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Carmen Isabel MaracaraCarmen Isabel Maracara
Alta tensión

1

La calle, un cornetazo, una voz entrecortada que se aproxima a la cotidianidad, el disfraz que inunda cada uno de los instantes cuando la ciudad, esa vaga culpa que adormece, se transforma en una mentira y coquetea con los sudores revueltos de una oficina pública, donde alguien Ama en silencio, donde nadie mira el corazón del otro.

Carmen Isabel Maracara regresa a los lectores luego de haber publicado Ser de viento (Fundarte, 1991).

Alta tensión: La ciudad de estos textos muerde. Es una perra que gruñe y luego se convierte en jauría. El descuido advierte el poema que le da nombre al libro.

Este trabajo, donde lo diario, la rutina de las horas, copa las imágenes, forma parte de esa vocación que trasnocha al poeta y lo conduce por el blanco de un desierto, o por la página donde la soledad también alerta.

Ningún pensamiento falso sustituye al mar, nos dice, luego de negar otros lugares donde la nostalgia y el frío rozan el tiempo.

 

2

Todo poema es una crisis, anuncia el sentido borroso de la realidad a punto de estallar ante los ojos. La poesía se encarga de revelar lo que otros no ven. O el extravío que ven en la superficie. Desde este lugar, algunos actos se han vuelto difusos. Una distancia virtual los hace dañinos. Una sobre naturaleza que toca artificios y falsas maniobras. El texto cuenta desde sus vísceras, retoma la mudez y la convierte en un juego de ajedrez, en una estrategia anudada al silencio. Es preciso detenerse en una esquina a mirara cómo pasa la gente. De esa manera, la poeta/peatón reivindica la agudeza de quien —desde adentro— había olvidado el pulso de la ciudad.

¿Qué duda cabe en una sola mirada, si no se sabe con qué palabras se entra al poema, al que la ciudad mantiene aprisionada en un nuevo lenguaje?

Este libro respira entre la duda y la derrota. Una duda que se ubica en el adentro orillado donde, tanto el amor como el vértigo, se sustentan para verificar que existe una posibilidad de regresar a la realidad. Y una derrota estacionada en el afuera, en el desgano de la ciudad, en las preguntas sin respuestas, o en las respuestas sin preguntas.

 

3

La primera parte es una página que brota de la ceniza, de una altura no concebida. Un cierre de destrozos, como la palabra abismo, deshecha, hecha añicos.

Caer,
como un anuncio luminoso
que estrella sobre el suelo
sus luces de colores.

En trizas,
sobre el cemento,
habrá un color nuevo,
al que podrás acostumbrarte.

Escuchar el sonido de la caída,
anticipándote.

Ave fénix, dice la poeta y el tiempo nos regresa al momento de presentir el estrépito, el incendio y el vuelo a una segunda parte.

La palabra silencio encuentra lugar en estos poemas que se alargan. Mientras, la lectura nos suena en la lentitud de la noche. Se advierten unas ventanas, invisibles al ojo de quien no sabe abrirlas para ver el lugar donde habita la quietud, el extravío, la duda, el olvido y una aurora que penetra y se instala en la entonación de un libro invadido por nosotros, hasta quedar con la mirada yerta, preparada para iniciar de nuevo esta alta tensión de la soledad de una ciudad, morada de quien mira por una ventana y luego desfallece.