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Diario de vida/Diario de muerte/Diario de poesía

En la perfección de las alas
vuela la muerte
El cuerpo asciende
en silencio
un último peldaño
Aire o tierra,
polvo, polvo.

Rolando Gabrielli

No me digan que todo esto me pasa sólo por fumar

En esa foto, en blanco y negro, estoy con Gonzalo Millán una mañana de septiembre de 1973 en Santiago, en las proximidades del Palacio de La Moneda, sede, oficina de los presidentes de Chile, que días más tarde, un 11 de septiembre de 1973, sería bombardeado por la aviación chilena, con el propósito de intimidar al presidente Salvador Allende para que renunciara. Mañana tibia en las postrimerías del invierno y a unos pasos de la primavera más violentada de la historia de Chile. Este es un paréntesis, Gonzalo Millán murió el 14 de octubre del 2006, y tengo desde hace unos días en mis manos su libro póstumo, Veneno de escorpión azul, escrito durante los últimos cinco meses de su vida, como un Diario terminal, final, mortal, lleno de Vida y Poesía. Un registro cuerpo a cuerpo, palabra a palabra, de su lucha frente al cáncer pulmonar. Hace unos días, este libro recibió el Premio Ensayo Altazor. Su edición se la debemos a su mujer María Inés Zaldívar, quien seleccionó las anotaciones hechas a mano y fechadas por Gonzalo día a día en pequeños cuadernos. (Sabes amor que aunque me pierda / (en la multitud y no vuelva) no me alejo de ti. Estaré hoy contigo / en tu memoria / hasta que pierdas la memoria).

La noticia de su enfermedad en el entorno familiar, Millán la compara con el impacto de “un asteroide caído en Yucatán”, México, en la tierra de los Mayas, Chichén Itzá. “Distraído medito cómo amoblaré mi agonía. Dos mesas hechas con puertas horizontales”. No era creyente. Esto rescato de su Diario: “Para seguir vivo necesito un milagro que desconozco a quién pedir, que no se a quién implorarlo. A qué dioses, a qué santos implorarlo. No sé a qué santos, vírgenes y ángeles implorarlo. Me siento malherido y vulnerable”. (Siempre habrá un margen para ti / me dice la muerte / mientras se acicala en el baño / para verse bonita / ante mi cuerpo que le pertenece). R. G.

Veneno de escorpión azul lo leí hace más de una semana, ahora lo repaso, lo comento en voz alta, como a Gonzalo tal vez le gustaría, con humor, cariño, interés, curiosidad, amor a la palabra, porque en medio del naufragio, son 321 páginas muy intensas, llenas de poesía, vida, profundamente enriquecedoras, contienen dolor, impotencia, ironía... El pesar me visita para entregarme su anticipado pésame. (“Me dedicaré a escribir mi epitafio en los ratos libres”) : un patio de luz y muerte, lugar donde llegamos sin más compañía que nosotros mismos. El poeta lo dice: “Me espera un porvenir negro como la boca de un túnel sin luz ni color, el báratro en un conjunto de cosas”. Trabajo en mi epitafio cuando duermo, insiste, al despertar, al recordar lo olvido. Estará escrito el día que no despierte del sueño. Estará escrito en mi casa cuando no despierte.

Un registro de lo que hay y se va, lo que hubo y queda y parte, se esfuma, una mirada lenta al futuro, un profundo vistazo al último presente. Millán necesitaba tocar, olfatear, husmear, sentir, los objetos del deseo, cubrirlos con sus cinco sentidos, entrar en ellos como en una copa los labios.

 

La vida se fue de viaje

“La vida llegó como se fue. A veces pareció corta, a veces pareció larga. La vida llegó y se fue como vino anunciada. Llegó y se fue. Llegó tal como se fue, sin aviso”. “Me voy de viaje. No sé cuándo. Parto de muerte”. Una descripción precisa, simple, resumen claro para cualquier lector. El 1 de junio después de conocer el resultado de unas radiografías que le permiten concluir: “Estoy, como se dice, desahuciado. Soy un enfermo terminal en el umbral de la muerte”; empieza a tomar como un tratamiento el veneno del escorpión azul, un elíxir cubano, recomendado por sus amigas Tere Calderón y Pía Barros, quien se está curando de cáncer a través de esa medicina. Un domingo 25 de junio, decide finalmente cómo enfrentará la enfermedad: “No me haré tratamiento de rayos ni quimioterapia. Estoy apostando al escorpión azul”. Ya sabemos de dónde viene el título de este libro. A partir de allí dirá: “El veneno del escorpión azul y el cáncer pelean en mis pulmones”. (“Mi cáncer no es un cangrejo, es / una pancora morada oculta entre / lóbulos rocosos musgosos”.) “Escríbele una carta al cangrejo y pregúntale al cabrón por qué eligió tu pulmón como si fuera un par de rocas”. Además de esa mágica poción caribeña se apoyará en unas galletas de marihuana horneadas y fabricadas especialmente para él por un par de proveedores, unos gourmets de otros vuelos. Día a día nos va dando señales al respecto, con hora precisa. “09.20. Fin ingestión galleta”.

