Una guitarra para siempre
Palabras en clave de sol para el maestro José María Verdú
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Se trata de un hombre que hizo de la música un periplo interminable. Un maestro que ha sabido de aulas académicas y escenarios. Un músico de cuerdas en sus dedos y de voz para enseñar con sabia paciencia la hondura de la estética, también la pasión por la vida, la diaria vida en el corazón de una guitarra.

La vida y obra de José María Verdú Arlandis representa un largo viaje por paisajes y sonidos. Una magia que completa la realidad de quien un día de 1934 nació en la Valencia de España y pasó por todos los cursos de música necesarios para graduarse de manos de los maestros Francisco José León Tello, Rafael Balaguer, Antonio Estévez y Heinz K. Tesch.

José María VerdúDe aquella hermosa ciudad, la de sus orígenes, se trae la sapiencia y los deseos de continuar sus estudios. Con ellos completos se dedica al perfeccionamiento de la guitarra y hace entrada en los vihuelistas del siglo XVI y XVII. Entre concierto y concierto y una favorable crítica de los especialistas, Verdú forma parte del equipo que elaboró el Método de Cuatro de Fredy Reyna.

Sería trabajoso incluir en esta semblanza biográfica todas las actividades realizadas a lo largo y ancho del mundo de la música. Podríamos destacar que recibió de la Universidad de Valencia el certificado académico profesional en 1950. Entre 1951 y 1952 estudia en el Conservatorio Profesional de Música y Declamación de Valencia donde obtiene la certificación académica y luego el título profesional. En la Escuela de Música “José Ángel Lamas” obtiene la constancia de estudios de Fagote y Armonía (1955-57). Ese mismo año, 1957, trabaja en el Método de Cuatro del maestro Reyna. De ahí en adelante, su talento como guitarrista se hizo sentir en importantes escenarios como el Conservatorio de Lisboa, la Academia Chigiana “Siena” de Italia donde participó en el Premio “Matilde Cuervas”. En 1965 alterna con su maestro Rafael Balaguer en el Colegio Mayor Universitario “Alejandro Salazar” de Valencia con la Agrupación de Cámara de Radio Nacional de España. Al año siguiente, tocó en la Sociedad de Amigos de la Guitarra en Valencia.

Laboró desde 1967 hasta 1973 en el Ciclo Diversificado “Gregorio Mac Gregor” de Caracas. En 1968 aparece su reseña profesional en la Enciclopedia Salvat de la Música. En 1968 participa con la Orquesta Sinfónica Venezuela en Concierto Levantino, de Palau.

 

Sigue la travesía por la música y el trabajo

El profesor José María Verdú Arlandis es autor de Apuntes de música, publicado en Caracas en 1969. Ha desarrollado charlas ilustradas sobre la historia de la música y ha estudiado etnomusicología con Luis Felipe Ramón y Rivera (1971). Desde 1972 hasta hoy, nuestro personaje es profesor en la Cátedra de Guitarra del Conservatorio de Música del estado Aragua. Ese mismo año 72 estudia, en el Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes, Formación Orquestal, Coral y de Cámara. Ingresó al Instituto Universitario Pedagógico de Maracay como personal contratado en 1975, donde inicia una extraordinaria labor docente. Publicó el folleto Teoría y Solfeo I como coordinador del Área de Música. Ejerció en el Conservatorio de Maracay como jefe de la sección de cuerdas.

Universidades, colegios universitarios, centros culturales, ateneos, casas de la cultura reconocen el trabajo artístico de este ciudadano del mundo que se instaló en la ciudad de Maracay para entregarnos su inteligencia, maestría y elegancia como ejecutante de guitarra y como ser humano.

En el año 2000 la Fundación Bigott publicó una importante reseña titulada “La música en Venezuela”. Tres años antes tomó parte en el I Encuentro Nacional de Educación Musical en Caracas. En el 2002 recibe la Orden Bolivariana Ciudad de Maracay en su Primera Clase, otorgada por la Alcaldía de la Ciudad Jardín. En 2003, publica el libro Proceso sensorial en bellas artes, con prólogo de Alberto Hernández. Así mismo, la Gobernación de Aragua lo distinguió con la Orden “Mérito al Trabajo Cultural” en 2004. Un año después el Pedagógico de Maracay, su casa de casi toda la vida, le ofreció un homenaje con la asignación del Aula Epónimo “José Verdú”.

Muchas han sido y seguirán siendo las actividades y alegrías que este hombre culto, dado a usar el lenguaje como herramienta de sabiduría y destreza de pensamiento, nos dará a saber en la medida en que el mundo continúe girando.

 

Una reseña vital

Precisamente, al lado de Lilia Vera, la Verde Clarita, Antonio Vera, entre otros, José Verdú forma parte de una suerte de enciclopedia nacional, editada por la Fundación Bigott. En ella dicen, entre otras cosas: “En el Instituto Universitario Pedagógico Experimental de Maracay se inicia en 1975 como profesor de teoría y solfeo, apreciación musical e introducción a la estética y desempeña actividades técnico-administrativas participando en la planificación del diseño curricular del instituto, elaborando los programas de estética e iniciación artística, diseñó el reglamento para el área de extensión del Departamento de Arte. De 1976 a 1986 ejerce el cargo de profesor enlace entre el Departamento de Cultura y la División de Planificación. En 1979 le correspondió ejercer la jefatura del Departamento de Cultura. Es autor e intérprete de la música de Maracaibo Petroleum Company, del cineasta Daniel Oropeza. En 1991 gana, en concurso de oposición abierto por la Secretaría de Educación de Carabobo, la dirección de la Escuela de Música Sebastián Echeverría Lozano.

 

Fredy Reyna agradece a José Verdú

En la entrada del Método de Cuatro, el maestro Fredy Reyna escribe: “Un cordial reconocimiento a mis amigos: José María Verdú, quien desenmarañó mi prosa barroca, para lograr un texto coherente”. Igualmente menciona a Abraham Abreu, a sus hijos Federico, Tatiana, Maurice y Ana Isabel, sin dejar de lado a Lolita, “alma y vida mía y de esta obra”. Abajo, la firma del maestro ya desaparecido.

 

Una mirada cercana

Para los que conocemos y sabemos del profesor José Verdú, se trata de una tarea bastante ardua intentar entrar y salir de su tramada existencia profesional. Su extensa vida, su entrega total al trabajo, su paciencia docente, todo eso junto, han hecho de este hombre, peninsular y criollo, una manera de ser. Se trata de un ser humano que cruza las horas de la ciudad con el silencio de su andar.

La mirada con que lo reconozco desde mis tiempos del Pedagógico, bajo un árbol o en el aula de clases, es la misma que abarca un poema, una canción, un saludo, una charla con un café para el momento. El maestro José Verdú, se me ocurre, camina por este texto del poeta Gastón Baquero:

“Me siento bajo el sol a beber tarde, / a comer rodajitas de blando atardecer, / rodajitas finales de este domingo triste, / triste como todos los domingos, / y más los domingos tristes de verano”. Con la diferencia de que José Verdú entra en ese domingo y lo florece, lo nombra y lo marca con la sonrisa de quien ha sabido andar por el mundo, con su Quijote y su Sancho, con su adarga y su batuta, con su guitarra y la voz de aquellos primeros días de su bella Valencia, donde comenzó su historia, donde los dioses instalaron el buen gusto, a través de su padre, “mi primer maestro”, presente siempre en el corazón de una guitarra.