mil preguntas que me hizo. Ella, nacida en los Urales, ingeniera, agnóstica, se devoraba El código Da Vinci y toda la historia que podía sobre el cristianismo. Y después vino lo del Opus Dei y el best-seller tomó cuerpo y se saltó el limbo, infierno para sentarse en el cielo de los ganadores, con casi 400 millones de dólares en ventas, lo que la gente disfruta y suma como éxito. Un mexicano diría simplemente: Dan, eres un gran chingón. Los escritores serios como el semiótico y autor de la novela El nombre de la rosa, el italiano Umberto Eco, le diría: hijo de la chingada. Algo parecido le dijo cuando Dan Brown lo citó para conversar en la localidad toscana de Vinci. Eco no sólo rechazó la invitación, sino le acusó de intrigante y de enriquecerse con material de descarte.

En sus declaraciones al diario italiano La Repubblica, Umberto Eco reiteró que era un intrigante y que además se dedicaba a propagar informaciones falsas. Probablemente sean las palabras más duras sobre el autor de El código Da Vinci de un escritor de la reputación universal de Umberto Eco, quien le dio una estocada final al inefable Dan Brown con estas palabras: “Ni muerto. Viajaré a Vinci en alguna otra ocasión, cuando esté allí un verdadero escritor”.