“Fábulas de carne y huesos”, de Manuel Felipe SierraFábulas de carne y huesos

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La lectura ennoblece el alma, y un amigo sabio la consuela.

Voltaire. El Ingenuo.

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Certeza la que encontramos en la idea que nos suministra el también autor del Tratado sobre la tolerancia y del Ensayo sobre las costumbres y el espíritu de las naciones. Certeza que nos obliga a decir que la lectura alberga demonios y santidades, sombras y luces, bosques y desiertos, poesía y maldiciones, verdades y mentiras, crónicas e historias, revelaciones y fábulas. Y, precisamente, en esta que hoy nos atrapa, el alma se ennoblece gracias al escritor amigo que se ocupa —en su ociosa paciencia— a hacerle juego a todos esos contrapuestos que también hacen posible que respiremos y a veces nos ahoguemos. Se trata entonces de un hombre que nos tiene acostumbrados a subir y bajar alturas en el momento de trazar sus momentos de reflexión. Se trata de un periodista y escritor falconiano de nacionalidad espiritual y corporal llamado Manuel Felipe Sierra y quien, por esa doble razón, ha escrito Fábulas de carne y huesos (FB Libros, Caracas, octubre 2011) en el que volvemos a decirnos de la noble lectura que nos revisa y revisa a los demás, los ausculta y nos ausculta como lectores. Es más, Manuel Felipe Sierra es el depositario de sesenta episodios donde habitan personajes, situaciones, historias pues que vagan de página en página y que nos hacen ir y venir en nuestros tiempos de vida, en nuestros momentos de carne y huesos.

Este amigo sabio, quien además escribe, ennoblece el alma de tantos duendes que en su libro habitan. Los ennoblece su manera de decir, de trazar el rostro sombrío de los dictadores, el perfil revelador de los constructores de sociedad, de los alfareros de espíritus, de los tantos personajes que Sierra ha retornado a nuestra desmemoria. Se trata, digo, de un libro —para pronunciarlo con el mejor acento de otros días— sabroso para degustar, hondo para bucear y sabio para aprender.

 

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¿Qué hay en estas páginas? ¿Qué nos hace cómplices de estas 220 páginas, de estas sesenta crónicas bautizadas fábulas? ¿Qué nos dice Manuel Felipe Sierra? Pues bien, el autor, periodista de larga carrera, escritor y comentarista, nos lleva de la mano y nos hace abrir esta ventana donde nos encontramos con personajes como El Chacal, Medina Angarita, García Márquez, Gallegos, Humboldt, Graterolacho, Fidel Castro, Jóvito Villalba, Delgado Chalbaud, Mario Vargas Llosa, Pérez Jiménez, José Agustín Catalá, Kapuscinski, Al Capone, Salvador Allende, Pérez Alfonzo, Perón, Manuel Caballero, Correa, Duvalier, Humala, Fujimori, Carlos Andrés, Cabrujas, Chávez, entre otros tantos que se enriquecen con las partidas de nacimiento de quienes han quedado impresos en estas Fábulas de carne y huesos.

Y la certeza se hace más cierta cuando anclamos nuestra atención en la manera de escribir o de decir de este fabulador que escribe libros y lee poesía y tiene apego a la buena literatura. Es decir, estamos frente a un hombre que sabe escribir libros, que cabalga con nuestro imaginario verbal y hace de sus crónicas un legado de respeto por el idioma que lo amamantó y lo vio crecer. La certeza, porfío, está en sabernos parte de un libro porque al leerlo somos él, somos los personajes que trata, somos las páginas, las que olemos, las que dejamos y luego retomamos, las que nos hacen cerrar los ojos y respirar hondo, las que nos levantan y hacen ir a tomar una taza de café en medio de tribulaciones e imágenes que Manuel Felipe nos ha regalado.

Un cuerpo orgánico, como todo cuerpo que se respete, tiene carne y huesos pero también sangre. Se trata en todo caso de un libro anatómicamente vivo, respiratorio, circulatorio, histórico, geográfico. Un cuerpo fabulado, crónico y sincrónico cuya sangre, el icor de su estirpe, igualmente nos recorre cuando lo palpamos, lo leemos, lo desnudamos y le damos forma cuando lo proyectamos, lo comentamos y lo hacemos otro libro, el libro otro que siempre es conveniente llevar en la memoria para poder decir cosas como estas que hoy digo, con el perdón de Manuel Felipe Sierra.

Hay entonces de todo un poco en este libro. Los personajes tratados giran alrededor de eventos en los cuales hemos estado presentes desde lejos o en el mismo sitio de los hechos. Hemos sido protagonistas y ahora más con estos nombres que nos acercan a la pequeña historia, a la fábula universal, al destino de los que quedaron marcados por el tiempo, de los que ya son parte de diccionarios y libros de texto. Fábulas de carne y huesos viste el viejo esqueleto del olvido. Nos hace en la medida en que ambulamos por sus páginas y sentimos que su autor ya no es dueño de ellas.

 

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Entro sigilosamente en “Cabrujas”, en una de las últimas fábulas del libro. Y lo hago por la cercanía afectiva con el personaje y por la calidad con que Manuel Felipe lo aborda. Un trozo para fijar parte del país que recordamos. Un trozo para volver al “MAS de mis tormentos” y a la revista Punto: “Un día, Luis Bayardo Sardi, miembro del consejo editorial, se apareció con una colaboración firmada por Sebastián Montes. Después de varias publicaciones la columna comenzó a llamar la atención de los lectores. Estaba escrita con pulcritud, desenfado, irreverencia y una fuerte dosis de humor. Al tiempo se supo que se trataba de un seudónimo de José Ignacio Cabrujas, ya famoso como dramaturgo y quien junto a Román Chalbaud e Isaac Chocrón formaban la ‘Santísima Trinidad’ del teatro venezolano. El nombre Cabrujas también era noticia en la crítica cinematográfica. Había estallado el ‘boom’ del cine nacional en pleno esplendor de la ‘Gran Venezuela’ y su nombre estaba asociado con las películas que registraban mayor éxito de taquilla...”, y por ahí se fue Manuel Felipe, quien dejó escrito a un hombre a quien también tuvimos cerca e hizo amistad con nuestros huesos maracayeros, Luis Bayardo Sardi, el “príncipe”.

Me desplazo por el libro con el mismo sigilo y menciono otras fábulas como las dedicadas a Allende, Humala, Baduel, Kapuscinski, Catalá que, por la misma certeza de líneas anteriores, merecen espacio antológico. Es decir, todo un libro para lectores que quieran revisar el mapa y la anatomía de un país medio borroso. Un país de estos días que nos duele y nos escuece. Un país lleno de gente —sabia o perversa— que flota en las páginas de un libro escrito por un periodista nombrado Manuel Felipe Sierra. Un libro fabulado y fabuloso. Un libro.