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El número uno / Hilos de emoción

(A la niña Ramona Delgado, quien jugó con muñecas de trapo)

El número uno / Hilos de emoción

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Marina Sandoval es una niña que se imagina adulta, que se hace la adulta para que crean que uno no se da cuenta de que aún es la niña de bucles amarillos y de ojos verdes que siempre hemos visto ataviada de muñeca en las fiestas de la escuela. Por eso escribe, por eso anda pasito con sus zapatos de trenzas y sus medias tobilleras. Y uno la ve entrar y salir de unos libros que leemos al lado de otros niños que ella ha invitado desde los cuentos que hoy tenemos en las manos.

Marina Sandoval sueña y escribe. Marina inventa y cuenta. Marina Sandoval sueña, escribe, inventa y cuenta para que otros niños junto con ella lean las historias que aparecen en sus libros El número uno (2004) e Hilos de emoción (2007), donde hay un alboroto de chamitos, chamitas y muñecas, protagonistas de la imaginación de Marina. Entonces comenzamos a ser ellos y ellas y a formar parte de las ilustraciones y fotografías que otra niña, un poco recatada, Beatriz Nones, ha hecho para estos libros que andan por allí hechos papagayo en los ojos de todos los muchachos de la cuadra, de los edificios y de los parques. También en las escuelas se dice que han visto a estos personajes que juegan fútbol, son modelitos en bicicleta y muñecas de teatro. Y otras son verdaderas muñecas, como las que mi amiga Angelina Bolívar de Utrera hiciera para que Aquiles Nazoa inventara su libro. Son muñecas con historias, como todas, porque toda muñeca es una niña que, como Marina Sandoval, narra su mundo y sus aventuras. ¡Vaya manera de respirar la vida, tan sabrosa como comerse un mango o un helado de fresa a la hora del recreo mientras en el cielo retozan las nubes repletas de pájaros!

 

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“El número uno” es un niño que atrapó una pelota a punto de entrar en el arco. Es un niño futbolista. Es un niño que tiene todos los nombres, que es todos nosotros cuando fuimos carajitos, ansiosos por ser el Rey Pelé, Ronaldo o Messi. Y un día fue Casillas porque agarró una pelota y “salió corriendo con la diestra en alto en señal de triunfo y luciendo en su espalda el número 1”. El niño cuyo nombre no aparece en el cuento, porque somos todos los lectores, dijo que había hecho magia para que su país, Venezuela, pudiera atrapar el disparo que hizo el otro equipo. Todavía escuchamos los gritos en las gradas y hasta el alarido del locutor cuando anunció el ¡¡¡goooool!!!

En el mismo libro hay una niña, “La chica fashion”. Una niña monísima, bella y agraciada que anda en bicicleta, pero además siempre piensa en su mascota, un perrito o un gato que la hace llorar cuando salta y la rasguña. Es una niña modelo que se llama Gabriela, que guarda un grano de caraota en una de sus orejas. ¿Será que quiere ver crecer una mata en su cabeza? De niños hemos visto jardines en la cara de muchos niños y niñas que se han sembrado semillas en los oídos y en la nariz. ¡Qué manera de amar la ecología!

Marina cierra este libro con “No me gusta ser muñeca”. Se trata de una niña que debe representar en el teatro a una muñeca. Pero está tan incómoda con el traje y el maquillaje que no puede moverse en escena. Frente al público se queda congelada, como asustada, no puede actuar, hasta que el maestro de ceremonia, al darse cuenta, anuncia que “A la muñequita rubia se le rompió la cuerda”. Una buena manera de sacarla del problema, con humor y mostrarnos los ojos de sorpresa de “Marilú”, que así bautizaron a la muñeca que no era muñeca sino una niña que no pudo ser muñeca porque no se podía mover. Tres historias para muchos niños.

 

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Estas son muñecas que hablan solas. Hablan hacia adentro. Es decir, son personajes que cuentan sus vidas en silencio, como para que las escuchemos muy bajito, muy atentos. Ellas monologan con los lectores y se nos meten en la vida. Y allí se quedan un rato largo, con sus vocecitas, con sus ganas de correr por un parque, de abandonar la timidez o lavarse la cara porque una cree que es fea. Bueno, se trata, como dice Marina Sandoval, de muñecas que pertenecen a varias personas y al Museo Salvador Valero, pero que son hermanas de aquellas que hizo Angelina Bolívar de Utrera en Villa de Cura y que Aquiles Nazoa metió en un libro. Entonces son muñecas vivas, muñecas para siempre porque se quedan fijadas en el recuerdo, en la imaginación, en la alegría y las tristezas, en los días y las noches. Bueno, son muñecas para no estar solos.

Son nueve cuentos de nueve personajes que se mueven en Hilos de emoción, y aunque el título parezca lugar común se ajusta a los motivos de cada una de ellas. Son muñecas que respiran en su mundo. Son tan vivas que después repetimos algunas palabras que ellas pronuncian. Son muñecas que fueron hechas por abuelas, madres, tías, amigas y vecinas. Son muñecas plenas de poesía... como aquella que pasa inadvertida pero que es muy querida y está llena de “estrellas de encaje y botoncitos de luceros”. O aquella que duerme en una bella hamaca, llena de colores, a quien se le rompió el cuello y precisaba de un cirujano. Son tantas que confunden sentimientos, tan muñecas de trapo que nos hacen regresar a aquel mago que en Oz tenía como amigo a un espantapájaros. Y así, tan vivas que musitan en nuestros sueños la felicidad de estar siempre al lado de la cama. Muñecas de trapo que hablan del cielo, de enfermedades y felicidad. Muñecas diarias, como nosotros. Ahí están a la mano, esperando por ustedes —niños y adultos— para que las tengan siempre en casa.

 

4

En verdad que dan ganas de llevárselas y ponerles nombre. Aunque con Rita no hace falta. Leamos un pedacito de su historia: “Yo me voy de aquí, pensaba muy contrariada Rita. Esta casa parece abandonada, no se oye ninguna voz, ni una risa. A veces, unos pasos que apenas pisan como si temiesen ser descubiertos. Pienso que son sólo sombras sin movimientos sonoros y con respiración de pajaritos”.

(Ahora recuerdo a la niña Ramona Delgado, tan pequeñita, tan muñequita, tan eterna. Ella jugó con muñecas de trapo y de barro en su pequeño mundo de Santa Ercilia y Guardatinajas. Ramona acaba de entrar en otro libro, en el libro para siempre, donde sueñan y son felices).