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Los de verdad, no se despiden…

6. Trujillo

Llegaron a Trujillo muy entrada la noche. Un poco a tientas y otro poco preguntando, hallaron el hostalito donde iban a descansar antes de proseguir viaje a Colán… Era una casa vieja convertida en pensión que, en su poco espacio y en los tres pisos que le daban forma trataba de reunir todo lo que los hoteles de cinco estrellas tienen en varios miles de metros cuadrados. Lo que más llamaba la atención era la habitación múltiple, donde se arrumaban inimaginablemente juntos, una computadora “con acceso a Internet”, un gimnasio de esos múltiples que en un sólo aparato llevan como diez o doce diferentes palancas para igual número de distintos músculos a ejercitar y, al fondo, un par de sillones que convertían el lugar en la sala de reuniones del hostal. La recepción era una pequeñísima barra al estilo de los bares antiguos que cubría la entrada a un cuarto muy reducido donde otra computadora aparentaba ser aquella donde se imprimían las facturas. Junto a la máquina un estante pequeño con gaseosas y algo de comida chatarra, y en el marco, donde debió existir alguna vez una puerta, un cartel declaraba desafiante “prohibido el acceso a personas ajenas a la administración”.

El recibimiento fue cálido. Una guapa trujillana sonreía mientras confirmaba que eran ellos los que habían estado atormentándola desde el lunes con el depósito bancario que garantizaba las dos habitaciones comúnmente vacías, pero que, en tiempos de fiestas, se convierten en productos indispensables y escasos. Ya en el portón principal había aparecido, al arribo de la expedición, un botones legañoso y somnoliento que no supo explicarles lo que entendieron luego por necesidad, el hostal no tenía estacionamiento pero veinte metros más adelante, una cochera particular podía abrir sus puertas, a pesar de ser casi la media noche.

¿Y qué estacionamiento será ese?, como cualquier otro, ¿habrá que bajar todo el equipaje?, supongo, no vaya a ser que mañana no aparezca nada, ¡qué problema!, ¿cuál es el problema?, bajar todo este caos, a estas horas, tan cansados, sólo por la ropa de dormir… ¿y la ropa de mañana?, ¿o piensas quedarte con la misma ropa cochina? Bueno, yo no sé él, pero yo este buzo no me lo quito hasta llegar a Colán, ¡qué!, no exageres, además, ni que se hubiera ensuciado en el carro, pero, al menos, ¿te cambiarás de ropa interior, no?, ¡no seas tontín!, ¿cómo se te ocurre que voy a quedarme con el mismo calzón dos días! ¡qué palabra más fea!, ¿cuál?, ¿cómo que cuál?, ya señorita, señor, señores..., creo que estamos agobiados de tanta carretera y el nivel de la conversación está degenerando, mejor... ¡qué degenerando ni qué nada!, okey, pero no hay por qué gritar…, ¡quién grita!, ¿te escuchas?, ¡así hablo yo!, no es mi culpa, bueno, si tú lo dices, en todo caso, ¿qué hacemos?, lo dicho, cargar con todo, ¿con todo?, sí, con todas las maletas, además, si se fijan, allí está el señor del hostal que ha venido a darnos una mano…

Ya se encontraban en sus cuartos, las chicas en una habitación, los chicos en la otra, ¡pero si estamos casados!, pero ellos no y no van a dormir juntos, ¿no?, no sé, problema de ellos, ¿no?, ¡no!, ¿por qué no, acaso no son camas separadas?, ¡porque no y ya!, y no empieces a cargarme… Y Él se fue a un cuarto con tres camas y arregló sus cosas maniáticamente sobre la mesa de noche como lo hace todos los días. Abrió el maletín, buscó la ropa de dormir, se lavó los dientes y se tiró en la cama. Eme, seguía en el cuarto de ellas conversando de lo lindo que era Trujillo y cómo debían aprovechar esa noche para darse una vuelta.

