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El poeta Obama es mejor lector

Barack Obama

En plena campaña fue el escritor, amigo y ex profesor de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile, Ariel Dorfman, quien se refirió al Obama poeta y a él se lo había dicho, asegurado, la premio Nobel norteamericana Toni Morrison, la última mohicana gringa que saltó las vallas en Suecia. La Morrison, dueña de una gran inventiva, había bautizado previamente a Bill Clinton en 1998 como el primer presidente negro de Estados Unidos. ¿Qué calificativo le quedaba para Obama? Y la Morrison, a pesar de su vieja amistad y admiración por los Clinton, accedió a apoyar abiertamente, cuenta Dorfman, a Obama, y tal y como él le pidió. Y le contó a Dorfman las razones de su decisión: porque es poeta. Las biografías que suelen contar algo, parte de los personajes, dicen que Obama escribía poesía y él la consideraba “muy mala”, pero quería ser novelista. Sin duda, es lector y ama las palabras, y con ellas está sentado hoy en la Casa Blanca, el sitio más codiciado por cualquier político norteamericano. Se dio cuenta desde joven del poder de las palabras y de los libros. The American World es el último libro que cargaba en sus manos el primer día de trabajo como Presidente de los Estados Unidos de América. Una excentricidad, sin duda, ver a un político con un libro en sus manos y leerlo, aun más. De los que leían: Mao, Mitterrand, Fidel Castro, Ricardo Lagos. La lista no debe ser muy larga. Obama además escribe libros y se han transformado en un best-seller. Sueños de mi padre fue su primer título. No lo conozco, cuentan que es una autobiografía cándida. La Morrison debe saber todo esto y de ahí no sólo el título, sino por qué abrazó la causa de un político soñador, con las acciones más bajas que el futuro de la bolsa en Wall Street. Le seducía el verbo, la palabra, el encantamiento de las ideas, en un país CNN. No por ser negro, aclaró. Ella ya tenía su presidente negro, Bill Clinton, el travieso. La audacia de la esperanza: como restaurar el sueño americano, otro de sus títulos, más ambicioso, puntual con la coyuntura de los nuevos tiempos. El título refleja lo único que quedaba después de 8 años de gobierno de GWB: esperanza. Y no debe perderse ni a las puertas del infierno. La codicia, las guerras, la especulación, corrupción, la mentira, el endeudamiento, el consumismo, el desplome del sistema financiero llevó finalmente a Barack Obama a la Casa Blanca: el país estaba en las latas. ¿Conocen el término, la expresión? Es quedar desnudo, a la intemperie, imagínense un automóvil son su motor, sólo con su carrocería, queriendo arrancar en el desierto. Es ver una paloma coja con sus alas mochas. Un gato tuerto con tres patas, ese buey que mira con los ojos cerrados el camino y ni siquiera sueña que un día le quitarán la yunta. El país se había desfondado. La locomotora del mundo se había quedado sin fuerza, bufaba, pero no avanzaba y menos podría subir la loma que se veía venir encima de la economía. Obama, entonces, lanzó su propuesta: el cambio. Bien, todo lo demás es anécdota, como si fuera un baile de gala para conmemorar una fecha de triunfo y de paso abrir una nueva Era. El poeta que escribía malos poemas y se dio cuenta a tiempo, había llegado a la meta. Pero no olvidó esos viejos dotes que creía tener y menos la tradición iniciada por J. F. Kennedy, en 1961, cuando Robert Frost recitó un poema ante las multitudes y volvió a instalar a la poesía en la primera fila de los acontecimientos mundiales como una expresión eminentemente popular, necesaria, viva, actual, vigente y necesaria. Clinton continuó con la tradición de Kennedy con los poetas Maya Angelou y Miller Williams.

