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De manos y cosas sueltas

Poesía, poesía,
no digas nada,
auséntate,  oscura,
silente, pero vívete
no renuncies nunca.

Rolando Gabrielli

Manos

Manos

Manos

Manos

Manos

Manos

Manos

Manos

Manos

Manos

Manos

Manos

La derecha da la mano
pero no puede aplaudir
si no cuenta con la izquierda
La derecha saluda
como los nazis y fascistas
los cinco dedos rectitos
hacia el cielo
La derecha duerme
al lado de la mano izquierda
separada sólo
por un mismo cuerpo
y ambas son autónomas
Nacen de dos hombros separados
pero cuentan con los mismos
cinco dedos, una muñeca y un antebrazo
La mano izquierda
es considerada inútil
por la derecha
Sólo los zurdos
verdaderamente zurdos saben
de su valor incalculable
Una mano lava a la otra
desde mucho antes
de Poncio Pilatos
La izquierda, a veces,
se cierra en un puño
los dedos no respiran
la palma de la mano desaparece
es una roca hermética
alzada por sobre la cabeza
El agua se escurre de las manos
un clavo se clava
con ambas manos
La arena se escurre
entre las manos
Estrechar la mano
es un saludo, símbolo de amistad
Las manos son signos visibles
de lo que queremos
o deseamos rechazar
Las manos hablan por nosotros
cuando menos lo pensamos
nos ayudan a cargar
parte visible del equipaje
diario de nuestras vidas
Se necesitan dos manos
para muchas cosas
cuando llevo una bandeja
me felicito de tenerlas
o corto una rosa, podo un árbol,
abro una ventana
o voy manejando por la ciudad
Una despedida en un andén
sólo es posible por nuestras manos
La guitarra necesita de las manos
un cuerpo de mujer
un libro, una pluma, una linterna
Las manos tocan de noche una piel
se cruzan en secretos abismos
retienen las pulsaciones más fugaces
son dueñas del pozo más oscuro
de una profundidad a otra,
vuelan sin fondo vuelan
en el límite de la luz
más oscuras más oscuras
tocan lo que la noche no ve
respiran lo que la garganta ignora
Aire, aire para las manos
y su incesante aleteo,
principio y fin,
la punta de los dedos.

 

