Conviven con nosotros todo el año, pero en verano, igual que el calor y los
grillos, igual que las luciérnagas, las hormigas o las avispas, parecen
multiplicarse. No es que en invierno estén aletargados y canten sus hazañas en
la intimidad de sus hogares, librándonos del tedio o del bostezo, qué va. Lo
que pasa es que cuando hace frío salimos menos y no nos damos cuenta de que
existen, de que están ahí. Pero basta de ser críptico, pues no es ésa mi
intención. Hoy voy a hablar de los cantamañanas, aquellos que no saben
callarse, o que sí saben callarse pero no lo hacen porque sencillamente no les
da la gana. Los hay de muchos tipos, pero a mí, así, de golpe, se me ocurren
unos cuantos: los que te cuentan su vida sin que les hayas mostrado interés o
buscan tu aprobación al protestar airados en la cola del supermercado cuando la
cajera novata se equivoca con el cambio de un cliente. El cantamañanas ¾
o la cantamañanas, porque la mayoría de los defectos no son femeninamente
correctos¾ protesta contra la juventud mientras
clava sus ojos en ti, a ver si asientes y le acompañas en sus exabruptos, pero
tú no le haces caso, desvías la mirada si no tienes ganas de gresca o te
quedas mirándolo fijo si te has levantado con el día tonto. Los veo cada día,
a los cantamañanas, en un semáforo, protestando porque el tráfico avanza
lento, pitándote porque no se ha dado cuenta de que tu coche no tiene alas y
que igual que él ¾ igual que cientos de conductores¾
, también tienes malditas las ganas de estar allí, en el atasco, aguantando el
chaparrón y sus berridos de cenutrio.
Pero entre los cantamañanas mis favoritos son los de los bares. No sé por
qué pero en los bares es donde más proliferan la gente que habla por hablar,
la gente que habla, sobre todo, para que los demás la escuchemos aunque no
tengamos la más mínima gana de escucharlos. Abundan junto a una cerveza, a un
lado y a otro de la barra, hablándote de fútbol aunque te importe un pimiento
quién vaya a ganar la Liga, contándote su vida o, lo que es peor, contándote
la tuya, porque el denominador común del cantamañanas es que sabe de tu vida
más que tú mismo, porque para eso Dios lo ha dotado de un sexto sentido, a
ellos no los puede engañar nadie, y a ti te ha visto mucho por este bar, te
dice, te lo dice aunque tú le jures que es la primera vez que cruzas esa
puerta. Y a lo mejor tú estás equivocado y resulta que te conoce, que te lo
presentaron un día pero él no es capaz de entender que estás haciendo un
esfuerzo no por tratar de recordarlo, sino de olvidarlo. Y quiere arreglar tus
problemas o te dice cuánto te quiere aunque tú no tengas problemas o no
recuerdes que te lo hayan presentado, y te rindes y lo dejas hablar mientras
sonríes de mala gana y te acuerdas de esas palabras de Max Aub: "Cada vez
más me cohiben los elogios; cada vez más me incomoda que hablen de mí. A lo
sumo, que adivinen lo que pretendo y callen con reverencia. Nadie ve de verdad
lo que quiero hacer, nadie oye lo que corre por debajo de mis líneas, nadie
adivina lo que abrigan mis colores".