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Del diario de Franz y B. / desde el Sótano kafkiano

Del diario de Franz y B. / desde el Sótano kafkiano

Del diario de Franz y B. / desde el Sótano kafkiano

Hola, Franz, como si estuviéramos en Praga y cruzáramos sin tiempo ni voz, arrojados en un bote sobre el Moldava y la historia se deslizara en un tobogán fuera de nuestro alcance. Oh mundo real, a quién soplas al oído tus historias fantásticas / con tu perro andaluz provinciano / y ejecutas ebrio de felicidad a Mozart / La casa tiene dos tres cuatro puertas / y seis ventanas para verte mejor / Todo en su lugar / menos tú manzana de la discordia / Si guardaste el paraíso / en algún lugar desconocido / menuda tarea para historiadores arqueólogos del deseo / simples estafadores de la palabra / juntemos el bien y el mal / en una calabaza vacía / hasta nueva orden. / Rueda conmigo.

Este año no tendremos verano. El norte helado y el sur ardiendo en llamas. Las lluvias fuera de estación en esta parte del mundo atrapada entre dos océanos. Un día sí, otro no. Como un carrusel de dudas, el tiempo y lo que no se repite, como en los viejos tiempos: en off. El Sótano en sus sombras más profundas baja hondamente la oscuridad de Kafka, la travesura verbal del loro perdido en la memoria. Aquí está su risa en el lugar ideal que propuso para escribir, arrancarle un pelo a sus demonios. No es eso a lo que aspiras, endemoniado lector, frustrado internauta. Que yo me siente en la silla a monologar. Por Dios, papá, mamá, sigo soltero, sin compromiso. Que a otro le reciten tus desgracias, ha bajado el telón sin comedia ni autor. Un libreto más en la oscuridad. ¿El lado B es más oscuro que el A? Prefería en mi adolescencia los long play, sí, los larga duración, para estar más tiempo en la pista y dejar que la música se apropiara adecuadamente de tus oídos. Una atmósfera lenta en cascada, menos ruidosa que las palabras, más sinuosa que las olas. ¿Qué había en el cuarto antes de entrar con las flores? ¿Por dónde irás en tu último viaje? ¿Con quién conversarás, extranjera? Sé que la noche de Kafka nos espera.

B era un invitado de nuestras tertulias. Andaba en otro tren, pero era un pasajero habitual de caminos similares en otro tiempo. B está entre A y C.

Del diario de Franz y B. / desde el Sótano kafkiano

 

Dos

Diario/desde el Sótano kafkiano

No es el comienzo ni el final de una novela. Hay temas que nacen agotados en sí mismos. Este podría ser uno. No soy de los que ponen límites a las cosas ni a las personas. ¿Quién es uno? Habría que averiguarlo. Me da la impresión de que esto lo había contado antes. Al menos lo soñé, pasó. No existe ninguna prueba ni libreto que responda a esta interrogante o afirmación. Es un elemento propio de la escritura. Hay que convertir la derrota y frustración en literatura. No es un ejercicio menor. La ficción no es tan miserable. El Sótano es el límite de la noche, privilegio del espacio kafkiano. Planos, luces difusas, el gran ventanal que asemeja un centro de controladores en un aeropuerto subterráneo. La pista pareciera trazada para viajes infinitos, sin partida ni llegada. Los pasajeros no dejan de volar. Aterrizan en el circuito imaginario de su memoria. El día ya no vestía ropas, toda la noche había entrado al Sótano y no se necesitaba más oscuridad para observar qué había detrás de los rostros que pasaron frente al ventanal. Alguien había dejado en la mañana su rostro en la almohada tibia de la mañana. El avión decolaba bajo la nieve y un frío intenso, abandonaba el invierno en estado crudo. Un lugar para la desolación. Absolutamente yerto. Un paisaje que se olvida a sí mismo. Los ojos estaban al otro lado del océano. La ropa térmica colgada con alegría respiraba su confinación, cuando el invierno estaba en pleno apogeo y más debieran necesitarla. No era su momento, pero ya volvería a calzar el cuerpo con plena confianza de que seguía siendo necesaria, útil, indispensable. Se apoderaría de cada una de las piezas vitales y las inmovilizaría durante su permanencia diaria, en señal de protección. Brindaba los servicios de una cárcel, pero era su trabajo. Es mejor que le comprendieran. Tuvieran paciencia. Trataran con confianza. Todos saben, la ternura requiere de oficio. Lo sorprendente es que en menos de 48 horas, al otro lado del océano, se enfrentaría con una tormenta eléctrica y granizada de verano, de esas que ya no permiten tener fe en el tiempo. Yo ya estaba leyendo Los vagabundos del Dharma de Jack Kerouac.

Del diario de Franz y B. / desde el Sótano kafkiano