No me esperen en noviembre

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Alfredo Bryce Echenique

Plagiar es copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias. El delito de plagio atenta contra los derechos fundamentales que dimanan de la creación de una obra. El plagio lesiona las facultades morales del autor sobre su creación, al tiempo que perjudica también los derechos de explotación. Del mismo modo, el delito de plagio atenta contra el interés público en sus diversas facetas en la medida en que la obra plagiada, por no ser original, engaña al consumidor: con la suplantación se pierde el vínculo que existe entre el verdadero autor y el fruto de su espíritu creador (Real Academia Española).

El escritor peruano Alfredo Bryce Echenique, autor de la novela La amigdalitis de Tarzán, volvió al ojo de la tormenta tras su sonado plagio masivo de 16 artículos de 15 cronistas, al obtener el prestigiado premio FIL 2012 en Lenguas Romances, el ex Juan Rulfo, en medio del repudio de doce académicos mexicanos expresado en una carta pública.

Bryce Echenique, multado con 57 mil dólares al ser encontrado culpable de plagio comprobado por el Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y de la Protección de la Propiedad Intelectual peruano, ha desmentido estas acusaciones argumentando errores de su secretaria, confusiones, errores de archivo o, en el peor de los casos, que lo escribió junto con el autor que le ha acusado. En su defensa, argumentó al periodista Gonzalo Pajares que “Borges le plagió a medio mundo”, y seguramente lo siga haciendo, agregamos, bajo su lápida en Ginebra. En este divertimento de respuestas, utilizó la célebre metáfora de Flaubert, Madame Bovary soy yo, cuando le respondió a la revista Caretas que “la secretaria soy yo”, aunque desmintió esa aseveración diciendo que eso pudo ser una distorsión periodística. El plagio, y vuelve a citar a Borges, es un reconocimiento a un autor.

Bryce Echenique recibió en su casa, en Lima, el lauro mexicano de 150 mil dólares, que tradicionalmente se concede en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, la más grande en idioma español. Aunque se mantiene lejos del mundanal ruido el autor de Un mundo para Julius, el fuerte oleaje sigue arrastrando opiniones y más de un centenar de escritores y académicos han apoyado la decisión del jurado de la FIL. Quienes le respaldan junto a su obra destacan sus novelas Un mundo para Julius, El hombre que hablaba de Octavia de Cádiz, No me esperen en abril, La vida exagerada de Martín Romaña, libros que sus críticos inscriben en lo mejor de la narrativa latinoamericana y por ello lo apartan de su desliz como cronista de indias. De los mejores, alguien dijo, del post-boom, la consabida referencia de los grandes de toda una época, Cortázar, García Márquez, Vargas Llosa, Carlos Fuentes y los que quedaron en la periferia, siendo tan grandes como Rulfo, Onetti, Carpentier. Si alguien más falta, póngalo usted, José Donoso.

El jurado del premio FIL 2012, lo integraron Călin-Andrei Mihăilescu, profesor y escritor rumano-canadiense; el novelista y ensayista mexicano Jorge Volpi; Julio Ortega Ortega, crítico y escritor peruano; la periodista argentina Leila Guerriero; la crítica literaria, traductora y editora colombiana Margarita Valencia; Mark Millington, doctor en literatura latinoamericana de la Universidad de Cambridge, y la escritora puertorriqueña Mayra Santos-Febres.

El escritor y ensayista mexicano Juan Villoro fue uno de los primeros en cuestionar el premio a Bryce Echenique y, en declaraciones al diario La Razón, de su país, dijo: “Aprecio a Bryce Echenique como persona y como autor. Es obvio que cometió un error al publicar como suyos textos ajenos. El plagio deshonra la profesión. Todos los autores cometemos errores, citamos en falso y nos apropiamos de pasajes o estilos de otros. Nadie está libre de influencias ni fallos. Pero el plagio deliberado estafa al lector”.

Bryce Echenique es licenciado en derecho, doctor en letras en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Lima y diplomado en La Sorbona en literatura francesa clásica (1965) y literatura francesa contemporánea (1966). Es magister en literatura de la Universidad de Vincennes, París (1975) y doctor en letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Lima (1977). Ha obtenido importantes premios y honores en la última década por su narrativa: Comendador de la Orden de Isabel la Católica; Oficial de las Artes y las Letras de Francia por el gobierno galo; Premio Internacional de la Paz Dag Hammarskjold (1997); Premio Nacional de Narrativa de España en 1998; Premio Grinzane Cavour y el Premio Planeta de Novela por El huerto de mi amada.

Con este currículum y carrera literaria, a sus 73 años, advirtiendo que puede perder la memoria, como le ocurrió a su madre, uno se pregunta: ¿por qué incurrió en el plagio, qué necesidad tenía, qué nos quiso demostrar?, ¿sufría de parálisis literaria, pensó que nadie se daría cuenta o sufre de dislexia o tiene muchas cuentas por pagar?

El jurado ha dicho que lo ha premiado por su obra narrativa; no pone un pie ni remoja sus barbas y menos pone sus manos al fuego, en sus discutidas crónicas donde la picardía asoma y dicta cátedra.

Me pregunto: ¿qué pensaría de esta decisión Rulfo, uno de los escritores más originales y alejados de la publicidad del idioma castellano?