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Jean-Marie Gustave Le ClézioEl Oráculo sueco vio a Jean-Marie Gustave Le Clézio

Imagina que esta noche es la más larga de tu vida. Déjate arrastrar a otro mundo, adivínalo a la manera de la cigarra, por los poros de tu piel, no solamente con las cámaras oscuras de tus ojos, sino con todo tu cuerpo. Respíralo, bébelo. Si crees saber algo, olvídalo.

Fragmento de Urania, El cuenco de plata, 2007

El Oráculo sueco habló en la misma línea del secretario de la Academia, Horace Engdahl, con un dejo de fina ironía: se puede vivir en Estados Unidos y obtener el Premio Nobel si se es europeo. Engdahl estaba hablando en serio cuando declaró a la agencia norteamericana AP en los días previos al lauro: “Estados Unidos es demasiado insular, está demasiado aislado. No traducen lo suficiente y no participan en el gran diálogo de la literatura. Ese tipo de ignorancia les limita. Son demasiado sensibles a las modas de su propia cultura de masas”. Fue un balde de agua fría en los medios y círculos literarios especializados de Estados Unidos, cuyas reacciones se sintieron de inmediato.

La Academia volvió a sacarse su as de la manga y rompió todos los pronósticos. Una encuesta entre 25 escritores del semanario alemán Die Zeit sobre el Nobel daba entre los favoritos al novelista estadounidense Philip Roth, al sueco Per Olof Enquist, también novelista, y a la poeta danesa Inger Christensen. El País de España se centró en el español de origen peruano Mario Vargas Llosa y otros cuatro escritores más. Le Monde acertó con Le Clézio.

Jean-Marie Gustave Le Clézio, el mejor literato del 2008 según la Academia, es novelista, ensayista, cuentista, profesor (Bristol, Londres, Perpiñán, Bangkok, México, Boston, Austin y Alburquerque), profundamente vinculado a la cultura amerindia, ha escrito medio centenar de libros, nació en Niza, ha viajado por el mundo entero —un largo tiempo por Centroamérica y Panamá—, es considerado el escritor francés vivo más importante, reside en Alburquerque, Nuevo México, Estados Unidos. En Panamá vivió algunos meses con la tribu emberá. Sobre su presencia en el Istmo dijo en una oportunidad: “Fue una experiencia que cambió mi vida, mis ideas sobre la vida, el arte, la manera de estar con los demás, de caminar, comer, dormir, amar, incluso soñar”.

La Academia ha premiado a un viajero y recreador de la existencia humana, un renovador de la palabra, un intelectual comprometido con su época y lo ha calificado el jurado como “el escritor de la ruptura, autor de nuevos rumbos, de la aventura poética y de la sensibilidad extasiada, investigador de una humanidad fuera y debajo de la civilización reinante”. En Panamá vivió Paul Gauguin y Arthur Rimbaud estuvo a punto de viajar en diversas ocasiones: soñó Panamá y apuntó su dedo sobre el mapa del Istmo. Neruda, la Mistral, García Márquez, Graham Greene (Conocer al general), Mario Vargas Llosa, Ernesto Cardenal, Darío, John le Carré (El sastre de Panamá), estuvieron de paso por el Istmo. El sabio Alberto Einstein visitó Panamá una madrugada de 1930. Iba de Alemania hacia California. Panamá es un país de tránsito, muchos llegan y pasan por el Canal Interoceánico, otros por tierra hacia el Sur o el Norte. La ruta es Panamá, por este lado del mundo. Carlos Fuentes nació en Panamá y no he sabido que haya visitado el país en los últimos 33 años.

Le Clézio está más vinculado, con su obra y presencia, con México, como señala el historiador Jean Meyer, por los temas que trata sobre la cultura maya y la matanza de Tlatelolco. México, sostiene, se encuentra en forma “omnipresente” en su literatura. El escritor premiado además de hablar varios idiomas europeos, habla las lenguas indígenas mexicanas náhuatl, purépecha y maya.

Jean-Marie Gustave Le Clézio recibió la noticia del galardón escribiendo en su casa. Fue su mujer quien recibió la llamada desde Estocolmo. Pero leo otra información que se encontraba leyendo en París en una escala entre Corea del Sur y Canadá. Cualquiera sea el lugar donde recibió la noticia carece de importancia ante el hecho y el lugar común de repetir en serie la información. Interesa más el hombre, su obra y compromiso. Y en ese sentido, todo indica que la Academia ha traído al tapete a un cosmopolita que no cree en las grandes ciudades, vive la naturaleza, ahonda sobre la existencia humana, recrea otras culturas, no se siente como europeo el ombligo del mundo y esperemos no se dé el lujo de guardar silencio en un planeta en decadencia.

En idioma español ya se han editado varias de sus obras: El africano (2007), El pez dorado (1999), La cuarentena (2008), Diego y Frida (2002), El atestado (1994), Onitsha (1992), Desierto (1991), El buscador de oro (1987) y El diluvio (1972).

Sobre su narrativa siente como que cambia de piel, “porque cambias de personalidad, te conviertes en otra persona. Es delicioso cambiar de personalidad totalmente; meterse en la piel de alguien de otra época, de otro sexo, e identificarse completamente con esa persona”.

En una visita a Argentina dijo que “en Francia me siento tan extranjero como aquí. Al principio escribía como si no tuviera familia. Mi familia podían ser los libros o la gente que encontraba en la calle. Después quise agrandar la familia. Escribir es una forma de agrandar mi familia. Necesitaba más amor, salir de la soledad”.

La Academia se ha inclinado por un escritor con un largo kilometraje en la escritura, geografía, el registro espacial y existencial de su voz. Ha premiado a un inmigrante permanente radicado en su vitalidad y observación, manera de mirar y escuchar, conocer y hablar del mundo. Le Clézio es un explorador y se ha aventurado en el amplio sentido de la palabra en otras culturas. Se han dicho no pocas cosas desde Estocolmo, París y otras capitales, se seguirán diciendo, como suele ocurrir en estos eventos. El Premio Nobel ha resistido a las tentaciones de la bolsa y al descarrilamiento de los mercados financieros, una verdadera orgía del extremismo neoliberal, que juega al casino con los fondos de las personas. Por encima de este calendario negro de la economía, del día a día, la noticia del Nobel refresca el ambiente, incita a una nueva y renovada aventura en la palabra. No todo pareciera estar tan perdido. La sociedad de consumo está instalada frente al televisor viendo caer los indicadores económicos y sufriendo estos estertores del mercado. Fuertes jaquecas, migrañas bíblicas. Los autores de este descalabro seguirán durmiendo con su mala conciencia. La realidad se sucede como en un calidoscopio negro.