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Los de verdad, no se despiden…

8. Arroz con pato a la chiclayana

¡Nos vamos y nos vamos!, ya son más de las doce y así jamás llegaremos a Chiclayo y menos a Colán, vamos a terminar recibiendo el año nuevo en medio del desierto de Sechura, bueno, no deja de ser novedoso, y romántico, ¿no?, ¡no empiecen!, ¿pero qué tiene de malo?, ¿tienes algún apuro?, ¡sí!, si mal no recuerdo estamos invitados a la casa del papá de Ricardo a recibir el año nuevo, ¿o no?, bueno, pero no es para tanto, además, ni se preocupen, yo manejo en el desierto y la hacemos, ¡la hacemos!, ¡estás mal de la cabeza!, ¿Y por qué no, gordis?, ¡no recuerdas que el animal éste la última vez que atravesó el desierto lo hizo a doscientos cuarenta kilómetros por hora!, no te preocupes, esta cafetera no llega ni a ciento treinta y vibra tanto que no me atrevería a correrla demasiado, ¡cómo que cafetera!, ¿otra vez?, pero no puede estar hablando mal de mi camionetita, que además, es una bala…, sí, una bala perdida…, jajajaja, ¡ya, córtenla!, lo único cierto es que estamos a mitad de camino hacia Chiclayo, ya es casi la una de la tarde y aún nos faltan doscientos y tantos kilómetros hasta Colán…

Y la camioneta siguió su rumbo sin detenerse ni porque tengo que ir al baño o la gasolina se está acabado o anda más despacio que nos matamos, nada; la decisión estaba tomada y los cuatro lunáticos andaban ya entusiasmadísimos con la idea parar en Chiclayo a devorar un “arroz con pato”, plato tradicional que había logrado poner a esa ciudad norteña en el mapa de los centros culinarios más importantes del país. La carretera anduvo limpia, ningún salvaje se cruzó en medio de la pista y no hubo peligro alguno de perder la vida en esas curvas peliagudas donde los camioneros miopes tratan rebasar a los carros menos entusiastas bajo el riesgo de perder la carga y, con ella, la vida de los infelices que vinieran, en sentido contrario, por el carril invadido a fuerza de bravuconada, nopasanada y ligereza. Esa tarde del treinta y uno de diciembre los automóviles aparecían tranquilos, ya sea al frente, a través del parabrisas, viniendo hacia Lima en el intento homérico de consumir más setecientos kilómetros antes de la medianoche, o por el retrovisor, cuando trataban de acercarse en la lucha ciega por llegar hasta el norte que cada quien tenía claro en sus planes pero que se miraba tan lejos para todos a esas alturas de la vía rápida. Los autobuses, colmados de pasajeros, avanzaban raudos por las pistas como queriendo recuperar un tiempo irremediablemente perdido en el tráfico de las ciudades y en los controles policiales que a estas alturas del año se hacían odiosamente constante, no tanto por la preocupación de la autoridad por la seguridad ciudadana sino porque usted sabe, señor, cómo están las cosas, y en la Comisaría no hay ni para comprar papel para hacer las denuncias…

