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Neruda inédito, se sigue viviendo

Neruda inédito

Los infatigables sabuesos de la poesía nerudiana han dado con un nuevo libro inédito de Pablo Neruda, que la divina providencia habría salvado de las manos de Matilde Urrutia, su Musa y mujer, a quien no estaba dedicado, ni destinado este poemario, intitulado: Álbum de Isla Negra.

Fue el último amor de su vida, una sobrina de su esposa, Alicia Urrutia, quien vivía en su casa por aquellos tiempos, año 1969, fecha del libro, según la información circulada en El Mercurio de Chile y que ya es noticia mundial a través de las agencias noticiosas. “Cuando ya no esté, publicarán hasta mis calcetines”, dijo Neruda, premonitoriamente. Mientras el abogado y coleccionista, Nurieldín Hermosilla, que tiene los poemas en sus manos, sostiene que es auténtico: “Está escrito con su inconfundible tinta verde y la P es de Pablo, muy difícil de hacer”, algunos poetas consideran que es un divertimento nerudiano de fin de vida. Por lo que relatan personas allegadas a Neruda y a esta historia, el autor de Los versos del capitán estaba profundamente enamorado de Alicia y fue una relación que superó los embates de la campaña presidencial, el premio Nobel, los primeros tiempos del gobierno de Allende, hasta que Matilde descubrió el romance y apostó a una embajada en Francia para el Vate de Isla Negra. Habría dicho, esa mujer de fuerte carácter, que un día se le atravesó a La Hormiguita, el importante amor argentino de Neruda (Delia del Carril): “Matilde le dijo ‘yo sigo con usted, pero océano por medio’ ”. En su poema “¡Ayer! ¡Ayer!”, de Memorial de Isla Negra, Neruda le canta a Matilde: Tus ojos aguerridos / tus pies desnudos / dibujando un rayo / tu rencor de puñal, tu beso duro / como los frutos del desfiladero / ayer, ayer / viviendo en el ruido del fuego / furiosa mía / paloma de la hoguera / aún hoy sin mi ausencia, sin sepulcro / tal vez, abandonada de la muerte / abandonada de mi amor, allí / donde el viento monzón y sus tambores / redoblan sordamente y ya no pueden / buscarme tus caderas extinguidas.

Descrita está...

Campanas de Neruda en Isla NegraEl hallazgo hecho público se produce a unos pocos días del cumpleaños 104 de Pablo Neruda (12 de julio), un autor esencial en el siglo XX y de la poesía del habla castellana. Neruda en vida se regalaba libros en cada uno de sus cumpleaños. Así quizás prolongaba, homenajeaba la vida con una fiesta de la palabra impresa y reunía a sus amigos en Isla Negra, para festejar el gran fiestero que era. Fue un niño solo, habitante en el país lluvioso de la lluvia, allá en La Frontera, donde paseaba en el tren lastrero, cuyo maquinista era su padre, y vino a estudiar a Santiago, donde vivió en pensiones desoladas frente al crepúsculo por horizonte y los bares como algo cotidiano. Así creció después su poesía, entre la infancia lluviosa, desolada, la selva, la memoria de su días infinitos, su viaje hacia una nueva desolación y residencia en la tierra, en el hosco y enigmático Rangún, España y la Guerra Civil, La Hormiguita, la Segunda Guerra, el Canto general, Mundial, Senador, su exilio, Matilde Urrutia, Chile un tiempo de Paz, viajes, la candidatura presidencial, Premio Nobel y sus días finales tras el golpe de Pinochet.

El manuscrito llegó a las manos del abogado mediante un librero que lo había comprado a un desconocido. El importante en esta historia, además de Neruda y Alicia, es el desconocido, que pudo ser alguien muy allegado al poeta o a su amante y que el viento díscolo de la historia algún día podría dar a luz su nombre. Y la noticia sigue revelando nuevas cosas. El abogado Hermosilla ha comentado en El Mercurio que pagó una cifra de seis ceros por el manuscrito.

Neruda partió a París y a la gloria, la antesala eterna del Nobel y se llevó a Alicia en su corazón, según cuenta Aída Figueroa, su vieja amiga y guardiana de la Fundación Neruda. Y sigue contando la historia: “A Alicia —esta figura que por mucho tiempo se trató de soslayar— Neruda le regaló el poema ‘La espada encendida’, que es una voladura adolescente de pasión descomunal. Fue la última pasión de Neruda y le trajo terribles dolores. Creo que separarse de Alicia le hizo muy mal fisiológica y anímicamente, se le produjo un trauma por esta pasión extemporánea”... Cuando a Neruda le preguntaron por los días del Nobel, en Estocolmo, ¿cuál es su palabra favorita? La palabra amor, respondió. Ahí está la respuesta para Aída Figueroa.

En esta historia real, hay mucho más. Volodia Teitelboin, su amigo, copartidario y confidente, hace algunas revelaciones en su libro Neruda. “Al rey, al cual sorprendieron yaciendo desnudo, quieren convertirlo en mendigo. Pero el poeta tiene voz suficiente no sólo para defenderse, sino para interceder por ella ante el tribunal de la poesía, recrearla, hablar en su nombre, darle la sensación de nacimiento y redescubrimiento. ‘Y fui mujer desde que me tocaste / y me hiciste crecer como si tú me hubieras hecho nacer’ ”... Rosía, expulsada del paraíso, la fugitiva, sufrirá el castigo. Alicia fue arrojada por su tía Matilde en la vida real de Isla Negra, lo dijo Aída Figueroa, antes Volodia y después Enrique Lafourcade en su libro Neruda en el país de las maravillas. Desde Europa, comenta Volodia, le envía maletas colmadas de presentes de Rhodo a Rosía, para decirle que se sentía “más solitario que la nieve”. Lafourcade se pregunta quién tendrá los originales de La espada encendida y se responde: Alicia. Que además debe tener cientos de cartas y tarjetas manuscritas del poeta. Y dibujos, versos de amor. Ese material, sin duda, es suyo, advierte el autor de Palomita blanca. Y ella está en su legítimo derecho para no mostrárselo a nadie. Pero, de alguna manera, no le pertenece enteramente. La voz poética de Neruda, su peripecia vital, es de Chile y es también de la poesía universal, la tradición.

Alicia, cuenta Lafourcade, no se separaría ni olvidaría a Neruda ni en sus días agónicos en la clínica Santa María en Santiago. Allá acudió y todo lo demás es imaginación. El poeta murió y por esas cosas enigmáticas del destino y de los días tenebrosos de la dictadura, fue velado en principio en un pasillo oscuro, un lugar kafkiano, como los tiempos que se vivían en Chile, porque el cadáver había desaparecido cuando sus deudos llegaron a la habitación. Neruda naufragaba como aquel barco de su poema y esos versos de la adolescencia: todo en mí fue naufragio.

Isla Negra