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María KodamaLa Lolita de Borges

Con Jorge Luis Borges nos repetimos todos y aunque el tema no dé para más, hace noticia. María Kodama, su viuda desposada en Asunción, Paraguay, a pocos días de la muerte de Borges en Suiza, sigue descifrando a un Borges convertido en leyenda. De todo lo dicho por ella, que no es poco y que seguirá diciendo, me sorprende una confesión, para mí, inesperada, y que es por donde creo ella debiera hacer un perfil de la vida de ambos. Kodama revela que comenzó a ser pareja de Borges cuando cumplió 18 años y él tenía 60 años. Borges comenzaría a ser Borges después de compartir el premio Formentor con el también célebre Beckett. María Kodama conoció a Borges cuando tenía 12 años y se transformó en su discípula a partir de los 16. Era una Lolita.

María, como le decía JLB, nos revela un Borges para mí desconocido, en un tema que manejó tanto como el de la muerte, casi con un abuso cronológico, sabiéndose inmortal, la deseaba con ansiedad y recreaba como un fantasma a los pies de su cama. Las dos fechas sólo pedía Borges: nacimiento y muerte.

MK revela que Borges repudiaba y temía el continuo tráfico de cadáveres en Argentina, algo que le hacía mal a la nación, agregaba. Él, con tantos enemigos de izquierda, sospechaba que su cadáver sería un trofeo. Cuando aprendan a respetar a los muertos la suerte de Argentina cambiará, argumentaba el autor de El Aleph, un agnóstico irreductible que no veía nada al otro lado de la muerte. Kodama apoya el punto de vista borgeano, porque desde la Colonia, dice, cambian los cadáveres de un sitio a otro. ¿Borges no creía en la cremación? ¿Qué habrá pensado Borges de la actitud de Pinochet frente a la negación de cumplir el deseo de Neruda de ser enterrado en su casa de Isla Negra frente al mar? Más de 30 mil argentinos desparecieron durante la dictadura militar. Algunos cuerpos fueron lanzados vivos desde helicópteros y aviones al mar. Aún viajan guiados por las estrellas...

La viuda, de madre uruguaya de origen alemán y padre japonés, de una edad indefinible, desde luego ama a Borges y su obra, y olvida el matrimonio silencioso del poeta de Ficciones con la dictadura militar argentina, que una vez cayó vio el mal que había hecho cuando le visitaron las Madres de Mayo y le pidieron un compromiso. Eso ya es historia.

Borges creía más en sus sueños que en sus propias palabras, que corregía incansablemente. Kodama revela, desde sus declaraciones desde Frankfurt, que al despertar una mañana en Estados Unidos le dictó un poema que era un sueño dictado por Kafka. Tituló el texto en alemán, Ein Traum, y jamás lo corrigió, porque los plasmaba intactos. De paso informó que la bienal que se realizará sobre Kafka en Buenos Aires el próximo año tratará de este enigmático y apasionante tema.

Escribir un poema es ensayar una magia menor, le escribe Borges a Kodama en Inscripción, una dedicatoria de su libro dedicado a ella, Los conjurados. De usted es este libro, María Kodama.