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Poemas de Rolando Gabrielli (Del pozo que abrevan)

Poemas de Rolando Gabrielli

La poesía es un ejercicio devoto y aunque se hable con desdén de este oficio, la palabra permanece. Estos textos no son, más ni menos, que frutos del fervor, y forman parte de una primera palabra escrita como respiración. Escritos en un mismo lapso, aunque no siempre significa que tengan un puente comunicante, aunque éstos de alguna manera recogen una atmósfera, temática ya privilegiada en un par de libros editados y otros en la puerta del horno. Integran una misma masa que en algún momento deberá cuajar y alzarse con su propia levadura. El tiempo, lugar, disponen de la formación y surgimiento de este conjunto de poemas, donde el papel y el ordenador ceden sus espacios y comparten los textos. Una manera de ordenarlos es el uso del ordenador y también de presentar estos primeros borradores. Nunca un poema termina de hacerse, porque después viene la versión del Lector que es infinita. Las palabras convertidas en un poema son las primeras herramientas de todo Lector avezado, persistente, perspicaz, audaz, legítimo. Todo texto es un reencuentro con la palabra, lugar del fuego.

Estas páginas reflejan el ejercicio de la poesía, un tercer tiempo, en un solo y único período verbal que asoma como la punta de un iceberg que no termina de ascender a la superficie. Más bien el cuerpo real permanece sumergido. El poema sólo enseña los ojos de la burka. El sueño es mover la montaña de imágenes en la imaginación del Lector. El poema como el amor, es lenguaje, vida, emoción, pasión, una nueva manera de ver y pensar las cosas, palpar el adentro y el afuera, sentir con la yema de los dedos el corazón del fruto. A veces nos quedamos con el corozo. Toda orilla por fin sabe que existe un centro.

Una poesía nueva,
rezada apenas por tus vocales.
Graffiti, muro insomne,
página ardiente,
mi vocal liviana,
noche de ovarios cansados,
sí, virgen pudriéndose en su pedestal

Rolando Gabrielli

 

Ejercicio devoto

Hay pasos sacros,
leves, altos, de aire,
desnudos y vibrantes,
adjetivados
y sé, sé,
por tu silencio,
que los darás.
El amor es
El amor es
como un ataúd,
ciego, sordo, mortal.

 

De edades desconocidas

De edades desconocidas
yo recuerdo ese ritmo
en la frágil aurora,
cuando el cuerpo iba y venía.
La bella fue piel y viento,
de edades desconocidas.

 

La belleza perdió la cabeza

La belleza
perdió la cabeza,
dejó el viento extranjero,
la nieve,
un puñado de sombras
y se fue al mar.

 

Devota retórica

Permítame señora
esta devota retórica
beatitud de mi palabra
consagración definitiva del verbo
en su grácil figura
mi confianza absoluta
pongo su inocencia y la mía
sobre una cama
más liviana que las plumas
blanca inmaculada nívea
los cuerpos escriben
pintan vocales sobre sílabas
palabras en llamas,
mi lengua es Babel.

 

Mujer

Mujer,
el tiempo sigue
siendo redondo
como un naipe francés,
la otra punta del sable.

 

Tu devoto

A pie de página
sigo orando,
en tu altar
no se me prohíbe
nada,
limpia oscuridad,
comulgo y me confieso
devoto de tu pozo oscuro.

 

Musa in nube arcaica

Una musa siempre flota
con el cuerpo del delito,
nube arcaica, idioma de cera
arde vela arde,
no te abandones
llama del deseo.
Ahora poesía ahora,
que la llama ignora
el reflejo dorado,
la pulpa desconocida
de la palabra.

 

Mujer

Mujer,
estos peces
danzan y desovan
tu cuerpo
como dios manda,
desde la oscuridad.