No es un Diario con pretensiones literarias, ni intelectuales, hace pocas referencias de libros y autores —los indispensables que pasan por su memoria y se relacionan con su tránsito— e incluye algunas opiniones muy puntuales: “La antipoesía es un lastre, se transformó en un lastre”. “Un monje anciano y sabio medita contemplando el crepúsculo mientras se cuenta las pelotas. Este haiku es algo parriano”, anota irónicamente Millán. En las últimas páginas, la 306 para ser preciso, apunta: “Prefiero la palabra ocaso a crepúsculo” (Borges a Neruda). El poeta no ha dejado legado literario alguno aparentemente en sus últimas palabras escritas, pero este documento poético es mucho más que eso, un secreto y permanente himno a la Vida y a la Poesía, que en fin de cuentas son una misma cosa. Su poesía no ha sido estudiada como debiera, ni leída, ni reconocida tal vez, pero la muerte suele reparar los olvidos y detenerse en la obra como si estuviera viva. Di ¿fui en otra vida un poeta? / No lo creo. ¿Qué es la poesía para un alma vieja?, se interroga.

Comenta que está releyendoPoemas japoneses a la muerte, en preparación de los suyos. Y sigue diciendo y pensando: “Toda muerte es un fracaso, viejo looser / La luz alcanza cierto límite / donde se estaciona como un claro, automóvil claro”. Cuando leo estos textos y el libro, me digo: la muerte es un detalle irreparable.

La cotidianeidad alterada de profesor universitario en un Taller de Poesía, continúa en otro escenario, es la pequeña luz del poeta mortalmente herido, frente a la noche vertical de su futuro. Atrapado en la jaula del dolor, no maquilla las palabras ni los sentimientos: “Sólo los que están a punto de perder la vida de verdad la aprecian. Sonámbulos los otros vagan como masas o vagan como muchedumbres mutiladas. Si los pulmones fueran alas, diría que tengo el pecho y un ala herida. Dibujas escorpiones, palpas un alacrán de lapislázuli. Dibujas escorpiones cuatro veces al día... Tu cry es el tiempo que se marcha”.

Los pulmones se llevaron a Kafka a los 41 años de edad y nos dejó para ver y vivir un mundo kafkiano. De alguna manera el checo intentó evitarlo, pero su amigo Max Brod se apegó a nuestro futuro inevitable.

Registra todo alrededor, adentro de sí mismo y más allá en los detalles de la naturaleza y sobre todo, en la biografía de sus días. (Las edades del hombre. Infancia en La Chimba. Juventud en Ñuñoa. Edad viril fuera de Chile. Vejez en el Centro y Las Condes). Están alineados los días a sus palabras. Autorretrato del poeta en su lecho terminal. Lleva un pijama de algodón, pañuelo / un chandail de alpaca. / Recostado en la cabecera ondeada del raulí / maneja el timón de una barca, / un velero con alas de lona. / El poeta yacente sumido hasta el pecho / en el agua salobre, esponjosa, de la marea alta, / naufraga.

La vida, o sobrevida, sigue su curso, es lo que nos relata Millán y a lo largo de los días comparte su mesa con el lector, describiendo los platos de cada almuerzo. Cazuela: zapallo solar, papa lunar, carne terrosa, pimiento flamígero. Porotos con patitas de chancho, ensalada de lechuga. El plato de porotos con tumba / es el mismo plato de lentejas, arvejas y garbanzos, / es el plato proverbial, el plato de legumbres / con guardas por excelencia. / Está servido, ofrecido en la mesa / El plato de porotos no es nada sin una / cuchara, pan y un vaso de vino. Pizzas. (Almuerzo familiar de gala) Verónica, con visita de Silvia (amiga de Eme, su mujer). Los días transcurren: Viviré hasta lo que pueda, como pueda entre mis cajas de zapatos llenas de fichas, tarjetas, en el archivo y los cuadernos escritos a mano, no renunciaré a los hábitos de mi hábitat.