Una tribuna nada despreciable, casi dos millones de personas en vivo y directo y la atención de más de 20o millones de norteamericanos y de gran parte del mundo. La poesía, hace años, anda a pie, es la invitada oficial a la mesa del pellejo, allí donde se recicla el olvido y el espanto. Neruda, Parra, llevaban dos mil personas a sus recitales, a los festivales de poesía colombianos aún acuden miles de personas, pero se trata de toda una organización y puesta en escena internacional. Los poetas se leen a sí mismos y aun así muchas veces no se escuchan. Pero esta era una ocasión histórica, única para Elizabeth Alexander y la poesía como género, expresión siempre ninguneada. Más que un empujón, era una prueba de que aún tenemos capacidad de sensibilizar los actos públicos con otro lenguaje. Alexander es profesora de estudios afroestadounidenses de la Universidad de Yale y su libro más reciente, América sublime, fue finalista del premio Pulitzer de 2005. “El encargo de los asesores de Obama fue muy preciso y cursado en un mensaje: “Tiene que hablar sobre una ocasión tremendamente histórica”. “Y este trabajo debe hablarle a una audiencia increíblemente diversa, no sólo a los estadounidenses sino al pueblo en el mundo que espera que Estados Unidos, ese día, comience a pensar en el futuro”. Un poema de encargo, a la medida, con pie forzado.

Rob Riemen, un think thank europeo, filósofo holandés de primera línea, con alumnos de la talla de J. M. Coetzee, George Steiner y Mario Vargas Llosa, dijo recientemente en México: el lenguaje poético en su más alta forma ofrece o presenta cierta verdad, cierto significado. Este es un fenómeno quintaesencial, es decir: si el lenguaje ya no representa el significado, estamos perdidos. Si el lenguaje en su peor forma es sólo caparazón, charla vacía en torno a nada, entonces perdemos la comprensión profunda del significado de las palabras. Qué hacer con esos escritores, esas personas con el don de la palabra, que usan el lenguaje para presentar un mundo determinado y cuya empresa resulta hasta cierto punto inútil, se interroga Riemen.

Un poema por encargo siempre es una empresa riesgosa. No es como jugar a la bolsa, enfrentar a una multitud, con la palabra. Hay que tener las justas y necesarias, sobre todo cuando se va a hablar de esperanza, concepto mucho más intangible que cualquier acción de Wall Street. En las grandes ocasiones se requiere de trasgresión, iluminación, lenguaje que abrace ideas e imágenes en un solo cuerpo y reencante al auditorio y a la historia que ha sido anunciada. Una palabra fundacional, como la del viejo Walt Whitman, que fue quien debió subir a esa tribuna ese día memorable, histórico, único en el arranque de una nueva Era. E. Alexander, la poeta, lo sabía, supongo, Neruda le hablaba a las multitudes con la palabra de todos, como Maiakovsky, el ruso, que se voló la vida en plena revolución bolchevique. La poesía que no dice patina, la poesía que no es misteriosa oscurece, la poesía que carece de imágenes se la lleva el viento y la poesía debe ser poesía, lenguaje intencionado que busca despertar los sentidos.

No veo nada de esto en el poema de Alexander, sólo una lista de lugares comunes para un país de 300 millones en crisis, para varios miles de millones de personas viendo CNN en el mundo, y siento que fue una magnífica ocasión frustrada para un género minusválido para las editoriales y el público en general. Quizás la traducción que tengo no sea tan buena, pero de todas maneras intento meterme en el poema, y salgo como lanzado por una ventana hacia ninguna dirección.

Obama quiso ser poeta. Se frustró en el intento, pero debió leer a Whitman. Había que darle libertad, primero a la poesía, al poema, y luego a la autora, y no caer en un pie forzado, en un texto escolar por satisfacer una materia, una cierta pedagogía, un estilo de composición. Whitman recorrió el país con una palabra nueva, fundacional, es cierto, otra época, pero ésta requería algo que superara la medianía, por no decir mediocridad. ¿Dónde están los poetas en Estados Unidos?

La poesía no debe oler a naftalina, ni vivir en un closet con un corsé. ¿Tanto se ha perdido la libertad de la palabra? ¿La banalidad ha ganado tantos espacios y penetrado las mentes como un mosquito fosforescente?

