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Pablo Neruda: Cartas de amor (1950/73)

A Neruda le hubiese gustado este libro. Él lo había vaticinado: cuando ya no esté me publicarán hasta los calcetines. Así fue. Un libro que reúne sus sentimientos, desplazamientos por el mundo, complicidad y clandestinidad amorosa, presentado como un gran collage nerudiano. Habla también de la cotidianidad del poeta, sus últimos días y de soslayo la explosiva política previa al golpe de Estado, que finalmente agravó su salud y acabó con su vida. Se le nota jovial en medio de la enfermedad. Siempre contento, el poeta del amor y la alegría. Neruda es un icono, para sus biógrafos y enemigos, es inevitable indagar en su vida personal, en el personaje, y caminar sus pasos como si el poeta estuviera físicamente vivo y se recreara en sus actos más íntimos. El lector no encontrará grandes declaraciones en estos papeles informales nerudianos, en sus misivas furtivas, notas de ocasión, comentarios hogareños, y sus palabras y encargos a Matilde. A esta mujer que conoció en un concierto al aire libre en el Parque Forestal de Santiago de Chile, le dedica toda su poesía amorosa prácticamente después de los Veinte poemas de amor, con algunas raras excepciones en Residencia en la Tierra y otros poemarios, donde incluye textos de amor. El folletín nerudiano de los 20 poemas es punto y aparte en el género amoroso.

Una cosa es leer una nota en la prensa internacional sobre un libro y otra es tocar, palpar con manos y ojos, el texto que contiene cartas de puño y letra del autor de Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Darío Oses se encarga de contar la historia del Capitán y Rosario, Neruda y Matilde. No es el primero, pero presenta pruebas. En 1951 en Bucarest nacen Los versos del Capitán, libro que editaría anónimamente en Nápoles en 1952. Este es el primer poema con que Neruda inicia su historia de amor: Siempre. Antes de mí / no tengo celos. / Ven con un hombre / la espalda, / ven con cien hombres en tu cabellera, / ven con mil hombres entre tu pecho y tus pies, / ven como un río / lleno de ahogados / que encuentra el mar furioso, / la espuma eterna, el tiempo! / Tráelos todos / adonde yo te espero: / siempre estaremos solos, / siempre estaremos tú y yo / solos sobre la tierra, / para comenzar la vida!

La pasión continuó, los poemas del futuro libro crecen, Neruda está exiliado de Chile y viaja con su mujer argentina Delia del Carril por Europa, Praga específicamente, y luego de un largo viaje por el ferrocarril transiberiano a Mongolia y Pekín, relata Oses. Matilde en París pensaba retornar a México con los pasajes ya en la mano, Neruda la detiene con la edición del Canto general y una invitación para pasar un tiempo en Europa. Más viajes, Nápoles y de ahí a Capri, a la isla de don Edwin Cerio, y un segundo embarazo de Matilde que también se frustraría. Neruda le pide ante la Luna que se casen, relata Matilde, porque Pablo dice que la Luna es la musa de todos los poetas enamorados. Capri/Venecia/Isquia/Sant’Angelo y el vapor Giulio Cesare rumbo a Chile: revocación de la orden de su detención por el gobierno de González Videla. Amigos uruguayos en el barco, Alberto y Olga Mántaras, un futuro refugio para su idilio. En Santiago nace La Chascona a los pies del cerro San Cristóbal, su casa capitalina refugio. Un tercer embarazo de Matilde, una niña, y tampoco llega. En 1955, sigue el racconto de Oses, una delación deja al descubierto el amor secreto y se rompe la relación con Delia del Carril. Y todo lo demás formaría parte de la historia. Matilde sobrevivió 12 años a Neruda, como relata este libro de Oses, y ella conmemoró el décimo aniversario del fallecimiento del poeta en plena dictadura. Si muero sobrevíveme con tanta fuerza pura / que despiertes la furia del pálido y del frío.... / No quiero que vacilen tu risa ni tus pasos / no quiero que se muera mi herencia de alegría... Estos fueron versos parte de un discurso que ella dijo en la fecha. Cuando se velaba a Neruda en La Chascona, su casa destruida, inundada por un río que los militares desviaron para destruir su propiedad, Matilde enfrentó a los militares con valentía y no aceptó sus cínicas condolencias. No los recibió.

No son cartas de amor de gran vuelo, profundidad ni dedicación a la persona amada, porque tienen de circunstancia como informalidad, escritos de paso, sin ninguna pretensión literaria. Pero solía acuñar descripciones como esta: “Hace un cielo blanco, casi frío, un día velado y triste”, Bruselas. O de Varsovia: “Afuera hay nieve en una plaza grande que se abre a mi ventana. Son las 4 1/2 y ya es de noche”. “Qué lástima se oyera tan mal por teléfono. Sin embargo fue impresionante escuchar su voz, el timbre de su voz que a veces estaba al lado de mi oreja y otras veces caía en el espacio”. Neruda recurre a todo tipo de comunicación a distancia, desde Berlín esta vez. Escribe desde Isla Negra, en la víspera del golpe de Estado, 16 de abril del 73, a Matilde en Francia vendiendo una propiedad de Neruda: “Perrísima mía”, comienza la epístola doméstica, nada de poética, que finalmente firma “Su Can”. Humor también desde Isla Negra, en medio de su enfermedad y tratamiento con cobalto: luego de enumerar una larga lista de invitados, incluye el “Menú posible: jurel al horno, pesto, ciervo. No me quedarán más provisiones que el alpiste de las catas”. Mayo del 73 en I.N., toda la cotidianidad nerudiana: “Canarios: chillan todo el día. Por la noche silencio profundo. ¿Y usted dónde está?”, pregunta el poeta: “Tiene para mí un silencio de canario nocturno”. Su Cane, se firma. Y siguen los encargos, como si nada ocurriera con su enfermedad, la vida continúa: “Mi Patoja, mis noticias tienen poca extensión geográfica. Se limitan a Isla Negra. Es poco pero Ud. figura en el sitio central de mi geografía. ¿Fue a España? ¿Me buscó los mascarones en el Rastro? Y los perros. Besos de su Cane”.

Mascarones de Pablo Neruda