Parra, el último horizonte

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Nicanor Parra

Nicanor vuelve al ruedo mediático y alza sus dos manos en la sombra en su último horizonte: Vade retro, pareciera decir, dos premios en un año. Pero el antipoeta cosecha sus mieles doradas en Las Cruces, a sus casi 98 años, en un balneario para los enfermos del corazón, próxima a Isla Negra y Cartagena, cuna mortal, reposo final de Pablo Neruda y Vicente Huidobro. Su ya famoso nieto, Tololo, recibe esta segunda premiación anual —nada menos y nada más que el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda— en el salón Montt Varas del Palacio de la Moneda, en Santiago de Chile, de manos del presidente Sebastián Piñera. Es un premio del Estado que otorga a las letras del mundo hispano y que se ha transformado en el máximo lauro económico del país y segundo en importancia después del Premio Nacional.

¿Parra es olímpico, arrasa con todas las medallas en su maratón poética?

Parra no desaprovechó la ocasión para ironizar lo que considera un desacierto por falta de méritos personales. La ironía alcanza a otros poetas y candidatos al prestigiado lauro cuando dijo: “No me explico, rector, las razones que pudo tener el jurado para premiarme a mí, que soy el último de la lista de este premio tan contundente como inmerecido. Hay por lo menos una docena de candidatos que con razón se sienten postergados”. “Las irregularidades como éstas no deberían volver a repetirse. Yo, por mi parte, me querellaré contra los que resulten responsables. Hay una sola explicación posible, el estado precario de salud de este anciano decrépito. Este es un premio a la longevidad”, sentenció el más antiguo e hilarante de los laureados. “Acabo de salir de mi tercera operación de la próstata. ‘To pi or no to pi, that is the question’ (orinar o no orinar, esa es la cuestión)”, parafraseó Parra a William Shakespeare en Hamlet (Parra es un Manifiesto constante de sus reafirmaciones poéticas, de denuncias, y se mira en el espejo de las díscolas premiaciones chilenas, que llegan tarde, mal y nunca).

En el fondo, el antipoeta sospecha que intentan sepultarlo en vida a punta de premios y homenajes terminales, fulminantes para sus años, pero él hace una media verónica, porque esta vez consideró que le hubiese gustado recibir el lauro en su casa de Las Cruces, a poco más de 100 kilómetros de la capital, donde se ha retirado del mundanal ruido, porque él no es un poeta imaginario. Y tiene razón, el Estado ha desperdiciado un acto y reconocimiento en vivo y en directo, que hubiese tenido categoría mundial, con el poeta vivito, coleando y parreando, recitando seguramente los Veinte poemas de amor y una canción desesperada de Pablo Neruda, un libro que le abrió las puertas al joven Neftalí Reyes Basoalto, no sólo en Chile, sino al corazón universal de su poesía amorosa.

Parra, autor de Versos de salón, Obra gruesa, Poemas y antipoemas, Canciones rusas, no perdió la ocasión para homenajear a Pablo Neruda cuando su nieto Tololo leyó en La Moneda los famosos Veinte poemas de amor del autor de Residencia en la tierra.

Parra nunca ha dado puntada sin hilo, escoge el poemario más emblemático, leído y recitado de Neruda, la poesía más popular y también criticada por sus críticos eternos, incluido el genial JLB, Borges, mostrándonos una vez más que el antipoeta que quiso hacer polvo la lírica chilena y del habla hispana, rinde homenaje al yo lírico “abandonado como los muelles del alba”.

Es un guiño también al joven Neruda, quien escribió ese poemario entre los 19 y 20 años. El novel Neruda había escrito el gran folletín amoroso del siglo 20 en versos, verdaderas historias de amor que hicieron suspirar a los jóvenes de su tiempo y de otros. El breviario amoroso, un manual de enamoramiento, llamó a ese libro el crítico chileno Jaime Concha.

Nicanor ParraParra, viejo zorro, ducho en materia de discursos, fue quien homenajeó en vida al Vate de Isla Negra, en su fenomenal bienvenida en 1962, donde hila fino, con admiración, humor, ironía, en el telar poético del mundo (anti)nerudiano.

Para mí, dijo Parra en su memorable discurso de hace medio siglo, el género supremo artístico es la pantomima, fijando posiciones, de las cuales no se apartaría. En esa línea vuelve aparecer el mismo Parra de siempre y hace gala de su humor, el sarcasmo, cuando dedica su “Poema 21” a esta ceremonia, y no es una mera casualidad su título y contenido: “Y en el parque a oscuras y solos / nos quisimos cual tortolos. / Pasó veloz el tiempo árido y / a los meses el márido era yo, de aquella a quien / creía pura y virgén. / Llevaba un mes de casado / lo recuerdo fue un sabado. / La pillé besando a un chico / feo, flaco y raquitico”.

Pueden interpretarse algunas cosas, desde luego no hay noche estrellada ni tiritan azules los astros a lo lejos, y Parra juega con el significado y la acentuación de las palabras para ironizar una relación de infidelidad. ¿Quién es el chico feo, flaco y raquítico? Puede ser Neftalí, puede y no puede.