La alabanza es un mensaje de oración, pero aquí cae de rodillas inútilmente en el sacrificio innecesario la poesía. Quien alaba observa bien y conoce los caminos, es conductor y esta palabra no tiene eje ni destino. La pedagogía en poesía, la política, la enseñanza, es un don difícil de llevar a la práctica, como la filosofía y el amor. Estaba todo por decir, para hablar de una nación que había perdido el rumbo, para retomar viejos y nuevos derroteros, caminos que llevaran hacia un destino distinto y esperanzador. Un poema es lo que dice y no dice, lo que calla, los silencios que comparte con el lenguaje que el autor cede a la imaginación del lector u oyente. Esta retórica es menos que el enunciado de labores, acciones rutinarias de la gente común, de la cual está hecho un país. Un sastre que no encuentra la aguja ni el hilo. En verdad, eso no puede ser un poeta de salón, ni de las multitudes.

Whitman decía:

No tengo cátedra ni iglesia ni filosofía
no llevo a ningún hombre a una mesa puesta,
a la biblioteca, a la bolsa
Pero a cada uno de vosotros, hombre o mujer, los llevo a una cumbre.

Y fue premonitorio el hijo de Manhattan:

Soy el bombero hecho pedazos, roto esternón
Los muros me sepultan en su caída
Aspiré calor y humo, oí la gritería de mis compañeros...
Yazgo en el aire con mi camisa roja...
La arrodillada muchedumbre se borra entre el fulgor de las antorchas...

Soy de todas las razas, de todas las castas, linajes y de todas las religiones, pregonaba Whitman en la pluralidad siempre de sus ideas y libertad. Le faltó libertad al poema de Alexander, futuro, visión, emoción, estatura.

La poesía no debe ocultar la realidad, ni ser palabra de apariencia y un consenso mal entendido, que el futuro puede pagarse caro. Whitman denunció en su tiempo, en Perspectivas democráticas, “En los negocios (palabra moderna que todo lo devora) el único objeto es ganar dinero por todos los medios posibles”. “En vano marchamos con una rapidez inaudita y sin precedentes hacia la formación de un imperio tan colosal que dejará atrás a todos los antiguos, más grande que el de Alejandro, más grande que el de Roma en el pináculo de su poderío. En vano nos hemos anexionado Texas, California, Alaska y nos alargamos hacia el norte en búsqueda de Canadá y hacia el sur en búsqueda de Cuba”. Un profeta, este viejo de los mil demonios, Walt Whitman, el de la barba de ángel iluminado.

Así como, decía, la vanidad y el orgullo son rasgos espontáneos y connaturales del triunfador, aunque irriten al vencido y consternen al hombre simple, así para grupos cada vez más amplios de la sociedad es natural echar mano a la prepotencia, a la arbitrariedad, al fraude, ya que son recursos exacerbados de una sociedad dura, sin corazón, que afirma su filosofía en la riqueza.

Whitman es el presidente del cambio, presidente Obama, y tengo la secreta esperanza de que usted lo conoce y bien.

En esto de las alabanzas, Pablo Neruda escribió un libro panfletario, político, por encargo de su conciencia y en favor de su nación agredida, por el poder que revelaba el premonitorio Walt Whitman, a quien Neruda admiraba con devoción. Un libro muy criticado por su valor literario, aunque Neruda lo explica en su “Explicación perentoria”, que “no tiene la preocupación ni la ambición de la delicadeza, ni el hermetismo nupcial de algunos de mis libros metafísicos”. Y se declara un bardo de utilidad pública en defensa de su país agredido. “No tengo remedio: contra los enemigos de mi pueblo mi canción es ofensiva y dura como piedra araucana”. “Ésta”, agrega, “puede ser una función efímera. Pero la cumplo. Y recurro a las armas más antiguas de la poesía, al canto y al panfleto usados por clásicos y románticos y destinados a la destrucción del enemigo”.