 

Cosa nueva

Cosa nueva,
hallazgo
polen de estos días,
respira, palpa, vive,
cosa mutante,
nova, novísima,
mi pequeña flor.
Todo es cosa nueva,
amanecer,
sol vivísimo,
quemante,
mutante,
en tierra firme
sólo tus santas piernas.

 

Línea imaginaria

En la línea imaginaria
de los cuerpos,
amó, amó.

 

Diosa

Diosa,
mi infierno
es perfecto

 

La llamada

Me devuelve tu voz
la llamada,
el eco agónico,
tartamudo
de una grabación
a distancia
que conozco de memoria
y crece apagada
frente al mar.
Se ahoga una bañista
que respiró hondo
en mis brazos
en una playa lejana
de arena blanca.

 

Redímeme

Palabra,
mi deseo
no es contradecirte,
sacarte el aire quizás,
seductora de incautos
y yo que profeso
una religión cualquiera
comulgo contigo.


Fuego vivaz

Lengua,
reino de la palabra,
voces,
pozo de la memoria,
vela tus armas,
verbo,
fuego vivaz de Babilonia.


El poema

El poema
no es un poema
Todo signo
se explica a sí mismo
Un ruido es el mar
el eco que lo reconstruye
El poema no es fuego
y arde en la luz
que lo refleja
El poema es y no es
una metáfora
la vuelta en sí mismo
una imagen
de lo que nunca fue ni será.

 

Desovan

Desovan, desovan
en el río
sus primeras vocales
de peces, de peces.


Colorado River

¿Por qué el río
y no yo atraviesa
mi memoria?
Estoy ahí
y no puedo probarlo,
el agua fluye conmigo.
El río pasa, sucede
y me detengo en tu ombligo.
El sol abraza el agua,
el río no está herido.

 

Tordos

Tordos en mi memoria,
sombras que duplican
mis palabras
desovándose en la boca de un río.
Parto solemne de la oscuridad.

 

Maldito profeta

Maldito profeta,
vuélame con tus alas muertas
poeta, ángel, demonios.
Un día las manos
de los vivos y muertos
escribirán una historia nueva,
no habrá orilla ni mar
sobre el viento, las palabras.

 

Discípulos

En esto
de los discípulos disciplinados
fui uno de ellos
Fanático del verbo
sudaba la camiseta
en nombre de alguna retórica
Como una dorada esquirla
esos días estallaba la palabra
cada vez más próxima al abismo
su onda expansiva
Un universo
maduraba en la hoja
Febril la rabiosa palabra
nacía en un valle
vigilado por una montaña
Íbamos y veníamos
vestidos de azul escolares
Al final,
una coma
por si no pudiéramos
depedirnos del todo
una de esas noches
abrazados a las estrellas.

 

Corazón abierto

El sol no salió hoy,
el horizonte es sorprendente.
Yo estoy sentado
a unos pocos metros del mar
y mañana estaré aquí,
el tiempo que sea necesario.
El horizonte es sorprendente,
me devuelve lo que estoy viendo
y mañana estará aquí todo el tiempo
que sea necesario.

 

No dieron

No dieron
un centavo por mi poesía,
menos por mí
y mi sombra
les sonreía
desde un agujero luminoso,
ni una cuarta
por mis sueños,
malditos perros,
cuándo dejarán
de ladrarme.

 

Mi pequeño detractor

Mi pequeño detractor
es un poeta sin sangre,
herido en la bilis,
belicoso de lengua.
Me dice de tan lejos,
no sé qué me dice.
La envidia es una lombriz solitaria.
Yo veo una puesta de sol
con los ojos vendados.

 

Babel reina

Babel hizo oídos sordos
a la altura de Dios
y nos confundió
con sus lenguas
de azufre y sal,
habló el reino de la palabra
y nadie entendió
que todo era silencio

 

Déjenlas, dejenlás

Déjenlas, dejenlás,
están contemplando.
Y cómo respira la luz
de sus oscuros cuerpos,
cálidos inocentes pliegues.
Nada se ha perdido,
esperando la espera.

