Una cincuentona en su mundo

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Mafalda

“No tiene importancia lo que yo pienso de Mafalda.
Lo importante es lo que Mafalda piensa de mí”.

Julio Cortázar

“Si lloras por haber perdido el Sol, las lágrimas te impedirán ver las estrellas”.

De Mafalda y Quino se han escrito miles de historietas. Nada puede superar a ambos personajes. Ya existen por sí mismos. Son los lectores los que comentan, recrean, recuerdan y siguen imaginando la vida de esta antropóloga de un mundo esquizofrénico, kafkiano, quiniano, simplemente cotidiano. Se está comentando antes de tiempo su cumpleaños número 50. Es un buen pretexto. Nació como tira cómica el 29 de septiembre de 64. Su embrión es del 62. Se esboza su futura impronta como parte de la publicidad de las lavadoras Mansfield, un 15 de marzo. La confusión no tiene ninguna importancia. No sé si hago bien en sumarme a estos festejos “espurios”, cuando su autor dice que aún se deben esperar dos años más. También ha reafirmado Quino la fecha del 15 de marzo. Para Mafalda lo importante es ser uno mismo, y es la agenda que seguirán éstas sus palabras. No nos saldremos de la tira cómica, humorística y profundamente seria. La fecha dorada llegará en 48 meses más, pero su proximidad amerita unas reflexiones y un homenaje a un filósofo que apuesta a un mundo mejor, como lo hizo durante poco más de una década Joaquín Lavado.

MafaldaLa vida es una tira cómica, se alarga, angosta, crece, queda en suspenso, se lee de corrido como si no faltara un punto ni una coma. Basta un caricaturista para que la corte, rehaga o deje que la vida siga poniendo un cuadro detrás de otro hasta el infinito de cada vida y así en fila india con sus cuadritos negros, como cuando los elefantes se dirigen silenciosos hacia su última morada. El mundo, detrás de las colas de estos paquidermos, sigue agitándose en todas las direcciones posibles, como si la gente fuera el único paisaje real.

¿Cuántos cuadritos tenemos cada uno? El dibujante mayor es el único que sabe. Desde 1964 al 73, en poco más de una década, Mafalda nos presentó el mundo a imagen y semejanza de sus ojos y pensamientos escrutadores, y también a imagen y semejanza, del propio mundo argentino, que sabe cómo agregar un estrés hilarante a la vida y a la parte del globo terráqueo que les corresponde vivir en el sur. Mafalda, cuya familia y amistades fueron apareciendo y creciendo en la tira cómica y seria de la vida, es argentina, sin duda, pero universal por adopción de sus lectores, y porque Quino sabiamente la puso a dialogar, interrogar, confrontar con el mundo y su época.
Otros tiempos, sin duda, aunque las crisis son recurrentes como telas de araña, se tejen y destejen una y otra vez. El hombre cae en esa red como un insecto. Es la vieja piedra que lo pone a tropezar una y otra vez.

A Mafalda hay que leerla como si el espejo nos reflejara a todos nosotros, personajes de una tira cómica que no dibujamos, pero que pertenecemos por nuestros propios actos, el más leve e insignificante, que pese menos que una pluma cayendo sobre unos pesados e inocentes adoquines. Está reflejada en este espejo roto, astillado, a veces refulgente, la clase media, que en los años sesenta sostenía el mundo de alguna manera o creía hacerlo. Además, allí florecen todas las contradicciones y absurdos humanos, las bondades y los pequeños vicios, la cicatería de un porvenir nunca claro, pero grandemente ambicionado y estéril muchas veces. Están también todos los vicios y virtudes, los sueños, temores, la filosofía, inquietudes, el mundo solidario, la esperanza, fracasos, las grandes interrogantes y las respuestas a boca de jarro, sin anestesia, con humor y pasión, contestatarias, como dice Umberto Eco de Mafalda. Nadie dibuja como un autómata sentado en el aire de la realidad, ni aquellos que lo hacen por simple diversión, siempre existe una atmósfera y escenario. Quino es un filósofo del trazo y de la observación, monólogo, reflexión y diálogo, siempre comparte su pensamiento algún mensaje que está flotando en el ambiente de la vida real, con una dosis irrenunciable de humor, escepticismo, duda, crítica, asombro, desde el síntoma de la sociedad y el mundo. Las antenas de Mafalda captan lo esencial del mundo, la gente y las cosas que le rodean, y sabe que los mandones de turno quieren que se tome su sopa diaria contra su propia voluntad.