Cosas sueltas

Cosas sueltas

Hoy llegué a casa
y no vi televisión.
Ayer hice lo mismo.
¿Cómo es posible?
Hacía quince días
que no observaba la pantalla
y comencé a mirarme el ombligo
recostado sobre un sofá
de viejas pesadillas y sueños
en aquellos antiguos medios días
y malas noches,
las paredes sin ojos ni oídos.
Pero comencé a descubrir el mundo.
Al otro lado está la ciudad,
a mis espaldas el río
que aún persiste
a pesar del verano
y de los insaciables corredores
de propiedades,
que una pulgada de tierra
la confunden
con un bloque de cemento
o el hierro de un cascarón
de barco herido
o el cristal
de un sueño roto.
¿Por qué se pierden las llamadas
en los celulares?
En un manglar era un pez
que me cubría del dolor del mar
el aceite irrespirable
que arrojan las naves.
El bosque dejó mis alas
libres volar
o mis manos tocar
o mis ojos ver.
Divagaba, era el colonizador
de mi propia colonia en esta América,
la colmena del olvido
y de los sueños frustrados,
una pelusa en mi profundo ombligo,
pensé en la pluma de Forrest Gump.
Un ombligo es un caleidoscopio
que se comunica desde la propia
profundidad de la piel,
un paisaje diseñado por la imaginación
El día había estado muerto,
colosalmente aburrido
y como si te invitara a hacer el amor
en una bodega de provincia,
entre el pajal y los tanques de aceite,
sintiendo el trote
sobre tus ancas,
recobrando el Sur perdido.
El abanico daba vueltas
con sus aspas
en la misma dirección
de cada día
sin derramar luz sus bombillos.
Una casa vacía
es un acierto.
Al costado,
los pinos Caribe,
adivino meciéndose
bajo una luna llena
de tomate de estación,
inflada, colosal, sonriente.
Las paredes blancas
como debe ser una noche
verdaderamente oscura.
Pensaba en el caleidoscopio
de mi ombligo hundido
en un pozo oscuro lleno de luz,
como si dos vientres
pudiesen existir al mismo tiempo
y encontrarse a uno
y otro lado
en una misma dirección.
La caverna es un sueño,
un punto de partida,
una verdadera oscuridad,
una luz por conocer,
mi semejante
buscando pan y abrigo,
lamiéndose las entrañas
y todo por conocer
como el primer día.
Qué bestias somos
sin darnos cuenta.
¿Cómo se habrá hecho el mundo?
¿De una esponja mágica
adherida a algún
silencio de roca,
ahí estaba la vida?
Los vigías son los primeros
en ver el peligro,
sentir con sus ojos
la muerte o el inicio
de una gran batalla.
El abismo enseña
a caer libremente.
Más lejos no se puede ir.
¿Para qué brillar
en dos esferas,
si una es más potente?
Dejé la puerta abierta
para observar su bamboleo
con la brisa del verano húmedo
para que entrara la luz de la noche,
todo lo que se esconde
en la oscuridad
y llenara mis sentidos.
El día había sido
un inmenso miserable,
ruin rufián especulador,
rata vestida de soldado
y me hizo recordar
cuando le dieron por el culo
a la primavera en 1973,
esos carniceritos del Sur
y antes, desde luego,
a tantas cosas buenas
que quedaron a la deriva
del camino,
como piedras santas
que iban barranco abajo,
silenciosamente
inmaculadas,
con el destino
ya marcado,
dados sin números,
signos leves,
cosas sueltas
que finalmente fueron
a parar
a las fosas comunes.
Yo, por aquellos días,
escribí el Manifiesto Comunista
y me vestí de Rosa Luxemburgo,
los muros se empequeñecieron
más que París o Roma.
Aquello no fue diferente
al cambio de otras historias
sólo porque algunos comenzaron
a tocar un cuerno
con un sonido diferente.
El curso de un acontecimiento
puede ser una sigilosa manecilla de reloj
desplazándose a cualquier hora
o un simple golpe de mano.
La historia no es una pulgada
o peldaño más alta
de lo que es.
La guadaña
se presenta
cuando menos
es esperada.
En Wall Street
sigue nevando
y un loco cuenta hasta tres,
no sé si va a salir corriendo
en dirección contraria
de los números,
pero ignora que su mano
tiene más dedos
que la desesperada cifra
que busca su cliente
confundido en las cerezas
que se van derramando
de una inocente cesta.
¿Islandia existe
o no existe?
¿Drinks o dreams?
Un país se puede borrar
con un tsunami
o una jugada de casino.
No es que la Musa no encuadre
en esta historia,
puede estar en otro baile
o de paseo cortando el viento
con su Chrysler blanca
en alguna carretera nevada,
bajo la bruma de enero o febrero.
Meses, todos los que vengan
con sus días escritos
bajo la almohada
de una noche nevada.
¿Los meses sólo cambian de nombre?
El cuadro existe en el rollo,
es lo último que se pierde
en toda película
que cuente con un buen editor.
Los números impares
y que se repiten como mellizos
con los mismos ojos
abiertos cada mañana,
son un acierto de la naturaleza,
sin ser algo nuevo,
me asombran,
un gesto se repite,
como dos gotas de agua.
Cosas sueltas,
no olvides,
un color,
una palabra,
el dolor,
un mensaje bajo
un manzano,
la orina cada mañana
al inicio de un día
cualquiera,
la mano sobre la mano
puede abrir una montaña,
una ciudad,
es inmenso el río
aún detenido,
uno adivina
la corriente,
escoge el sentido.
Para mí el río
es una palabra,
nace y nunca
se ha detenido,
una piedra
aún olvidada
conoce su destino.
El celular suena
porque alguien
se ha confundido.
Una llamada
es para pedir auxilio,
las líneas se congestionan,
¿es tu número o el mío?
Ring, ring, ring,
los celulares suenan
de otra manera,
todo está cambiando, cosas sueltas,
pero están ocurriendo.