 

De la mano

De la mano
de un tiempo desconocido,
de pobres nubes anónimas,
caes mi pequeño ángel
sol de terrenales alas rotas
y caminas por la vereda
de patio húmedo,
corres la misma suerte
cada día en el banco
o supermercado
comprando un puré hecho
y los saladitos que le gustan
a tu memoria.
Quien asciende más alto
es el rayo develado
en la nube oscura.

 

¿Sabes, sabes?

¿Sabes, estrella remota,
lejana, distante,
sabes, luz irrepetible
mar de mi otro mar,
sabes, que en la noche galáctica
te devoras en el sueño y la aurora,
sabes que la luz
es de tu propia luz
el polvo que recojo
cuando la noche
respira con tus grandes ojos?

 

No me olvides

No me olvides
o ignores,
el silencio
es una flor.

 

Espalda

Me das la espalda
y me recuerdas
tu mejor noche.

 

Del pozo que abrevan

Hay poetas que quieren
y pueden pertenecer
a una generación.
De alguna manera identifican
su escritura
con una época,
una manera de pensar
y ver el mundo,
decir las cosas
y se sienten acompañados,
en su retórica,
de otros poetas
que comparten
un espíritu, filosofía,
una manera quizás
de interpretar la vida,
creer que las palabras
son todo o nada,
y encabezan una manada,
forman parte
de los que abrevan
en un mismo pozo
el agua que reflejará un muro,
la luz de la bestia que ilumina.
(La palabra tiene un camino,
varios o ninguno)
La manada
expresa su complacencia,
un murmullo no es habla,
pero le guía
hacia una invisible ruta,
como si una hoja en blanco
esperara la última palabra
de algún poeta.

 

Poesía

Poesía,
inútil sombrero,
talismán, pedestal de palomas
y nubes,
me haces falta esta noche
blanca glacial oscura,
podríamos estar bebiendo
una copa al otro lado
de algún lugar,
el revés de Alicia
en un espejo que multiplicara
nuestros deseos.
y revivir las burbujas
en la memoria.
Tomo nota en una servilleta
frente al mar ante mis deseos,
el tiempo es de una exactitud
que deja mis palabras para otra ocasión.
La realidad contagia
con más realidad.
Este ha sido un año
de ilustres cadáveres desfilando,
estrellas fugaces
de un firmamento sepultado bajo tierra.
Me miro a un espejo
y el vidrio sostiene una imagen
que quisiera conocer.
¿Y si no soy yo, me pregunto, quién?
Pasa una nube en diciembre
como si me tocara un hombro
y ascendiéramos en un tobogán
más ligeros que la luz,
sobre la ciudad de los rascacielos
arriba de estas pobres casas descoloridas
con sus balcones a punto de desplomarse.
¿Qué pienso?,
que la noche sería perfecta si te rieras
a mi lado y nos fuéramos en un submarino amarillo,
a un destino sin puertos.
Soy de la época de los Beatles y Dean Reed,
el Elvys Presley de la RDA
que nació en Colorado
y murió frente a un lago sin saber por qué.
No me arrepiento de haber rayado un muro
en alguna calle alguna vez
una noche junto al miedo,
Las consignas nunca fueron
mi pasión o las marcas registradas,
mi debilidad.
La idea de un mundo devorado
por los pájaros de Hitchcock
apasiona a los que no creen
en el paraíso
y aún sigue la puerta abierta
La flora y la fauna espera
un nuevo manifiesto
bajo las aguas de Venecia
Me asombra ver puentes
después del diluvio
y sentir el resplandor del sol
cuando atravieso la calle
He conversado casi sólo con extranjeros,
no sé de qué me asombro,
yo mismo,
Nubdigili, Dédalo de río en kuna
y su amigo William Vong,
un grupo de chinos que hablan
si estuvieran detrás de la Gran Muralla,
los griegos ríen y las mujeres que usan burkas
son el misterio del atardecer,
la fe que mueve montañas
detrás de sus ojos que no se ven,
hindúes de blanco rezados de Bombay
conversan entre ellos y caminan
con el pasado luminoso de sus sandalias,
los judíos pasan en parejas,
Oriente y Occidente en un solo candado,
El mundo necesita un oído de caracol
donde el tiempo oscuro se pierde
en su laberinto y el ruidoso mar
cuenta sus secretos.
...En un puerto donde el tiempo
mece sus velas yo recuerdo
a viajeros y muertos.
Sobre la bahía sé quién regresa
o parte a un puerto, otra ciudad,
la cabeza de un dragón.
El mundo tiene más mar
que viento, pero mucho más tempestades.
Las metáforas sólo adornan los muertos.
El caracol que se escucha a sí mismo
produce más silencio.

 

Por este medio

Por este medio
solo enseño
los dientes
Una vieja cicatriz
ordinaria, adolescente
orilla mi pasado
Escribo con mis dedos
quebrando el teclado
Certifico unas cuantas
públicas dudosas palabras
Notario de una poesía inútil,
poesía, no sé,
te suscribo
a ojos ciegos cerrados
y veo esta comedia
con los párpados
de Virgilio
Más bien alquilo
este espacio
al aire libre
del universo
Un fuego mortal
nos devora
y suplanta
finalmente
palabra por palabra
con la luz
de sus antiguas estrellas.

 

El libro

Qué noche batallada,
esqueleto luminoso,
prometedoramente desolado,
me levanto,
verbo,
sol engañoso
verano que estás por llegar
con mis pies fantasmas.
Me daría de bruces
en otro tiempo
si este libro
no lo hubiese leído
tantas veces.

 

Del exilio

La rata del exilio
da de comer en la mano
al plato vacío de aceitunas,
puerca satisfecha
la muy mendiga
frota sus patas
a la velocidad del día.
Encías grises
el día ya es realidad
Oh país de cola larga,
majestuoso de lagos
y montañas,
¿dónde dejo mi cadáver
geografía mía,
manto de mis negras olas,
para seguir asistiéndote
en tu cuna de sal
arena, piedras y rocas,
con mis ojos de niño?

 

Nubes

La Musa lee,
dicta poemas
a mi memoria.
Yo estoy en las nubes
y no bajaré.

 

Un día sin fin

a SC

Un 16 de junio de 1904, hace cien años
escribimos la misma página de esta historia,
Nora y yo, un verano de calientes gaviotas.
Estamos en la oscura playa de Sandymount,
a las afueras de Dublín,
y ya me muerde el pasado de sus calles, húmeda, invernal
la voz sangrienta, animal de Irlanda,
y tu vagina late a mi lado,
Nora, te prometo un día sin fin,
(mi flor azul oscuro empapada por la lluvia)
sin más exilio el cuerpo atravesado de Irlanda,
huelo querida sus nalgas sucias humilladas,
olor frambuesa, capital exilio,
no saldré de su monólogo ni de tus paredes, amor,
la historia rompe el saco vacío, pide tres deseos,
para mí, una puta con su altar de bellos rojos,
ámame, mientras siento el río Liffey abandonar a su propio llanto
a Irlanda.
¿Para qué nos sirve un río, si sabemos que nunca será nuestro
cuerpo?
Madrastra, envenéname con tu perdón,
úneme a tus vencidas arterias, pequeña Dublín,
te dejo mi lengua rota en los vitrales de tus catedrales,
mojigata, austera, borracha señora, paloma mía
soy tu ciego mensajero y es mejor que me expulses
con mi bragueta abierta a la noche, compartamos el castigo
vieja zorra, hipócrita, perversa, alucinada mía,
niña tramposa soy tu cuero cabelludo, volaré al amanecer.
No prometo más que un sí.

 

Estandarte ciego

En el jardín
se abrió una grieta feroz
esa noche
y vi volar mi cabeza
como un estandarte ciego,
mi infancia me hacía señas
desde un tren en movimiento,
se despedía.
En el abc de mis lecturas,
me dijiste,
este es un primer aliento,
no te vayas a cortar una oreja
como Van Gogh
o enmudecer
en algún lugar de África.
En el jardín
se abrió una grieta feroz,
esa noche.

 

Ficus

El ficus es alto
como la mano de mi padre
y yo lo corto esta mañana,
podo sus ramas,
recupero mi infancia
y sus hojas verdes caen
como dedos
que una vez
señalaron una ruta.
De muy joven dejé mi casa.

 

Padre, padre

Padre, el que tú mencionas,
no es,
nunca fui hijo de nadie,
mi deseo es la recuperación,
no he perdido ninguna cicatriz,
¿por qué debiera olvidarte?,
detrás de una ventana
dejé mi infancia,
el llavero de mi antigua casa
abrió una nueva cerradura,
las muletas con que daban vueltas
en mi pieza las alas de Kafka,
volaban el miedo dorado,
una ruina de solapas misteriosas.
Padre, no lloraré
la luz cortada por tu espada,
ni cabeza, ni manos, ni piernas,
mi estatua respira por mí,
en Praga.

 

Vallejo

No seas triste, poesía,
Vallejo ha muerto,
doloroso pulmón sangrante,
las rodillas no mueren de rodilla,
ni reclinadas de olvido
por asfixia
o al golpe de vómitos.
Las palabras,
polución nocturna,
de estas horas inanimadas,
se descomponen en sílabas,
vocales de una mancha tenue sobre la tinta,
la muerte haga su trabajo,
en una cama desnuda
y en el amor,
somos dueños el uno del otro.

 

Dejen a Lezama

Dejen vivir a Lezama su vida
de espejo encantado
o negociar con los fantasmas
su poesía barroca de dragón desolado.
El gordo fue más feliz
que el humo de su tabaco
y dejó que el asma le clavara en el aire
sus pulmones cenicientos en La Habana.
Su palabra no estuvo en vitrina,
Lezama vivió con sus vocales
y consonantes
de todas las edades.

 

La inmensidad del juego

Bobby Fisher,
finalmente,
logró vencerse a sí mismo
y zafarse al más desconocido abismo
de la inmensidad
de su juego.

 

Virginia Woolf

Virginia Woolf escucha una voz
que sin ser su voz
le habla, pía, implora
con la lucidez de la muerte
gorjea el pájaro de sangre y luz.
Una doncella helada en el patio
de mi niñez entre azaleas
con la mano escribe
el monólogo que la devora
en la luz ciega que ve en la sombra.
Virginia es la voz que llama del otro lado,
a Irlanda que busca a Irlanda
el pájaro que gorjea en su garganta
la palabra agónica sin llegar a ser
el lado oscuro de su escritura.
Una ventana busca sus ojos para ver la muerte,
en vano escapa ilesa de su propia mano.
Amó Virginia Woolf el ajedrez de su laberinto,
lo escuchó hasta que su voz dejó de engañarla
y llenó sus bolsillos de piedras
para que un río arrastrara por fin su memoria.

 

Bob Dylan

Es un santo devorado por la eternidad,
no son mis palabras, demonios,
alguien pone esta música nueva
bajo el viejo pentagrama de América.
Ah, viejo Bob, sigue tocando lo desconocido
en este presente endiablado
tocar el aire respirar
en esta salvaje carretera
dorada de plomo y terror.
Vamos, vamos, Bob, a soñar
por estos muchachos un mundo mejor,
cuando se apague esta mala música
de guerra.
En ese entonces
Praga fue mi vicio,
mi primavera kafkiana.
La historia tuvo sueños
y no paciencia,
soñó cuervos la memoria,
en ese entonces,
las calles de Praga
dejaron de ser una postal.

Poemas de Rolando Gabrielli