Nos referimos a Incitación al Nixonicidio y alabanza de la revolución chilena. Pero buscando en la amarillenta primera edición de 60 mil ejemplares de editorial Quimantú, 1973, uno se encuentra con un texto intitulado. Regresa el trovador:

Por eso estoy aquí en tu compañía
De vuelta estoy como un enamorado
tocando el sol, el aire, el mar chileno
sufriendo de partir y de haber llegado
Siempre mi corazón estuvo lleno
como una copa de fulgor dorado
de Chile, de su cántico sereno
Nunca mi Patria de dulzura y nieve
fue para mí substancia pasajera.
O fue terrible herida en mis entrañas
o luna derramada en la pradera
yo puse mi raíz en tus montañas
y florecí sobre las cordilleras
(Yo nunca estoy afuera en tierra extraña
porque mi poesía es tricolor
y vivo todo el año en tu bandera)
Por eso Patria blanca y estrellada
Patria roja y azul, Patria primor
Patria chilena, patria delicada
yo escuché desde lejos tu tambor
Y me acerqué a tu morada
Quedé sobrecogido de dolor!

Neruda concluye citando y recreando los versos famosos de La Araucana:

De Chile fértil provincia señalada
en la región antártica famosa
de remotas naciones respetada
la gente que produce es tan granada
tan soberbia, gallarda, belicosa
y no ha sido por Rey jamás regida
Ni a extranjero dominio sometida.

El libro, escrito en Isla Negra, comienza invocando a Whitman y le solicita su apoyo, que lo invista para asumir su tarea.

 

Elizabeth AlexanderCanción de alabanza para el día

Por Elizabeth Alexander
(Traducción y subtitulación: Armando Ibarra Racines)

Todos los días los afanes nos cautivan,
pasamos de largo a los otros, mirándolos
o sin mirarlos, a punto de hablarles o hablando.

Alrededor todo es ruido. Alrededor, todo es
ruido y abrojos, espinas y estrépito,
todos los ancestros en nuestras lenguas.

Alguien cose un dobladillo, remienda
un uniforme roto, parcha una llanta,
restaurando aquello que precisa reparación.

Alguien busca la música en algún lado,
con cucharas de palo sobre un barril metálico,
con violoncelo, altoparlante, armónica, voz.

Una mujer espera el autobús con su hijo.
Un labrador examina el voluble firmamento.
Un maestro dice: saquen los lápices. Comiencen.

Encontramos a los otros en las palabras, palabras
mordaces o afectuosas, susurradas o declamadas,
palabras que se evalúan, y se revalúan.

Recorremos vías polvorientas y autopistas que indican
la determinación de algunos, y la de otros que dicen
necesito ver qué hay al otro lado.
Sé que después en el camino hay algo mejor.
Nos urge hallar un lugar donde nos sintamos a salvo.

Entramos en aquello que aún no podemos ver.
Que se diga con franqueza: muchos murieron por este día.

Cantemos los nombres de los muertos que nos trajeron aquí,
que colocaron los rieles del tren, levantaron los puentes,
recolectaron el algodón y la lechuga, construyeron
palmo a palmo los edificios relucientes
que luego mantendrían limpios, allí dentro trabajaron.

Alabanzas para el esfuerzo, cántico para el día.
alabanzas para todos los carteles hechos a mano,
para las conjeturas en las mesas de la cocina.

Algunos viven de acuerdo con ama a tu prójimo como a ti mismo,
otros anteponen no hacer daño, o no quedarse con más
de lo necesario. ¿Qué tal que amor fuera la palabra más poderosa?

Amor que supere lo conyugal, lo filial, lo nacional,
amor que irradie una oleada de claridades,
amor que no se prevenga contra el sufrimiento.

En el nítido brillo del día, en este cielo de invierno,
cualquier cosa se puede lograr, iniciar cualquier oración.
En el umbral, sobre el reborde, en la cúspide,
cántico para avanzar dentro de dicha claridad.

Poema leído por la poeta Elizabeth Alexander en la toma de posesión de Barack Obama, presidente Nº 44 de los Estados Unidos de Norteamérica, enero 20, 2009.