Comparte este contenido con tus amigos

Dos hijos y muchas deudas...

Si alguna virtud tiene el cantante y animador de la televisión peruana, Raúl Romero, es su desmedida preocupación por el futuro de sus hijos… Eso habla de un padre comprometido con el bienestar familiar y dedicado plenamente a criar hombres de bien que no pasen por las pellejerías de su infancia en El Porvenir, uno de los barrios más pobres del populoso distrito de La Victoria. Es realmente emotiva la constante mención de sus vástagos en medio de las más diversas circunstancias. Veamos.

Ya es tristemente célebre la entrevista que le hiciera la revista Caretas (Nº 1.656, febrero 2001). En ella cuenta con lujo de detalles sus visitas a Vladimiro Montesinos y tiene el desatino (por llamarlo de alguna amable manera) de declarar que “…si se hablaba de la Cantuta [un profesor y nueve estudiantes asesinados por un comando paramilitar, en 1994], de Barrios Altos [quince personas fueron acribilladas por militares durante una fiesta, en 1991] y de cierto control del Poder Judicial, a muchos de nosotros, desgraciadamente, nos parecía tolerable. Que me perdonen las víctimas, pero desde el punto de vista macropolítico (sic) nos parecía que era un precio a pagar…”. ¡Todo un estadista el jovencito!

Muy orgulloso de su fama cuenta que, cuando el jefe del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) empezó a negociar con él una serie de conciertos de su banda “Los no sé quién y los no sé cuántos”, con miras a la campaña presidencial de 2000, apoyando la tercera y inconstitucional candidatura de Fujimori, se sintió emocionado. Abrumado, solicitó la modesta suma de un millón y medio de dólares por catorce presentaciones y, aunque luego el negocio se truncó por el regateo de Montesinos (“la cosa tenía que quedar entre 800,000 y 1´100,000 dólares”), la promesa del arreglo le removió las fibras paternales: “En ese momento pensé que la vida de mis hijos estaba garantizada”. Claro, cuando José Francisco Crousillat, contacto de Montesinos con la farándula criolla y mandamás de América TV (canal donde Raulito estuvo cobrando 60,000 dólares mensuales por más de un año sin hacer programa y, cuando lo hizo duró solamente un mes en el aire), le comunica la “rebajita” solicitada por el asesor, el músico se despacha dignamente: “Le dije que no. Que para nosotros era una cifra insuficiente. Con lo que había visto en las cambiadas de letra y tal y cual, no podía exponerme…”. Pregunta ingenua: ¿por el millón y medio sí se hubiera expuesto?

No deja de enternecer el relato tan familiar e íntimo de la última reunión que tuvo con Montesinos: “Fui con mi esposa porque ella quería conocerlo. Yo no iba a llevar a mi esposa con un delincuente [aunque líneas arriba declara que “era peligroso decir que no” a la propuesta del asesor, “Montesinos gobernaba el país”; pero, claro, quién se no contradice de vez en cuando]. Mi esposa era admiradora de Montesinos (…) Le dijimos que venga a la casa, que no estuviera aislado. Nos daba pena, imagínate, allí sin familia…”. ¿Tiernísimo, no? Quién sospecharía que sólo cinco líneas después se pondría “macropolítico” y calificaría de “tolerables” las matanzas organizadas por el mismo Montesinos y su Grupo Colina. Bueno, dos contradicciones las tiene cualquiera…

Por supuesto, tres días después de publicada esa entrevista, y luego de ser bombardeado por iracundos jóvenes que le arrojaban huevos podrido mientras le gritaban: “El chino mata, Romero gana plata” (y cuando algunos auspiciadores de su programa amenazaban con dejarlo), Raulito ofreció, en el programa periodístico de su canal, sus más sentidas disculpas…

