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Diego Armando MaradonaMaradona

Relata Maradona a Hugo Chávez episodio de “la mano de Dios”

Caracas. El ex futbolista argentino Diego Armando Maradona relató este domingo al presidente de Venezuela, Hugo Chávez, detalles del episodio conocido como “la mano de Dios”, en un partido contra Inglaterra en el Mundial de Fútbol de México 1986. “El que roba a un ladrón tiene cien años de perdón y robamos a los ingleses”, dijo Maradona, aludiendo al diferendo que Argentina mantiene con Inglaterra por las australes Islas Malvinas, en poder del Reino Unido y que llevó a ambos países a una guerra en 1982. El ex seleccionado argentino recibió de inmediato un aplauso general de los cientos de asistentes al programa Aló presidente, que Chávez realizó este domingo desde un teatro de Caracas (tomado de La Jornada).

Diego Armando Maradona,
el drogadicto famoso,
dice estar muy orgulloso
de aquella mano ladrona.
Contó en vivo y en persona
ante Chávez, sin empacho,
que se robó, el buen muchacho,
el gol que venció a Inglaterra...
“Quien roba a ladrón no yerra,
y yo robé, ¡qué caracho!”.

Si el tipo es una lumbrera,
un ejemplo para todos,
debemos copiar sus modos,
sus vicios, su borrachera.
Que la juventud sincera
lo comprenda de una vez:
¡Viva la desfachatez!
¡Arriba la cocaína!
¡Al diablo la disciplina!
¿El bien? ¡Una estupidez!

Yo quiero ser como “el Diego”,
ser famoso, tener plata,
con su moral de hojalata
y sus visiones de ciego.
Yo quiero encender el fuego
de la pasión juvenil,
ser drogadicto, servil,
hacer mi talento trizas
y surgir de las cenizas
joven aún y senil.

Quiero decir cualquier cosa
y que me la crean todos,
revolcarme en cien mil lodos
y parecer mariposa.
¡Viva la gente tramposa!
¡Viva el engaño y el vicio!
¿Lucha, empeño, sacrificio,
constancia de timonel?
¡Idioteces! El burdel
es mi fe y es mi ejercicio.

Quiero que todos los hombres
y las mujeres del mundo
entiendan el bien profundo
de manchar vida y nombres.
Quiero, Diego, y no te asombres,
¡ser como tú! ¡Como el diez!
Señor de la insensatez,
vicioso, burdo, vulgar,
¡y adorarte en el altar
que le hiciste a la idiotez!