El mundo nunca ha sido un mar azucarado, envuelto en edulcorantes, guerras ayer, como la de Vietnam, Mafalda las denunció (“¡Es terrible ver que a la gente le importa más cualquier serie de TV que el lío de Vietnam!”). Cuánta vigencia siguen teniendo sus palabras. Claro, dirás tú, amigo internauta, si el mundo sigue siendo redondo:

“Cuando sea grande voy a trabajar de intérprete en la ONU y cuando un delegado le diga a otro que su país es un asco yo voy a traducir que su país es un encanto y, claro, nadie podrá pelearse ¡y se acabarán los líos y las guerras y el mundo estará a salvo!”.

QuinoQuino, sobre su tablero de dibujante, repasaba diariamente la línea de su universo, cada personaje, el mundo y la sociedad argentina desde una visión, mirada sur. Mafalda no está sola con sus ideas y visiones, tiene padres, amigos, hermano, todos hacen el mundo de Mafalda y convierten en realidad el mundo de Quino, con la pluralidad que requiere este escenario complejo y a veces inadmisible que nos toca vivir. Desde su pequeño apartamento Mafalda nos compartía su vida, allí en San Telmo, Buenos Aires, calle Chile Nº 371, para ser más precisos. Una chica nada de común y corriente, opinante, sin pelos en la lengua, y una de las mejores maneras de opinar es interrogando al mundo sin asco. El mundo que le tocó vivir a Mafalda en su tira cómica y dramática y reflexiva y antropológica e irreverente, es un mundo bipolar, dos grandes potencias disputaban cielo, mar y tierra. Tiempos cargados de la llamada Guerra Fría.

Quino cerró la tira cómica en 1973, pensando que ya era suficiente, que podría terminar aburriendo, quizás que el mundo no lo arregla ni Mafalda, y puso punto final a la más grande aventura latinoamericana de mirarse más allá del ombligo, cuestionarse con inteligencia, reírse de sí mismo, ver el mundo con un sentido más humano y solidario. El mensaje se entendió no solo en América Latina, sino en Europa, especialmente los países latinos mucho más que los anglosajones que tienen otra idiosincrasia. Superó nuestras fronteras y los padres de la generación Mafalda heredaron el mensaje a sus hijos. Mafalda está viva. Tenía y tiene mucho que decir. Sólo por omisión hoy nos relata que el mundo no ha mejorado. Quino, con una frase ha borrado toda duda de cómo van las cosas: “¡Qué presente impresentable!”, ha dicho. No se necesitan más reflexiones, disquisiciones, enunciados, manifiestos, teorías, vanas promesas de cambio, como se suele escuchar una y otra vez en las campañas políticas. Mafalda será siempre una sobreviviente de un país donde secuestraban y robaban niños desde antes de nacer. Es un símbolo, un icono de la vida. Su indignación es comparable a Mayo del 68, a la actual que recorre un mundo en crisis. Es un personaje que testimonia su tiempo, pero no lo deja pasar, sin antes hacerle algunas preguntas. Algunas no tienen respuestas aparentes, otras traen más preguntas, se encuentran también aquellas que llevan implícita una respuesta. Los recursos de Quino son diversos, nada permanece inmóvil, porque el mundo es una carreta tirada por bueyes que desconocen el paradero. Mafalda es más que Mafalda. A mí, personalmente, Libertad me parece un personaje de suma actualidad. Es una intelectual crítica, el otro espejo de Mafalda, que la amplifica y hace más concreta.

“La Tierra está en el espacio y el espacio no tiene ni arriba ni abajo; eso de que el hemisferio norte es el de arriba, es un truco psicológico inventado por los que creen estar arriba para que los que creemos que estamos abajo sigamos creyendo que estamos abajo, el problema es que si seguimos creyendo que estamos abajo, vamos a seguir estando abajo; pero esa situación ¡sanseacabó!”. Libertad.

 

Post Mafalda

Quedó en el tintero el tiempo infernal, feroz de Pinochet, el fin de la Guerra Fría —adiós bipolaridad—, la caída del Muro de Berlín, los muros nuevos de la frontera mexicano-norteamericana, de la Franja de Gaza, el desplome de las Torres Gemelas de Manhattan y todo un mundo nuevo plagado de narcotráfico, terrorismo, vigilancia mediática, guerras, invasiones por doquier, Irak, Libia, Afganistán, la “Primavera árabe”, los indignados y el shock del capitalismo con su banca, bolsas, fraude inmobiliario. El mundo en una coctelera digital y Mafalda subiendo y bajando en un tobogán, mientras alguien nos sonríe como un monje tibetano desde una montaña rusa. El que apague la luz, finalmente, habrá terminado con cualquier tira cómica posible y encontrado, tal vez, la última salida. Pummmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm.