Guadalajara, Guadalajara)
(Chile, ¿más PIB que poesía?)

Comparte este contenido con tus amigos
Homenaje a Carlos Fuentes en la FIL Guadalajara 2012
Homenaje a Carlos Fuentes en la FIL Guadalajara 2012.

Tiene la forma de una mediagua gigante, la casa de emergencia de los pobres. La mediagua representa el esfuerzo, la precariedad, la intemperie de los pobres, los menos favorecidos de siempre. Es el símbolo del pabellón chileno en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2012, en México, donde Chile es el país invitado de honor. Los autores de la idea subrayan que el espacio contiene una biblioteca, una librería y un auditorio.

“Un stand del primer mundo y una industria literaria del tercero”, despachó Sergio Parra, librero y “cerebro” del pabellón chileno. 21 mil libros alberga la mediagua gigante y la rebelión de las editoriales independientes fue la escogencia de ese material: “Mucha autoayuda”, denunciaron, y best-sellers, por supuesto. ¿La cultura es un negocio?

La FIL es la mayor, más importante y concurrida feria del libro del habla castellana, con casi 700 mil personas. Este año espera recibir unos 500 escritores, de los cuales un centenar son chilenos, y al mismo tiempo participarán alrededor de 17 mil profesionales del mundo del libro. Este evento mayor de las letras iberoamericanas tiene su singularidad: el discurso principal de inauguración de la jornada estuvo a cargo del periodista y escritor norteamericano Jonathan Franzen.

El mundo del libro es todo un mundo de intereses donde los únicos perjudicados son los lectores. He visto dos o tres ferias internacionales de Chile y el libro, la literatura real, ha brillado por su ausencia. Los preparativos y preámbulos de esta feria han sido traumáticos desde un inicio en Chile. Es un gran muestrario de lo que se le ocurre a algunos editores y encargados de la “cultura”.

Isabel Allende y Marcela Serrano, las dos novelistas que más venden internacionalmente, no asistirán a la FIL “porque el gobierno de Sebastián Piñera no las representa”. Fueron las primeras bajas del marketing chileno. Vendrían más, en medio de un tira y afloja de las editoriales, que a fin de cuentas son las que ponen los libros sobre la mesa del lector. Los novelistas Skármeta, Zambra y Marín no estarán en Guadalajara. Germán Marín, quien residió un tiempo en México, calificó de errada y parcial la compra de libros por parte del gobierno. De acuerdo con el diario La Tercera, Marín envió una nota explicativa de su ausencia al curador del envío chileno a la FIL Guadalajara, Beltrán Mena. Dice: “He decidido declinar la invitación de asistir a la Feria Internacional de Guadalajara pues, al margen de proteger mi estado de salud ante ese viaje, también he concluido que no deseo involucrarme, directa o indirectamente, con el actual gobierno. Éste adolece de una falta de credibilidad que en la cultura la demuestra, entre otros aspectos, su política de adquisición de libros, errada y parcial”. Los mexicanos se quedarán sin conocer, por ahora, su última novela, El Guarén. Entre otras razones, el autor de El Palacio de la Risa argumentó que “Va una numerosísima cantidad de gente que no corresponde a nuestra realidad literaria: 100 escritores, no hay tantos, no sé dónde los han buscado. Por último, yo soy un hombre de izquierda, quiero seguir siéndolo y quiero demostrarlo. Me molesta estar asociado a este gobierno”.

Críticos literarios esperan alguna polémica en la FIL. Entre los chilenos y el premio al peruano Bryce Echenique, ya el evento se ha estado cocinando en su propia salsa. Las ferias tienen este enganche de las preferencias, circuitos cerrados, códigos indescifrables, favoritismos oceánicos, silencios atacameños, señales como icebergs, y todo es posible y se da, como en feria. Juan Manuel Vial, crítico de La Tercera, dijo: “Pienso también que la elección de los escritores fue mediocre”. En 1999, Chile fue país invitado y viajaron 34 escritores. En esta vuelta fueron 100, no se sabe si se incluyen cocineros y otros artistas, pero Arturo Velasco, quien estuvo a cargo de esa aventura del siglo pasado, señaló que el Chile de hoy es más comercio que contenidos y más PIB que poesía. ¿La cultura es un negocio?

Nicanor Parra, el último de los mohicanos de los clásicos chilenos, a sus 98 años, obviamente no iba a viajar a México. Por ello envió sus Obras públicas: artefactos de Nicanor Parra, una muestra plástica, visual, construida con objetos desechables, ironía y la historia viva y pasada de su palabra. El antipoeta se las ingenia para presentar sus piezas que integran 8 collages. “El quebrantahuesos (1952), poesía visual elaborada con recortes de prensa; las Tablitas de Isla Negra (1976), 90 trozos de madera de desecho con dibujos a bolígrafo; las Bandejitas de la reina, 80 charolas de cartón con dibujos y frases a pluma; los Artefactos(1972), postales que ideó y elaboró en conjunto con el diseñador Guillermo Tejeda; Trabajos prácticos, grupo de 39 objetos de desecho con leyendas en papel; Container audiovisual, módulo cerrado para proyección de material en video que incluye lecturas emblemáticas del poeta, videoartefactos; el documental Cachureos, el cortometraje Hidropoemas, 7 estaciones y una lectura del Poema XX de Pablo Neruda”. Parra se las ingenia hasta el final de sus días para rendir homenaje a Neruda, un personaje muy vinculado a México, donde editó su clandestino Canto general. Este es un material, una muestra para Carlos Monsiváis, él más que nadie podría adentrarse en el humor, ironía, sarcasmo, chilenismo del antipoeta.

La 26ª Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) arrancó con un homenaje al Pope del boom y de la literatura mexicana desde la desaparición de Octavio Paz, el autor de La región más transparente, Carlos Fuentes, quien falleció el pasado 15 de mayo. Carlos Fuentes nació en Panamá, estudió en Chile, donde dijo que se hizo escritor y después completó sus estudios en Argentina. Una coincidencia para esta feria. Fue un gran promotor de la literatura mexicana, latinoamericana y en idioma castellano. Llenó un espacio que unía México con España y América Latina. Estaba donde el idioma español, castellano, estuviera presente, o se debatiera sobre su futuro. Dijo y dijo más que casi todos en su tiempo. Fuentes, hace años, ya era una institución en México y en el idioma español. La mancha de su escritura se expandió a través de sus dos dedos índices, que no dejaron de teclear hasta el final de sus días. Se convirtió en un cedazo en la voz de México, desilusionado finalmente de los políticos, consideraba que no estaban a la altura de México. País vasto, rico en petróleo y en cultura, generoso con los escritores. Grandes novelas han nacido de sus entrañas. Por ejemplo, los tres escritores vivos más destacados de Colombia viven en México. El principal poeta de la Argentina, Juan Gelman, vive en México. La poeta más grande de Chile, Gabriela Mistral, fue homenajeada en México con estatuas en vida. Bolaño recreó sus dos más ambiciosas novelas en México. Desde luego hay más autores, europeos, latinoamericanos, de antes y después, viajeros que han hecho historia en México. Lucho Gatica, el rey del bolero, se quedó en México (esa es una novela pendiente). México es una gran plataforma, un escenario en constante movimiento.

En el marco de la FIL se están otorgando tres importantes premios. Uno, que estuvo ausente, a Echenique. Otro, el Carlos Fuentes, a Vargas Llosa, y un tercero a la joven novelista chilena Lina Meruane, Premio Sor Juana Inés de la Cruz.

Lo importante en una feria es encontrar un par de libros, saber que aún existe la poesía, escuchar alguna conferencia que no sólo sean palabras y volver a comprobar que los libros son la más formidable aventura humana en solitario.

 

Pedro LemebelDel epilogar. El torero no tiene miedo

Las ventas en la mediagua chilena de Guadalajara han sido fenomenales, de acuerdo con los organizadores. Se piensa vender los 21 mil libros que viajaron de Chile. Aún se desconocen autores contenidos y géneros en detalle, pero la fiesta la ha vuelto a poner el novelista y cronista Pedro Lemebel. Sus performances son de temer para el establishment y ya lo había anunciado en pleno vuelo hacia la tierra mariachi, donde todo se puede rajar, menos Jalisco. Sus primeros pasos y actos sobre el terreno de la feria fueron en el pabellón chileno y el periodista de La Tercera, Roberto Careaga, describe su ingreso como “una sombra oscura, silenciosa, perturbadora”. Durante su performance fue más explícito, de acuerdo con reportes del matutino chileno, cuando expresó Cucurrucucú Paloma con su voz gastada por un cáncer: “Esta feria es una mierda. Un mall burgués. No he visto a pobres, ni punkis ni hippies. “Y el stand de Chile, qué cosa más horrible. Esa mediagua, ese palafito, cuatro palos. Y barato salió. Para hacerse los pobres lo hicieron. Horrible”.

“Bueno, ustedes me podrían decir igual como yo digo de mi Presi: es lo que hay”. Ya había advertido, al inicio de su presentación: “Vengo gratis a entretenerlos, pero digo lo que quiero”. Hizo suyo el escenario a sala completa, a un público que le brindó este marco con la atmósfera melancólica del clásico de Pedro Infante y de la mexicanidad, la famosa ranchera Cucurrucucú Paloma, que el charro de todos los tiempos inmortalizara por el planeta. “Como lloró por ella, que hasta en su misma muerte la fue llamando”.

¿Lemebel se siente una paloma herida? Su vida no ha sido color de rosa, marica y marginal en el Chile pinochetista, hijo de la tradición ninguneadora, vivió a orillas del Zanjón de la Aguada, tiene el mérito de una bomba de tiempo en el silencioso mudo mundo de la palabra. En mi memoria infantil, residente de los parajes de General Velásquez, está el Zanjón de la Aguada como un sitio de la nada en algún lugar que se alumbraban con velitas los pobres de esa parte de Chile. Una suerte de funeral en vida. Un sitio innombrable, de alta peligrosidad, donde la vida daba vueltas en un remolino sin tiempo. Lo mataron en el Zanjón de la Aguada, y veíamos viajar en las noches esos espíritus intranquilos por un largo pasillo oscuro, violeta, sin fin ni tiempo, agua, mucha agua. Esperábamos que los angelitos llegaran al lugar y lo limpiaran del espanto. Un territorio limbo, cuyas aguas cruzaban desconocidas y silentes en nuestra imaginación, un territorio que imaginábamos de noche. Santiago nunca respetó la belleza ni la pobreza, sólo se hizo espacio y desparramó como una gelatina de concreto y asfalto, arrastraba gente por cualquier lugar. Desaparecían chacras, entornos rurales, alamedas, y el cemento esperaba que los gorriones aterrizaran muertos. He leído unas crónicas sueltas de Lemebel, imperdonable, pero estoy más lejos de Chile de lo que parece. No me he topado con sus libros. No es cuestión de olvido o ninguneo, sino de ocasión. Las editoriales, seguramente, tienen sus prioridades, necesidades, sus misteriosos caminos.

Cronista de la cara invisible de Chile, lo catapultó otro cronista genial, el mexicano Carlos Monsiváis, precisamente en la Feria de Guadalajara de 1999. Con estas palabras recuerda esa época, a Monsiváis, un ídolo en México, algo determinante en su carrera literaria. “Él fue de los primeros que alabaron mi escritura cuando otros escritores me miraban con asco. Yo era el maricón de la crónica, un género bastardo, ahora está de moda y toooodos escriben crónicas”. “Pedro Lemebel es un fenómeno de la literatura latinoamericana de este tiempo. Uso el término fenómeno en su doble acepción: es un escritor original y un prosista notable y, para sus lectores, es un freak, alguien que llama la atención desde el aspecto y rechaza la normalización ofrecida. Un escritor y un freak indisolublemente unidos”, son palabras biográficas de Monsiváis.

Lemebel, recuerda La Tercera, al rechazar una invitación de Roberto Bolaño: “En 1999 me dijeron que sobraba un pasaje. Entre mandarlos a la mierda, dije: ‘Voy y aquí les dejo la cagá’. Y así lo hice”. Y en el México del 2012 volvió a la carga sin anestesia, el torero ya no tiene miedo: “No ha sido nada agradable vivir estos cuatros años en chilito”, dijo. “Me quedé sin trabajo, me cerraron el diario, La Nación, donde publicaba mis pobres crónicas. No he agarrado ni un puto proyecto y más encima me agarra el cáncer. Atroz. Lo único que quiero es que se acabe esto. Los presidentes pasan como las olas del mar. Como sea, no es tan fascista, pero es tonto”.

Háblame de amores es el último título con que Lemebel se presentó a la feria mexicana, vestido con una túnica blanca. Y su lema fue: “Si pueden, compren el libro, si no, róbenlo”.