Ellos iban animados, el paisaje norteño aún conservaba valles que iluminaban de verde lo árido de la desértica costa que recorrieran hace más ciento ochenta años las tropas del Libertador San Martín, siguiendo los sueños monárquicos del contradictorio emancipador... Sembríos por aquí, vaquitas por allá, casas grandes y pequeñas, casuchas, cabañas, gente simple, pobladores andando ya sea a lomo de burro o a pie, sin mala cara, sin quejas, sin otro rostro que una especie de felicidad indescifrable que se parecía más a la paz de un convento de monjas de clausura felices de su decisión que al jadeante entusiasmo de una pareja bailando hip-hop toda la noche. La felicidad de los sencillos, ¿se han dado cuenta de eso?, ¡de qué!,de la felicidad que los campesinos llevan en el rostro, ¡qué va a ser!, si no tienen comodidades, por eso mismo, ¡ya estás hablando tonterías!, ¿no sabes que el promedio de vida en el campo es como diez años menor que el de la ciudad?, ¿y esos viejitos que vimos en la mañana?, ¡Dios!, no seas ingenua, diez o veinte viejos…, ¡eran dos!, igual, dos o veinte, no hacen ninguna diferencia, no significan nada, las estadísticas dicen…, ¡y a mí qué me importan las estadísticas!, tú defendías este ambiente bucólico, jamás dije “bucólico”, pero, igual, lo pensaste, ¡y!, ¿y?, sí, ¿y qué importa si lo dije o no?, lo cierto es que el ambiente es distinto, salimos de las ciudades y la gente es más..., más..., ¡más gente!, ¡vaya definición!, ¿por qué se pelean, chicos?, ya, córtala de una vez con tu historia del buen campesino y de la felicidad de los pobres, ¡cómo van a ser felices, si no tienen ninguna de las comodidades de la ciudad!, ¡claro!, no saben que es un cidi pleyer, ¿o sí?, no tengo idea, “villamarian”, pero no me refería a eso, yo estaba hablando de hospitales, medicinas, acceso a la justicia… ¿y?, ¡además, yo no soy del Villa!, como sea, lo cierto es que son felices, mira los rostros de los que andan en la ciudad, mira cómo reaccionan ante cualquier problema, por pequeño que sea, siempre molestos, con cara de pocos amigos, listos a recordarte a tu santa madre por quítame estás pajas, ¿quítame qué?, ¡por cualquier tontería!, ya, ya, a ver si se callan que estamos llegando… ¿tan rápido?, sí, si hablando idioteces el tiempo vuela...

¡Vamos a Lambayeque!, ¿estás mal del cerebro?, pero vamos que allá está el Señor de Sipán, sí, pero hoy es treinta y uno, ¿crees que alguien te va a atender?, pero si hoy no es feriado, ¡igual!, es provincia, seguro que ya cerró y, además, qué te apuras, al regreso lo vemos, ¿al regreso?, ¡ah, no!, estaremos muertos y ¿vamos a parar de nuevo?, ¡están locos!, ¡ni hablar!, el regreso es de un tirón, ¿o vamos a quedarnos a dormir en Trujillo?, a mí no me importa, total, estoy de vacaciones, ¡no, no!, tenemos que regresar el domingo sí o sí, el lunes tengo una presentación en la municipalidad, ¡y yo tengo grabaciones!, ¡ni locos!, a mí no me importa, total, estoy esperando que me salgan un par de negocios, y la primera semana de enero es muerta, si quieres nos quedamos los dos, ¿me das permiso?, si quieres…, ¡gordo libinodoso!, pero si Ella no se queja…, ¡pero yo sí!, bueno, ¡al diablo!, no sé si el domingo pasemos por acá, pero hoy no, el señor de Sipán tendrá que esperar, total, él se murió hace tiempo y yo me estoy muriendo de hambre ahorita…

Bueno, ¿a dónde vamos?, ¡ni idea!, ¿ni idea?, no…, ¿no has estado acá antes?, una vez, creo, de pasada al norte, ¡yo también!, hace un año cuando regresábamos de Máncora, “regresábamos”, ¿y se puede saber con quién…?, ¡qué te importa!, ah…, con el patín ése, cómo se llamaba, gordis, no molestes, jajajaja, ¿bueno, y?, ¿y qué?, ¿adónde vamos?, ¡a almorzar!, genial, pero, ¿adónde?, ¡al mejor restaurante de Chiclayo, donde hagan el mejor arroz con pato!, okey, okey, ¿pero, cuál es ese lugar?, ah, la que sabe es Marisol, ¿Mari?, sí, su papá, en los buenos tiempos, se venía a almorzar acá a un lugar, ¿cuál era?, no sé, pero se venía y en el mismo día se volvía a Lima, llámala entonces, ¡okey!, …, …, ¿y? ¡nada!, no responde, no entra la llamada, no sé… ¿y Ricardo?, sí, sí, Ricardo tiene una hermana que vive acá, llámalo, ¡okey!, …, …, ¿y? ¡nada de nada!, las llamadas no entran, ¡maldita sea!, no empieces a renegar, a ver, busquemos una solución, ¡tu hermano!, ¿mi hermano?, ¿no lo llamas cada vez que quieres ir a un buen restaurante!, él debe de saber, ¡okey!, ¿aló?, ¡hola!, sí, sí, estamos en Chiclayo, sí, sí, vamos a llegar a Colán esta noche, no te preocupes, todo bien, bien, pero estamos en Chiclayo y queremos comernos un buen arroz con pato, ¿sabes cuál es el lugar indicado?, no…, bueno, ni modo, chaufis, besos, ¿qué pasó?, no tiene ni idea, nunca ha almorzado en Chiclayo…

