“Peregrino interno, novela abierta”, de Gustavo Luis CarreraPeregrino interno, novela abierta

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Gustavo Luis Carrera vivió durante cuarentaicinco días en la Cárcel de Los Teques con un grupo de delincuentes, entre los que se encontraba un pran que lo protegía. La historia de esta experiencia tiene piso en la realidad de un evento en el que estuvo comprometido su hijo. Se trata del caso Linda Loaiza López y Luis Antonio Carrera Almoina. La historia fue dada a conocer hasta el cansancio por los medios de comunicación.

Producto de esa experiencia real, Carrera escribió la novela Peregrino interno (bid & co. editor, Caracas, 2014; 447 páginas). Se trata de un trabajo autobiográfico en el que autor desnuda el sufrimiento de los presos comunes en las cárceles venezolanas, pero también el de algunos presos políticos, considerados así por haber sido arrastrados por acciones próximas a la venganza de quienes ostentan el poder. La voz del narrador se pasea por los distintos avatares que sufre quien tiene que dormir en el suelo, comer mal y ser maltratado y mancillado por custodios, policías y guardias nacionales. La novela se extiende por la gran cantidad de personajes que pasan por ella y que son descritos, estudiados y considerados como seres humanos, de acuerdo con el talante pedagógico del autor.

Este trabajo de Gustavo Luis Carrera se vale de todos los recursos que le ofrece la literatura para abordar un tema (varios temas) que fueron vividos por él y que luego transformó en una novela de denuncia y desahogo.

 

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La obra, en la que conviven fantasmas y muertos convertidos en ayudas a través de la oración, en este caso, la esposa fallecida de Gustavo Luis Carrera, conforma un mosaico de revelaciones que relata la situación personal del doctor Carrera, pero que no abre ninguna ventana para confirmar que el hijo es inocente. El personaje, narrador y autor desliza sus reflexiones políticas, sociológicas, religiosas y académicas por la piel de una realidad que todos conocemos: las cárceles venezolanas son verdaderos antros donde la vida no vale nada.

Peregrino interno no es el primer trabajo literario de este ex rector de la Universidad Nacional Abierta. Antes había escrito, entre otras obras, Viaje inverso y Salomón, dos piezas que le dieron renombre a través de premios y reconocimientos, dentro y fuera del país.

Pero la obra nos deja un sabor amargo: Gustavo Luis Carrera Damas se explaya en su historia. Recurre a la memoria de su esposa muerta, a los afectos de su hija y demás familiares y se nutre escribiéndole notas a su hijo que estaba recluido en Yare. Claro, se trata de una novela “abierta” donde cabe estirar y encoger: el lector no queda convencido de la inocencia del hijo. Si es que pretendía con esto salir airoso. ¿Será necesario que Luis Antonio Carrera Almoina escriba sus alegatos en forma de novela para demostrar que no cometió el delito del que fue acusado? En todo caso no es el papel de este cronista sacar a flote responsabilidades de quienes actuaron en un evento que ya la gente, como es costumbre en este país, ha olvidado.

 

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La novela de Carrera es un trabajo de artesano. Sabe escribir novelas. Es un buen novelista. Es un hombre culto que se ha paseado por los laberintos de la ficción. En este caso, se evade —todo preso lo hace— a través de conversaciones imaginarias con Don Quijote y Cervantes, quienes también estuvieron presos. Durante sus ratos de lectura dialoga con Erasmo de Rotterdam. El Elogio de la locura fue un bastón de apoyo para quien creía que la cárcel lo convertiría en un orate. Fiodor Dostoievski también se acercaba a su camastro a hablar con él. Por supuesto, el cautivo lo invocaba y éste aparecía en auxilio. A darle consejos. Con Andrés Eloy Blanco también pasó, gracias a que ambos, Carrera y Blanco, son nacidos en Cumaná. Es decir, en la novela hay varias novelas. Es un largo relato abierto pero impregnado de personajes de las letras quienes también se mueven en sus páginas.

En una de sus reflexiones cita a Plutarco: “Las arañas de la justicia atrapan a las moscas, pero dejan escapar a las avispas”. También se acerca al Talmud: “¡Ay de la generación cuyos jueces merecen ser juzgados!”.

La vida en la celda especial es ocupada por presos pacíficos y hasta amables, dados sus orígenes. Por ejemplo, el pran Reinaldo viene del teatro. Otros han sido militantes de la izquierda, evangélicos, contadores de cuentos, imagineros, camioneros, estafadores, etc. Cada uno cuenta su historia al de más edad, es decir, al académico Gustavo Luis Carrera, quien recibe el mote de “profe”. El de doctor se considera sospechoso en la cárcel.

Estamos frente a unas páginas que destacan la calidad literaria del autor, pero como se trata de una historia real, deja muchos huecos que alguien tendrá que llenar. Probablemente el mismo Gustavo Luis Carrera, si la vida le da tiempo, porque Peregrino interno (novela abierta) también lleva como aclaratoria ser un capítulo: Inferno I. De modo que el lector imagina que habrá un Inferno II, en el que el hijo sea el personaje central, porque sin él la historia está incompleta y si la intención era defender a Luis Antonio Carrera de los “abusos” de los medios, con este trabajo no se logró, puesto que aquí relata que la prisión del ex rector tuvo que ver con el hecho de haber sido calificado de cómplice al ocultar al hijo, cuestión que en la legislación venezolana no está tipificada como delito. A esta acusación le agregaron la de uso indebido de insumos del Estado. Es decir, él trasladó al hijo en el vehículo de la UNA apoyado por su secretaria y por el chofer, también nóminas de la universidad. Ambos estuvieron detenidos.

Fascina leer la novela porque nos descubrimos en ella como seres humanos en el sentido de valorar la libertad, y porque desnuda la grave situación de nuestras cárceles, verdaderos depósitos de hombres que se consumen ante el retraso procesal y demás vicios de la administración de justicia en este país.