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Abril mistraliano en Vicuña

Museo Gabriela Mistral en Vicuña (Chile)

De las cosas

A mí me faltan
muchas cosas,
me sobran más.
No traje nada,
nada me llevaré.
pienso en las veces
que tuve las manos vacías
y nada me faltó.

Rolando Gabrielli

“Yo sé bien que nadie, ninguna persona en este mundo, puede saber qué cosa es nuestra vida sino (excepto) nosotros mismos”.

Gabriela Mistral, a Doris Dana.

Museo Gabriela Mistral en Vicuña (Chile)Ligera de bártulos —nunca tuvo equipaje—, cargada del espíritu de sus muertos, desapegada de lo material, Gabriela Mistral retorna cada vez un poco más a Chile, desde su muerte hace más de medio siglo en Nueva York, Estados Unidos. Ella dijo que no aspiraba a ser más que un puñado de tierra en un camino. Sólo sentía arraigo por su tierra chica, donde nació, Vicuña, un 7 de abril de 1889. Su primer regreso fue ese memorable verano del 10 de enero de 1957, cuando se presentó en cuerpo y alma ante Chile, por última vez, sin intermediarios de ninguna naturaleza, en absoluto silencio, porque ya sobraban todas las palabras. Era el regreso físico definitivo, ya no habría otro, el retorno a la tierra que abandonó como la mariposa a la oruga.

Volvía por voluntad propia, deseo refrendado en su testamento, retornar al origen, un camino que nunca pareciera terminaremos de andar. Yo la recuerdo solemne, tranquila, austera, imponente, definitiva, como la muerte. La observaba un niño por cumplir 10 años y no era preciso ni posible decir nada, los ataúdes hablan por sí solos, suelen tener la última palabra. La fila era inmensa, eterna, como el sueño de Gabriela. Aún usaba pantalones cortos y era verano. El gran salón de la Universidad de Chile imponía un doble silencio y el tiempo transcurría como un eslabón perdido. Me impactó la muerte, fue un primer contacto directo, habíamos perdido a la Maestra, porque nosotros sólo sabíamos de sus rondas y poemas a los niños de Chile y América. Existe una memoria en la infancia que todo lo canta, recuerda y vive. Gabriela viajaba a encontrarse con sus muertos. La Patiloca recorría el mundo, viajaba con sus muertos y Chile en la memoria. Ella, se había perdido en la memoria de la memoria. Cansada de cansancio, se retiró a vivir su último tiempo con su amiga errante, como ella, la norteamericana Doris Dana, quien heredó su obra escrita e inédita, y mantuvo hasta su muerte todos los papeles, objetos más íntimos, libros y secretos de la Mistral, en Roslyn Harbor, Nueva York. Doris Dana protegió con celo el legado de su amiga y clasificó con pulcritud el último tiempo, los escritos y cartas, y los mantuvo en su poder hasta su muerte. Su sobrina Doris Atkinson fue la última heredera del legado mistraliano: los baúles de su poesía inédita. Chile había construido el Museo Gabriela Mistral en Vicuña, que carecía de objetos que mostraran la intimidad y vida cotidiana de la poeta. Así lo reveló al diario La Nación, de Chile, Rodrigo Iribarren, director del museo, que fue reinaugurado este siete de abril, día del natalicio de la Premio Nobel de Literatura.

Este legado cobra vida y se hace realidad gracias a las donaciones del patrimonio mistraliano materializado por Doris Atkinson y que se mantuvo en Nueva York por décadas. Ahora los chilenos y visitantes pueden disfrutar de un lugar donde está viva la presencia de la maestra rural y podrán apreciarla en su profunda sencillez, en la dimensión de su obra y palabra, donde aflora una Gabriela más real.

Museo Gabriela Mistral en Vicuña (Chile)La Mistral escribía sobre una tabla que se apoyaba en sus piernas, en especial sobre esa madera escribió el Poema de Chile, que fue editado en 1967, una década después de su desaparición física. Los visitantes tendrán la oportunidad de encontrarse con un original del Canto general de Pablo Neruda, dedicado a la poeta, cuya amistad fue inquebrantable. Podrán ver también el mobiliario de su época de cónsul en Rapallo y Nápoles, también el escritorio que utilizó como directora del Liceo de Niñas Nº 6 de Santiago.