 

“Veneno de escorpión azul”, de Gonzalo MillánRespirar sin darse cuenta

Lo mejor (de vivir) es respirar sin darse cuenta... El libro comienza con una descripción ambiental de una serie de exámenes clínicos (rutina de la antesala de la muerte) y un párrafo que nos introduce a lo que viene de ahora en adelante en el pensamiento del poeta-enfermo de muerte. Te has desprendido de la masa de hielo y en adelante serás un flotante / flotarás como témpano solitario y errabundo. El cambio que introduce el peligro / amenaza de muerte. El fin.

Estas primeras 10 páginas nos introducen también al causante de la enfermedad: el cigarrillo marca Kent (Silver 4). No dejará de fumar hasta el final de sus días, ni en medio de los más terribles ataques de tos, dolores de pecho, cabeza... Se me terminan los Kent, es una frase tomada al azar. Sigo fumando demasiado, con el pecho dolorido, pero sin sangre. El camino del exceso, parodia a Blake, no me llevó a ningún palacio ni a un establo sabio, más bien a una pocilga resplandeciente, a un estercolero flamante de callejón.

En medio de la muerte, que es el regreso al huevo, por el otro camino, cito a Millán, está la fiesta de la poesía: llega un premio... Buena noticia, parece que me saqué el premio del Consejo del Libro (según) J. Montealegre. Efectivamente así fue. Libro: Autorretrato de memoria. En medio de esos días finales, fue jurado también del concurso de El Mercurio. El poeta estrujó como pudo, alargó como un chicle los cinco últimos meses que le concedió la vida (menos de 150 días). Están contadas las jugadas. Cualquiera puede ser la última... y ordenaba, podaba, reconstruía libros, poemas, revisaba tarjetas, leía a Susan Sontang, filtraba los últimos gramos de dolor, la vida colada en el límite. Están los libros de lecturas finales, de cabecera, consulta y los enumera: Odas de Ricardo Reis. Fernando Pessoa. La enfermedad y sus metáforas. Susan Sontag. Poemas japoneses a la muerte. Yoel Hoffman. Atributos y símbolos en el arte profano (diccionario de un lenguaje perdido). Guy de Tervarent. Fuego, agua, tierra, aire (una historia cultural de los elementos). Gernot y Harmut Böhme. Diccionario de los símbolos. Jean Chevalier y Alain Gheerbrant. Los capítulos interiores de Zhuang Zi. Traducción de Pilar González y Jean Claude Pastor-Ferrer. El silencio de los poetas (Pessoa, Pizarnik, Celan, Michaux). Sara Cohen. Larousse Técnico. Pequeño Larousse Ilustrado. Divina Comedia. Dante Alighieri. Estos son sus últimos compañeros de viaje, aunque hay otros autores citados a lo largo y ancho del Diario. “Mordisqueo unos libros (poemas de Theognis de Megara; la poética del dolor en Vallejo, por la mañana, Escritos sobre la pintura de Henri Michaux)”.

 

El pasado fue humo

El Poeta habla de su pasado, lo que fue, ante su ruina, la vida que es humo. “Fui fakir del humo. Tragué sables de tabaco, me comí la tos durante años”. Todo se hace humo, en la gran metáfora, sobre todo el resto del tiempo que aún queda. Escribir Veneno de escorpión azul, nos dice Millán, es hacer algo antes de morir, luchar por tu vida. Detalles, detalles... Los tristes zapatos se besan debajo de la cama. Humor... Averiguando por teléfono celular los precios de una incineración sin río Ganges. Los parientes más cercanos: su hija Sol y su Viejo, a quien vi un par de veces: conmovidos. Sol en Toronto, Canadá, viaja por unos pocos días. Un Sol que perdurará, como su poesía. “Se fue de Chile mi hija”.

Las cosas buenas de la vida brillan por sí mismas y seguirán brillando.