¿No les parece que mejor cuadramos?, ¿cuadrar?, sí, estacionamos la camioneta y, en todo caso, tomamos un taxi si el lugar queda muy lejos, cosa improbable en este pueblo..., ni creas, no es tan pequeño como parece, el año pasado, uuuuuy, ¿con tu amiguito?, ¡ya, gordis, córtala!, bueno, bueno, déjense de niñerías, ¿qué hacemos?, buscar un lugar donde guardar el carro, una playa de estacionamiento segura, ¿segura, en este país?, bueno, como sea, una que no se vea tan de mala muerte, ya, ¿ya?, sí, ya, dejamos el carro y en un par de horas volvemos y no hay nada, ¡espero que en Colán acepten nudistas porque te van a dejar sin nada!, tú y tus exageraciones, ¿acaso pasó algo en Trujilo?, pura suerte, qué suerte ni suerte, tú que te dices el democrático y desconfías de todos, sí pues, este comunista de café, ¡nunca he sido comunista!, ¡socialista, entonces!, ni uno ni lo otro, anarquista, a-nar-quis-ta, ya, ya, ¿sabes qué es el anarquismo?, ¡ya déjate de idioteces y no empieces con tu complejo de diccionario!, okey, okey, chicos, no nos peleemos, ¡miren!, ¿qué?, allá hay un estacionamiento y parece grande y seguro, ¡vamos!, ¡sí, vamos!, ni modo, pues…

¿Y ahora?, sí, ¿y ahora que ya estacionamos en este lugar de mala muerte donde se van a robar todo nuestro equipaje, adónde vamos?, con esa mentalidad no vamos a llegar a ninguna parte, bueno, yo no fui el de la idea de la aventura, por mí me iba a Chile o Argentina por el fin de semana, ¡santo cielo!, ¿qué pasa?, que para éste, ¿éste?, para él, bueno, no hay otro destino que no sea Chile o Argentina, ¿y?, ¿te parece mal acaso?, ¡lógico!, el mundo es más grande que eso, sí, pero resulta que tengo grandes amigos en Chile y Argentina, ¿sí, y cómo así?, sus amigos los poetas, ¡ah!, ¡como si no tuvieras amigos en otras partes!, claro que sí los tengo, pero allí tengo más amigos y Europa me queda muy lejos para un fin de semana, y, además, es muy caro, todavía…, ¿todavía?, lógico, hay otras prioridades, la prioridad es una sola, ¡cómo sea!, ¡ja, te corregí!, ¡guau, qué triunfo!, ¡idiota!, ¿idiota?, ¡sí!, ¿todo porque me gusta ir al Sur, donde, además no hacer tanto calor, ¿y?, ¿cómo que y?, ¡detesto el sol!, ¡y por qué vienes a Colán!, por ustedes, por Marisol, por Ricardo, ¿ah?, no has oído que los lugares son los amigos que tenemos, ¡nooooooo!, que no empice, ¡se pone filosófico y no arruinamos!, ¿y Disney?, ¿ah?, ¿no quieres ir a Disney, gordi?, ¡ni hablar, me cae mal el ratón ése!, ¿el ratón?, se refiere a Mickey…, bien que cuando vaya le va a encantar, ¡sí!, así son los comunistas, ¡jajajajaja!, ¡no soy comunista!, sí, sí, ya sabemos, anarquista, eres a-nar-quis-ta, ¡no me remedes!, jajajaja…