Chile le debe mucho al trabajo prolijo de conservación que realizó por años Doris Dana, que puede reflejarse en la libreta donde anotó, con horas y minutos exactos, la situación en que se encontraba Gabriela desde que se enfermó hasta su muerte. Un gesto que ejemplifica y mide el amor, devoción, que sentía Doris Dana por la poeta chilena. Doris Dana conservó hasta el final de sus días una carta de Gabriela en su caja de fondo, que se inicia con las palabras del epígrafe de esta nota, y dice, entre otras cosas: “La bella vida nuestra es tan imperceptible, tan delicada, por llena de imponderables, que casi no es posible verla. Es posible sólo vivirla, gracias a Dios. Yo vivo una especie de sueño, acordándome de todas las gracias que me has hecho. Y lo que vivo es una vida nueva, una vida que yo siempre he buscado y nunca hallé. Es una cosa ella sacra y concentrada. La vida sin ti es una cosa sin sangre, sin razón alguna. Tú eres mi casa, mi hogar, tú misma. En ti está mi centro. (Y el solo quererte me purifica). Ella es el abandono, la confianza completa. Yo sé que tú eres fiel como una piedra”.

Doris Atkinson donó unos 1.500 libros de Gabriela al museo que se suman a una biblioteca que ya había donado la Mistral a Vicuña en los años 40, recuerda la periodista Romina de la Sotta Donoso, en La Nación. Además se cuenta con unos 900 libros que estaban en el Barnard College de Nueva York. El museo cuenta con la biblioteca personal íntegra de la autora de Desolación, Lagar, Tala, la trilogía que la convirtió en la primer Premio Nobel de América Latina y única mujer del habla castellana.

La construcción del museo duró siete años y tuvo un coste aproximado de 8 millones de dólares. Lo importante es que con esta nueva documentación, objetos, material bibliográfico y fotográfico, Gabriela está viva en su tierra.

El director de la Escuela de Diseño de la Universidad Finis Terrae, Francesco di Girolamo —quien diseñó la nueva museografía—, dijo a la periodista Romina de la Sotta: “Algo que aparece con mucha violencia es la precariedad material de Gabriela Mistral, pues ella no tenía muchas cosas, versus su grandeza intelectual y espiritual. Entonces mi propuesta recoge una especie de precariedad de instalaciones museográficas, basada principalmente en la suspensión”.

Museo Gabriela Mistral en Vicuña (Chile)El mobiliario, comentó, es de vidrio y madera, y todas las piezas están suspendidas, al igual que los paneles. Y hay bastantes transparencias. “De lejos parece que todo estuviera volando. Es que ella no estaba atada a nada más que a su poesía, y no acumuló nada. Para mí, Gabriela era los ‘Piececitos azulosos de frío’ y descubrí a una mujer adelantada a su época, que se relacionaba con la intelectualidad, la cultura y la ciencia, fascinada con todo, y esto se refleja en la estructura museográfica. Es como si abrieras su velador, porque puedes ver las cosas íntimas que trasladó por todos los lugares donde vivió”.

“Hace diez años”, reveló Di Girolamo, “no habríamos conseguido como país que Estados Unidos nos enviara de vuelta estas colecciones. Pero si antiguamente las grandes metrópolis trataban de acaparar y mostrar el mundo en los centros, hoy se reconoce internacionalmente el derecho de las distintas comunidades a preservar su propio patrimonio. Simultáneamente, en Chile se ha instalado una museología de calidad y con experticia que genera confianza; ya no se teme que ese patrimonio se pierda”.

Lo que no todos los internautas saben es que Gabriela Mistral fue maestra tres años en Vicuña, que le marcaron para siempre su vida, porque la directora era su madrina, no vidente, y la trató como una inepta y le recomendó que se dedicara a los oficios de casa y no abriera la boca. Este relato lo hizo la Mistral, curiosamente, en Panamá, que es desde donde escribo esta nota. Gabriela concluyó que había llegado el momento, a partir de esa recomendación, de abrir la boca y comenzar a hablar. Ella era una joven tímida, pero su madrina la calificó de taimada e inepta.