Gonzalo fue un hombre de palabra, vivió, trabajó hasta sus últimos días con la palabra. Fue una mezcla de topo, castor, pájaro carpintero, constructor de nuevas imágenes, viajero inagotable de nuevos mundos, buzo del aire, duende inagotable del viñedo de la poesía chilena. Desde su obra maestra juvenil Relación personal hasta este Escorpión azul de sus últimos días, aunque dejó otro libro encaminado (Lagunas), Millán abrió nuevos cauces a la poesía chilena, sin bulla, una ventana discreta, en el crepuscular Santiago, apagada en la luz del mediodía, como un poeta semilla que se germina a sí mismo. (“100% poeta. En estos tiempos jugársela por ser un poeta que escribe de lo que vive no es tan frecuente”).

“La memoria es un salvaje escombro, a veces, la ruina del futuro, la impecable ausencia del propio presente. La memoria es lo que avanza detenido en el sueño, la arena con que el desierto juega desde su infancia. No todo es memoria, está el presente terminal, vivo aún en medio de la inminente partida, ese tiempo que es espejo del hoy...”. “El rostro amado es una insoportable llaga viva”, dice el Poeta. Mientras se da este último pulso con la vida, Millán sigue atento a su entorno dentro y fuera de casa. Lee la noche del 28 de agosto la entrevista que le hizo García en La Nación, periódico oficial chileno. “¡Un engendro!”, califica la entrevista y añade: “Arrepentido y molesto. Con fobia periodística. ¡Nunca más!”, sentencia. ¿Qué le molestó? No sé en realidad. Habló de lo humano y divino. Cuenta Gonzalo algo que tiene coincidencias con mi periplo fuera de Chile: el ’73. “Yo iba a México, pero no pude entrar, así que llegué a Panamá con mi mujer e hija, pero teníamos una semana de visa, entonces me fui a Costa Rica, estuve un año, y luego a Canadá, donde lo único que me había interesado era la Policía Montada (se ríe)”. Gajes del exilio chileno. Caminos, encrucijadas, señales. El Poeta va encaminado hacia la ruta final. La meta de todos. La palabra es lo que le queda, a veces se revela y dice que debiera liberarse de sus duendes y obligaciones literarias. “Borrar lo escrito y firmar en blanco para siempre”. Pero en uno de esos días, apunta: “El humor negro, como el yodo, desinfecta las heridas. La ironía pone a dieta, aligera la gravedad del drama”. “Pienso, luego no existo”.

El Poeta refleja la nostalgia por aquello que no volverá a ver: todo lo que has conocido morirá contigo. “No quiero pensar todavía si te acordarás de mí y no quiero echar todavía esas redes al vacío”. Tal vez hay que desollar la palabra, dice, hasta que recupere aquella pulpa callosa, fresca y sólida de antaño y de mañana. Documenta su pasado.

Con la muerte cabalga el jinete de la poesía. “Se me fue, se me escapó el momento mágico, cuando el ocaso dora los cristales, las impávidas ventanas del poniente, y la luz que agoniza resucita las eternas nieves”. “La margarita del gas me regala una pequeña aurora”.

“Maestro del Otoño, préstame tus raíces para aferrarme a la tierra como anclas, como áncoras tentaculares. Destíname como tutor al ombú de una plaza de Bellavista y bajo su bella sombra sentado con sus raíces expuestas quiero anillos de sierpe gigante. Enséñame los misterios de la permanencia y de la fugacidad. Magíster amarillo. Vertical defensor de los caminos, los álamos como clavadas plumas en hilera para el orden, al ceibo dame como padrino”.

En las primeras 18 líneas del Diario, una vez conoce el diagnóstico, apunta: “Hoy no resulta visita a vidente de Puente Alto”. No volverá a hablar más del tema y hará videncia con sus palabras. El poeta encontrará su nicho verbal. El nido final antes de la partida. “Morir no es fácil, no basta / con rendirse y darse por muerto. / El fin pide tu colaboración / y complicidad. El exceso final, / el epílogo es la última obra / obra póstuma”. El Poeta pide un último deseo: durar hasta el final con lucidez y clarividencia con soportables malestares y dolores. Busca desde un inicio una manera de referirse a la muerte: “Quisiera tratar a la muerte sin miedo, sin rencor, sin faltarle el respeto”. Es como aproximarse, diría yo, a una segunda sombra. “¿Contra quién volverme enfurecido / por el despojo de mi vida, a quién reprochar la interrupción del hilo del relato?”, se había interrogado con anterioridad.

