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Julio CortázarViajando por el interior del Cronopio

La obra es la presentación definitiva de cualquier escritor: sus libros de tapa dura o blanda, tangibles. Pocos se pueden dar el lujo de Franz Kafka de solicitar expresamente que quemen su obra inédita. El texto es el que acompañará de por vida a cualquier lector en cualquier parte del mundo, donde quiera el libro se encuentre. Es la imagen, lo que nos quiso contar el autor. A solas nos las vemos con las páginas y el mundo del autor traducido en ellas.

Una novela puede soportar 1.000 páginas y seguirá siendo una fragmentación de la realidad de un autor. Es como subirse a la cornisa de un edificio en la punta de los pies y mirar el vacío que crece en el estómago y todo pareciera volar dentro de uno. La palabra podría desprenderse de una nube y aterrizar en cualquier suburbio de la ciudad y bañar de imaginación todo lo que toca la luz de su oscuridad.

El libro es la representación escrita de lo que se quiere contar, probablemente esté el autor incluido, una brizna de su vida, pasajes, recodos, las atmósferas vividas, todas las fachadas del narrador y algunas claves, señales, mapas para adentrarse en algunas honduras de lo que hay detrás de toda realidad. Es el documento único, oficial, de lo que encierran las páginas.

Tenemos los libros de Julio Cortázar, sus declaraciones, un perfil biográfico, algunos gestos de quienes lo vimos pasar, hablar y compartir una época de cronopios y famas. La vida y la presencia de las personas siempre será irremplazable, el tacto, la atmósfera vivida, el sonido de las palabras y algo más que el eco de su voz. El Centro Virtual Cervantes ha subido a sus páginas una exposición virtual del mundo cortazariano, quien al inicio de su brillante carrera literaria se hizo llamar Junio Denis.

Un Cortázar cazador de erratas que leía escuchando jazz en París.