“Rana”, de Mo YanRana, de Mo Yan

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Uno lee Rana (traducción de Yifan Li, editado por Cora Tiedra, a través de la Editorial Kailes; Madrid, 2011), del recién conocido escritor chino, Premio Nobel de Literatura, Mo Yan, como quien lee una cartilla. Es un libro cuyo narrador da muestras claras de que estuvo sometido a decir pocas cosas por la vieja censura comunista del inmenso país asiático. No obstante, dados los cambios en la nomenklatura china, Mo Yan destiló, gota a gota, muchas de las perversiones cometidas por quienes guiaban desde Beijing los destinos de esa poderosa administración política.

Es un libro de una abrumadora sencillez. Esta novela corta de Mo Yan es la primera que se traduce al español directamente del chino, porque las anteriores han sido vertidas del inglés o de otro idioma occidental, de modo que estamos en presencia de una lectura más cercana a la realidad de quien acaba de ser reconocido con el máximo galardón de las letras mundiales. Y digo cartilla porque nuestra ignorancia acerca de tantas cosas que sucedieron en esa nación en la década de los años cincuenta, que es cuando el escritor comenzó a ambientar la obra, es casi oceánica pese a informaciones que se filtran. Se trata de un período en el que se sentía una de las hambrunas más inhumanas provocadas por los delirios de un tipo llamado Mao Zedong, quien se encargó de llevar al máximo su idiotez ideológica hasta los límites más terribles, entre ellos la llamada Revolución Cultural.

Mo Yan concentra su atención en el tema del control de la natalidad ordenado por el gobierno, pero alrededor de ese clima muestra una serie de tópicos que caracterizaron a la China de esos durísimos años de hambre y represión comunista. Por ejemplo, la muerte de las clases sociales obtuvo rango de verdadera presencia de clases en la división que impuso el Estado Rojo mediante el goce de privilegios de parte de los funcionarios, la claque burocrática, la apegada al Partido Comunista. Así lo dice el autor: “...Tres eran los tipos de trabajadores: campesinos pobres, trabajadores independientes o campesinos de un nivel mediano y trabajadores con tierras o campesinos con riquezas”. Estos últimos, generalmente mal vistos, eran los que realmente mantenían el país. Así, los funcionarios y jefes se alimentaban con los cereales de los almacenes mientras el populacho comía raíces e insectos.

Pues bien, en ese medio, una joven mujer estudia los conocimientos básicos de la medicina ginecológica y se encarga de traer niños al mundo, tarea que la convertiría en heroína popular, toda vez que sustituyó a las ancianas “abuelitas” (comadronas) que causaban desgracias y dolores en las parturientas. Es decir, se trata de una médica universitaria que se dedica enteramente a su trabajo en la comunidad.

 

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El personaje, Wan Xin, “Corazoncito”, según la tradición china de la época de poner apodos a los niños al nacer, es el eje central de esta historia relatada en 88 páginas. Ella, a quien también apodaban “Bodhisattva” (diosa de la natalidad), logra conseguir novio en un miembro de la Fuerza Aérea, quien ilusiona a todos, pero que hace lo contrario luego al huir en su avión a Taiwán, donde gobernaba el Kuomintang, partido de Chiang Kai-shek. Este evento la transforma. La hacen presa y después la dejan libre. Se dedica con ahínco a sus labores médicas y al Partido. El abandono del novio piloto la lleva a un intento de suicidio. Deja escrito con su sangre: “¡...Soy una persona del Partido, cuando muera mi alma también pertenecerá al Partido!”. Fanatismos de la época. Se salva y es castigada con más trabajo en el hospital.

Superados estos acontecimientos, el gobierno de Mao ordena la planificación familiar. Entonces, la doctora Wan Xin se convierte en una persona odiada por los hombres y mujeres de su ciudad. Pero ella obedece sin chistar los dictámenes de Beijing.

En 1961, el hambre dobló al pueblo chino: “Las mujeres perdían la menstruación y los hombres la virilidad”. En 1963, con el aumento de producción de boniato la población comenzó a alimentarse mejor, así los hombres recuperaron la virilidad, el bigote y el deseo sexual; las mujeres los pechos. Después casi todas las jóvenes salieron embarazadas. En 1965, la población aumentó brutalmente, por lo que el gobierno tomó fuertes medidas. Un viejo slogan lo recuerda: “Uno no es poco, dos son suficientes, tres son demasiado”, al referirse al número de niños. Regalaron condones, pero no eran usados, píldoras pero eran echadas a la basura. Entonces llegó la vasectomía con persecución y prisión a quien no la aceptara. Hasta que finalmente se impuso a sangre y fuego. Así terminaron los días de gloria de la doctora Wan Xin, la famosa “Tía”, conocida así porque los narradores hacen de sobrinos del personaje.

Rana es una novela donde destacan rasgos del realismo mágico, por la cercanía lectora de Mo Yan a García Márquez. En la obra aparecen historias que dan cuenta de esta tendencia. Se trata de una historia que devela la realidad pasada y presente de la milenaria China en manos de un régimen que la ha convertido en una potencia imperial, por su imposición demográfica y su expansión terráquea a través de quienes huyen del exceso de población, motor de miserias e injusticias.