Poco antes de sus “confesiones”, en octubre de 2000 (un mes después del famosísimo vladivideo “Kouri-Montesinos” que terminó liquidando al régimen de Fujimori), el líder de la banda de rock nacional que hizo famoso el tema “Las Torres” (“…como cinco policías en la esquina / de Larco vendiéndole rifas a / los más zampados / y total corrupción hay en todos lados / y con cinco lucas / me compro un diputado, un juez, un fiscal, / un par de abogados, etcétera…”; ¿habrá sido su inconsciente el que lo traicionaba cuando empezó a cantar esa letra?), conversaba con la revista Gente (N°1345) y se lanzaba a la piscina con frases como: “ahora, por rating, se quitan el calzón y ponen cara de puta”, “lo único que ha descubierto gran parte de la población es que la mayoría de los políticos son corruptos”, “él va más allá de sus intereses personales [habla de Fujimori], él hizo lo que debía hacer”, “ahora se han dado cuenta [los de la oposición] de que Fujimori los ha puesto a su nivel de gobernar y tienen que sentarse en una mesa y decidir qué van a hacer con el Perú y ya no salir a las calles a pelear…”. Por supuesto que, en medio de su comprometido discurso fujimorista (total, ¿no estábamos en democracia?, y Raulito, con millón y medio o sin él, podía opinar lo que mejor le pareciera), Romero no puede olvidar a su familia, habla de tener cinco hijos “si mis próximos contratantes de televisión lo permiten…”. ¡Eso es planificación! ¿Quién dijo que el señor es de exabruptos?

Sin embargo, lo mejor estaba aún por venir, su más grande sacrificio por el pan de sus descendientes no se había realizado, todavía.

Se fue Crousillat, se fue Montesinos, se fue Fujimori, ¡se fueron todos!, pero nuestro cantante sobrevivió a dos consecutivos fracasos televisivos (“Feliz Domingo” y “A las 10 de la PM”) y logró retornar a la televisión con la fórmula que lo había hecho tan famoso en el programa concurso “De 2 a 4”, donde, en medio de la algarabía general de una juventud lobotomizada con muecas, payasadas, burlas, estridencias, se dedicaba, como bien dice Enrique Zileri (director de la revista Caretas), a “promover el mongolismo generalizado”.

Cuando ya nadie daba un centavo por él (dos fracasos con en TV pueden ser lapidarios), Federico Anchorena lo contrató, “apostó por mí” y le dio una nueva oportunidad. Anchorena era, hasta hace muy poco, el Gerente de Panamericana Televisión y dirigía el canal 5 con la anuencia del todavía inextraditado Ernesto Schütz, dueño de la empresa.

Claro, Schütz merece una mención aparte. Si bien el ingeniero fue uno de los tantos que le vendió su conciencia a Montesinos, pasará a la historia como el único que le regateó al jefe del SIN (noviembre 1999): “Pero, bueno. Oye, yo tengo necesidad grande, por lo menos 12 millones de dólares” / “¿12 millones de dólares?” / “Sí, si no no voy a salir ¿ah? 7 nomás necesitaba, 7 era así para cubrir todos mis gastos, mis cosas. Y eso no creo que sean...” / “No, pero 12 sí es bastante ¡ah!...” / “Por ahí sácale, pues, ponle, pues, como si le hubieses dado 3 o 4 a...” / “¿A quién? / “...” / “¿Manuel?” / “A Manuel”; negociando aún a costa de su propio socio, Manuel Delgado Parker, con quien fuera a visitar a Montesinos tres meses antes (agosto 1999) para solicitarle ayuda en un proceso contra su hermano, de quien el asesor dice: “Ahora eso significa que yo con Genaro me pueda pelear a muerte, me va a odiar, pero igual no me interesa…”, sin recordar —¿o recordando?— que sólo en abril de ese mismo año Genaro Delgado Parker lo había visitado para solicitarle una “ayudita” en el proceso familiar… Qué modelitos de ciudadanos, ¿no? Genaro le pide ayuda a Montesinos contra Manuel; Schütz y Manuel negocian con Montesinos para arruinar a Genaro; Schütz regatea “su parte” traicionando a Manuel; y, por supuesto, Montesinos juega su propio partido… Magnífico lío de roedores que merece una novela, por lo menos, de esas que se venden como “best sellers” en los supermercados y que son la delicia de nuestra inútil y egoísta burguesía (mea culpa, por lo que me toca).

Pero no nos olvidemos de Raulito. Romero estaba muy agradecido con Anchorena porque el año 2001 volvió a la caja boba en la frecuencia de Panamericana (el mismo año en que salió a la luz el video del ingeniero Schütz recibiendo millones de manos de Montesinos, lo que ocasionó su precipitada huida que terminó abruptamente en Buenos Aires donde, hasta este momento, tratan de extraditarlo).