¿Qué tal si dejamos estas discusiones para más tarde y almorzamos? ¡okey!, bueno, y…, ¿y?, ¿dónde almorzamos?, ¡donde vendan arroz con pato!, ¡dale, otra vez lo mismo!, ¿y qué sugiere el señor?, sugiero, más allá de tu encantador cinismo, que almorcemos en el primer lugar que encontremos..., ¡miren, ahí venden pollos a la brasa!, ¿estás loco, pollo a la brasa en Chiclayo?, ¿y por qué no?, porque no, porque en Chiclayo se come arroz con pato, ah, ¿y en dónde, se puede saber?, a ver, a ver…, ¿que tal si dejan de pelear y usamos la cabeza?, ¿perdón?, sí, es cuestión de preguntarle al primer tipo que veamos “aparente”, ¿aparente?, bueno, “pituco”, ¿pituco?, ¡Dios mío!, ¡le salió de nuevo el Villa María!, no gordis, te repito que yo no estudié en el Villa, ¿y entonces?, ¿entonces?, sí, ¿cómo es eso de buscar un “señor aparente”?, yo no dije señor, dije “tipo”, ah…, pero no le falta razón, ¡claro que no!, sí pues, supongo que el mejor restaurante de Chiclayo es de pitucos y cualquiera de ellos debe saber cuál es, ¿no?, bueno, en realidad ese es un prejuicio, se sabe que muchos de los lugares más famosos en comida criolla son de origen humilde y… ¡ya!, no empieces de nuevo, pero, nada, mira, allá, ¿sí?, ¡a ése!, ¿ése?, sí, el gordito blancón, ¿o sea que todos los gorditos blancones son pitucos?, creo que estamos frente a otro prejuicio típico de la clase media limeña acomplejada, siempre buscando acomodarse…, ¡no, no!, ¿no?, ¡que te calles!, perfecto, luego no se quejen… uuuuuy, ya se ofendió, ya, ya, a ver, ¡señor!, ¡señor!

¿Entendiste algo?, ni papa, o sea, nada, cero, naranjas..., ¡ya!, no seas payaso, ¡Dios, qué genio!, ¡me muero de hambre..!, ya, ya, ¿qué dijo el pata? no sé, no se le entendió nada, que la casa del arroz con pato, de acá a seis cuadras y luego a la derecha, pero que también estaba la casa de la tía no sé cuántos y el arroz que hacen allí es magnífico y que, en realidad, en Chiclayo no hay un lugar donde el arroz con pato no sea delicioso y que también podríamos ir a los chalanes o no sé dónde..., ¡ese tipo es un imbécil!, ¡completo!, ¡y encima chauvinista!, jajaja, ¡de qué te ríes!, ahí está pues, su “señor aparente”, ¡si no vas a colaborar, mejor no hables!, ¿estamos sensibles?, ¡no, hambrientos!, jajajaja...

A ver, ¿cuál es tu genial idea?, la misma que tuve al llegar al pueblo, comamos pollo la brasa, ¿ahí?, sí, ahí, ya han pasado veinte minutos y seguimos parados en el mismo lugar, al frente tenemos un rastaurante de comida rápida y nos quedan aún trescientos kilómetros de carretera, ¿les parece?, no, no nos parece, ¿hablas por todos?, supongo, bueno, creo que él tiene razón..., ¡ah!, no te amargues, pero ya es tarde, a ver, ¿qué tal si vamos a ver la carta y si hay algo rico comemos allí y nos vamos rápido al norte?, recuerda que en Colán nos esperan para esta noche..., ¡estoy de acuerdo!, ¿tú también?, bueno, no debes de negar que esta vez, sólo esta vez, tiene razón, hummmm, bueno, vamos, pues...

Señor, disculpe, pero esto no es un pescado a la plancha, tiene pan, es pescado apanado a la sartén, no señorita, ese es “nuestro” pescado a la plancha, así siempre ha sido, ¿puede llamar al administrador?,lo siento, no se encuentra, ha salido a almorzar, ¡genial!, el administrador almuerza en otra parte, ¡lindo lugar al que nos trajiste!, no sé si el pescado sea un desastre, además, ¡a quién se le ocurre pedir pescado en una pollería!, pero el pollito a la brasa está buenísimo, casi como en Lima... ¡qué vergüenza!, venir a Chiclayo y comer pollo a la brasa en un restaurante de quinta, ¡yo quiero un arroz con pato!

Pero, claro, jamás conocerían el arroz con pato a la chiclayana porque se pasó la hora, se hizo tarde, a Di se le indigestó el pescado guardado hacía un mes en el refrigerador de la pollería donde nadie pide pescado, Él dormitaba feliz con su pollo entero digiriéndose a través del desierto de Sechura, Eme se aferraba al timón y trataba de sacarle más de ciento treinta kilómetros a la camioneta que Ella, soberana, renunció a volver a tocar, indignada y con pésimo humor por culpa de un mozo que insistió hasta el final que el pescado a la plancha, en Chiclayo, se hacía, desde que él tenía uso de razón, apanado y en la sartén...

Lima, 12 de junio de 2004