¿Una vuelta?, no ni hablar, estoy cansado, vayan ustedes, yo me quedo acá, como ven, ya estoy por cambiarme y están dando una película buenísima, ¿buenísima?, sí, ¿cómo se llama?, ni idea, es de un pueblo fantasma donde los muertos salen de noche, ¿cómo puedes ver esa basura?, y a ti qué te importa si me gusta, ya, déjense de discutir tonterías, ¿vienes o no?, no, ni loco, estoy cansado y mañana hay que partir temprano para recibir el año nuevo en Colán y conociéndolos se van a quedar hasta las quinientas y voy a estar muerto, claro, como si manejaras, igual, es cansador, ¿o no?, sí, sí, en fin, quien quiera que vaya y quien quiera que se duerma, ¿te parece que sea una decisión democrática? no, no me parece, nunca estamos juntos y ahora sería lindo ir a ver la Plaza de Armas, todas las plazas son iguales, y esta peor, ¿peor?, ¿no la viste al pasar?, llena de lucecitas en forma de trineos, renos , angelitos y toda esa tontera, ¡no te burles!, no me burlo, simplemente digo lo que es, dices mal, se trata de una expresión artística, ¡qué expresión va a ser!, es parte de la huachafería nacional, exagerado, sobrecargado, lleno de luces multicolores, una feria de pueblo, ¿y?, ¿no eres tú el socialista?, no, no soy socialista, ¿comunista, entonces?, tampoco, te he dicho mil veces que me adhiero al pensamiento anarquista que, aunque teóricamente es hermoso porque se trata de llegar a un momento en el cual nadie quiera gobernar y nadie deba obedecer, ¡esas son idioteces!, no, no son idioteces, se llaman utopías, palabra que, para tu conocimiento, viene de las voces griegas “u” que es negación y “topos”, que es lugar, como topografía, ¿entiendes?, un lugar sin lugar, un lugar inexistente, ¡ah, no!, ¿cómo te soporto?, ¡ya empezaste!, ¿pero qué pasa chicos?, lo de siempre, el pedante le está dando una lección de semántica, filosofía y política, ¿todo junto?, masomenos, o sea, una mazamorra... ¿no te digo?, lo de siempre... bueno chicos, déjense de discutir como niños y vámonos a conocer el pueblo, ¡ja!, ¿de qué te ríes?, ¿no ves?, ¿ver qué?, hasta Di lo dice, “el pueblo”...

Y se fueron ellos y Él se quedó feliz, disfrutando de su bendita soledad, con una de esas películas absolutamente estúpidas que no dan oportunidad alguna para pensar y una tonelada de chocolates y galletas que quedaban de las provisiones traídas de casa. Se duchó largamente, liberó cuerpo y mente, se puso la ropa de cama y se echó cuan largo y ancho era a disfrutar de la maravillosa nadería de perder el tiempo. Al rato, ya estaba dormido.

Ellos no llegaron muy lejos, a pocas cuadras se encontraron con un restaurante típico del lugar y Eme se despachó con un plato de esos que sólo los estómagos probados son capaces de enfrentar al borde la medianoche. Di se comió una lechuga porque vive a dieta para que el bikini calce a la perfección (como calzaría mas adelante, allá, frente al mar, según Él estimara luego de una concienzuda reflexión). Ella se tomo una sopita, un caldito de gallina o algo que se le parecía, muy sabroso, rico, calentito y, sobre todo, ligero porque sólo un bárbaro puede comerse un lomo saltado a esas horas de la noche, estás loco, eres un irresponsable, si te enfermas nos malogras el viaje a todos y demás etcéteras...