Cuando el menjurje indescifrable e infinito de jueces, abogados, jurisdicciones, demandas, medidas cautelatorias, visitas a Montesinos, primero, cercanías con el poder democrático(?), después, se resolvió a favor de Genaro Delgado Parker (zorro viejo de la televisión en el Perú y famoso porque sus acreedores jamás lo olvidan; si hasta dicen que su frase favorita es “las deudas viejas no se pagan y las nuevas se dejan envejecer”), y se le entregó la administración del canal.

Romero, haciendo gala de una convicción y de una consecuencia con sus propias ideas hasta el momento ignoradas, se retiró del canal y declaró: “Mi renuncia es por una cuestión de lealtad hacia Federico Anchorena, quien fue quien apostó por mí. La lealtad no se discute ni se conversa”.

Debo confesar que me quedé sorprendido. Alguien dijo que un solo gesto puede redimir una vida de desaciertos y estaba por pensar que Raúl había decidido sacrificarlo todo al hombre que (más allá de lo que opinemos de Anchorena), cuando estaba en el basurero del olvido, había creído en su capacidad de convocar a las juventudes y le había dado trabajo. ¡Pobre ingenuo!

No habían pasado ni cuarenta y ocho horas desde su partida cuando lo vimos entrar de nuevo a la “esquina de la televisión”. Con esa cara que tiene, capaz de resistir sin sangre las cámaras y los micrófonos de los periodistas, declaró orondo: “A riesgo de parecer insustancial, he reconsiderado las cosas y he decidido seguir adelante luego de una reunión constructiva y cordial con don Genaro Delgado Parker”, y agregó “Prometo ser más cabeza fría la próxima vez, he sido leal [nota del transcriptor: sí, sí ríanse con confianza], le tengo una gran gratitud a Federico Anchorena, pero hay otras cosas que están en juego que en ese momento y que por el calor de los hechos y las imágenes no supe aquilatar”.

Como podrán imaginarlo, padre abnegado, al fin y al cabo, no dejó ni un instante de pensar en sus pequeños ni en su querida mujer (sí, la admiradora de Montesinos): “He vuelto por varios motivos, por el equipo de producción, por el público y porque conversé con mi esposa, quien me dijo que tenemos dos hijos y muchas deudas que pagar”.

¿Lealtad retroactiva? ¿Sentimiento de culpa? ¿Envidia al ver a su segundo dirigiendo el programa y lanzándole una parrafada moralista tras la que se escondía el desesperado “¡no nos dejes sin trabajo!”? ¿Peleas con su delicada mujer por un tema tan vulgar como el dinero? ¿Tarjetas de crédito con fecha de pago impostergables? ¿La hipoteca de la casa de La Molina aún sin cancelar? ¿Pesadillas de una adolescencia pobretona en Magdalena que los lujos actuales no han podido borrar? ¿Repentino convencimiento de la culpabilidad de Schütz? ¿Resentimiento de última hora con Anchorena de quien dijo luego que no había recibido ninguna llamada de agradecimiento como justificando su regreso y su “lealtad” a tiempo parcial? ¿Admiración a primera vista por Genaro, viejo encantador de serpientes? ¿Amor a su público abandonado? ¿Nostalgia del aplauso fácil e idiota? ¿Sesudas reflexiones? ¡Quién sabe!

Lo único que sabemos cierto en la vida de Raúl Romero es su amor irrenunciable por sus hijos, a quienes, por supuesto, les ofrece diariamente una lección de vida y un ejemplo de valores. ¡Qué envidia! ¡Quién tuviera un padre como él! Un hombre en todo el sentido de la palabra, un demócrata, un tipo entero, un varón a carta cabal, de los que ya no abundan. Un caballero que, según dice la prensa insidiosa, (¡jamás podríamos creerlo!), ha recibido por su regreso, sentido, sincero, limpio y franco, a Panamericana, un aumentito de 20.000 dólares…

¿Le alcanzará para la matrícula de los chicos?

Lima, 13 de marzo de 2003