 

Eme, Eme

En el telón de fondo, en la superficie de lo que más bien leemos, está presente en momentos de distinta profundidad y diversos escenarios, su relación con Eme, su mujer, en cuya casa ha terminado por vivir sus últimos meses. No da muchas pistas, sabemos que es profesora en la Universidad Católica de Chile. El primer dato: “Hoy vamos a cobrar platas con Eme”. Pasan al departamento de Millán por la PC y otros chunches. Viene un almuerzo con Eme en compañía de otros personajes que nunca describe. El martes 30 de mayo: “Cumpleaños de Eme”. No hay descripción alguna de ese evento. Relata que va a Apumanque (mall) en un colectivo temprano, a comprar un regalo de cumpleaños para Eme. Junio 1, “Vuelve Eme de cita en el Hospital del Tórax. Al llegar con la bolsa de radiografías los ojos se le llenan de lágrimas. Despierto con Eme, que se va temprano a la universidad. Desde ayer durmiendo en la pieza del lado. Tregua con Eme después de un agarrón serio que estuvo a punto de hacerme mudar al depto. Relaciones con Eme con mejoría. (Así van los días) Eme resignada pesadumbre soñolienta. Relaciones con Eme distantes y frías”. (Los días van y vienen, con el motor encendido, apagado, en neutro). Eme se va a la playa en la mañana y estará allá hasta el viernes. Eme se emociona y me abraza llorando, en medio de un ataque de tos y convulsiones. Como que quedo en blanco. Siempre he tenido una atracción por precisar las circunstancias; por ejemplo oigo el rumor de la ducha de Eme bañándose en la habitación de al lado. Despierto sólo en la cama matrimonial. Eme en Maintencillo-La Laguna. Eme en La Laguna hasta mañana. Llega Eme de Maintencillo en la tarde. Llega Eme de Maintencillo. Buena onda. Rico tenerla de vuelta y gozar su compañía... cae la tarde y Eme no llega. Anoche le leo algunos fragmentos de Escorpión azul a Eme. Le gustan, los encuentra muy míos. Recuerda una ruptura con Eme en Copiapó, Norte de Chile. Buena conversación con Eme, es domingo 13 de agosto... “Cita al Hospital del Tórax: No voy y va en cambio Eme a la consulta. Eme trae remedios del Hospital del Tórax”. Creo que se refiere a Eme: “Ella y tú. Tú y ella son dos cosas distintas y una misma cosa. (Ella agoniza conmigo) Postergo la galleta hasta después de almuerzo para ir con Eme al dpto. Después de caminar a la esquina de Manquehue (acompañado por una callada Eme), pago de cuentas...”. El Poeta aún en la rutina. “Llega Eme de la UC. Es 4 de septiembre. Fricciones con Eme respecto al 18 de septiembre en La Laguna. He decidido no ir porque habrá mucha gente y no tendré espacio donde refugiarme. Llega Eme de improviso (más temprano), ya es 11 de septiembre. En el comedor, después de almuerzo, solos con Eme”. Un cambio de mirada dice, respecto de su cura. “Haber dejado de trabajar ayuda a mi curación. Vivir con Eme, en casa de Eme. Me bastas y me sobras como diosa”. ¿Se refiere a Eme? Probable. “Subiendo escaleras, sin aire, acompañado por Eme. Al mediodía vamos a la laguna con Eme en auto. Ayer Eme me cambia el colchón, compra uno nuevo, blandito. Después de almuerzo (con Eme) afuera en la terraza, la flor de la pluma esplendorosa y fragante cobijando a las abejas. Sigue la buena comunicación con Eme; bonanza. Es 22 de septiembre. Eme la pelea hasta que realizamos el examen. Los llamó Eme y pueden aparecer como no aparecer (médico)... enojado con Eme (llama a Sol y a su padre, prevé próximo desenlace). Instalación de tubo de oxígeno a cargo de Eme”. No la volverá a mencionar en el Diario.

Ella duerme y me abandona en una isla, escribe en las páginas finales. El Diario dice mucho más. El Poeta se despide de las cosas. Maletas, lápices. Y termina con los pulmones enfermos, me discordian, dice, esa parte de mi cuerpo, me da rabia y resentimiento agresivo. (Por eso tal vez sigo fumando como una desquiciada venganza). Me siento perplejo y traicionado, víctima de un castigo injusto. Indignado con la muerte.