La noche pasó con la velocidad del cansancio que llevaban encima, Él se despertó temprano mientras Eme aún roncaba en una desesperada lucha de sus jugos gástricos por digerir el medio kilo de carne, cebolla, papas fritas y arroz del que sólo pocas horas atrás había dado cuenta. Serían las ocho de la mañana cuando Él abrió la llave de la ducha, en la mañana descubrió que había menos presión de agua y apuro el aseo; ya se había afeitado, así que, quince minutos antes de las nueve, tras cumplir con sus ritos interminables de secado porque mi papá fue diabético y me enseñó que había que secarse bien cada parte del cuerpo, sobre todo los pies, allí se acumula la humedad y no sólo salen hongos sino que en los diabéticos es una caldo de cultivo excelente para las infecciones que terminan en amputaciones, ¡pero si tú no eres diabético!, sí, claro, pero nunca se sabe y así se la pasaba media hora de tal manera que no hubiera microorganismo alguno capaz de sobrevivir en la sequedad de una epidermis que, de tan deshidratada termina siempre cuarteándose, ¡es un lío!, ¡el lío eres tú, que eres un maniático!, solamente tomo precauciones, y ya ves en lo que terminas, ahora tienes que ir al médico a verte esa sequedad, no exageren muchachos, si es sequedad, basta con un poco de crema humectante, miren justo acá traje una de Victoria´s Secret, oh!, sorry?, no seas tarado, ponte la crema y vamos, que ya se ha hecho tarde, además vas a oler lindo, es sabor a pera...

Porque ellas ya se habían despertado, temprano, muy temprano. Antes que ellos. ¿Cómo me puedes hacer esto, Di?, ¿pero por qué?, ¿cómo que por qué?, en Lima estás hasta el medio día durmiendo y si te llamo antes de la una me respondes con una voz de ultratumba impresionante, y ahora, te has despertado tempranísimo, ni tanto, gorda, ni tanto, ¡te has empezado a mover desde las seis de la mañana!, y eso que me aguanté un rato para no molestarte, sorry, es que cuando viajo, no sé por qué, me da por madrugar y una vez que me despierto ya no me queda otra que levantarme porque detesto estar dando vueltas en la cama, así que me levanté para alistarme, ¿alistarte?, ¡me despertaste con el ruido de la depiladora!, bueno, vamos a la playa, ¿no?, y no bastándote con eso empezaste a secarte el pelo y a planchártelo ¡para estar las próximas doce horas metidas en un carro!, nunca se sabe con quién puede encontrarse una, claro, claro, ¿y por eso también te hiciste la pedicure y moviste todas las maletas y te probaste cada uno de los trescientos pares de zapatos que has traído mientras yo hacía lo imposible para dormir?, vamos gordi, no reniegues, que te arrugas..., no reniegues, ¡no reniego!, jajaja, ¿y los chicos?, ni idea, roncando felices, seguramente, no, no, mira, justamente el que husmea por la ventana es tu marido, ¡gordo, qué haces!, nada..., estaba la ventana abierta y pensé que seguían durmiendo, ¡eres de lo peor!, ¡picarón!, ¿será por eso que te casaste conmigo...?, ja, ja-ja, ya, ya, no empecemos, entra gordo, ¿cómo, ya desayunaron?, hace rato, si Di se levantó a las seis de la mañana y no me dejó dormir más porque empezó a depilar..., gordita..., está, está b ien, nos despertamos temprano, y yo que venía a decirles que pidieran su lechecita de una vez que se hacía tarde, ¿tú ya desayunaste?, sí, sí, ¿y Eme?, ahí, se levantó hace un rato, pero se baña rapidísimo, no sé cómo hace, será que no pierde media hora secándose obsesivamente como un loco, bueno, ya sabes que mi papá..., ¡no empieces!, lo cierto es que Eme está terminando su desayuno, arreglen sus maletas que debemos dejar la habitación antes de irnos, ¿y qué hacemos con la cosas?, las ponemos en el carro, ¿no te parece?, esa parte ya la sé, pero no querías ir a visitar el Museo del Juguete, ¡por supuesto!, ¿entonces?, entonces nada, cómo será que pelean que se escucha hasta en mi cuarto, llevamos todo al carro, buscamos una playa de estacionamiento segura cerca del museo y ya está, vamos, lo visitamos y de allí partimos a Chiclayo, quiero estar allá para el almuerzo, ¡me muero de ganas de un arroz con pato!

Lima, 27 de marzo de 2004