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Restaurant 1830, de La HabanaCuba: parto musical de la nacionalidad

Días atrás se celebró en La Habana, Cuba, el XXI Festival de Habaneras, que como cada año convoca el Centro de la Música Adolfo Guzmán para dar fuerza al primer género musical cubano que trascendió fronteras y junto a la guaracha y el punto cubano, cada uno con sus propias singularidades, vieron dar los primeros pasos a la nacionalidad cubana a finales del siglo XVIII.

La décima ya era conocida antes de la toma de La Habana por los ingleses en 1792; la guaracha aparecía en las constantes críticas en El Papel Periódico de La Habana de aquella época; y las habaneras que como canciones expandían en sus viajes los marinos llegando a la península española con distintos nombres como eran canción americana, tango americano o simplemente, tango.

Como cada año también se incluyó entre los actos un homenaje a las mujeres destacadas en el arte, entre éstas Mayra Valdés, hermana de Chucho Valdés. Como siempre tratando de mezclar el arte con la política, y queriendo hacer revivir las gastadas consignas de un proyecto ya agotado, el acto de clausura se dio en la explanada frente a la Sección de Intereses de los Estados Unidos en el malecón habanero, en la llamada Plaza de las Banderas de la Tribuna Anti-Imperialista.

En el concepto de los eventos se destacó el espectáculo Habanera, el vuelo de la Paloma de Lizt Alfonso que quiere recobrar lo bailable del género musical y el debate “La habanera: Cuba e Iberoamérica”, concepto éste que está ligado desde sus raíces a la música original cubana, en uno de sus más destacados creadores, el español Sebastián de Iradier, quien vivió en Cuba y la amó, autor de una de las más conocidas habaneras: “La paloma”.

Cuando salí de La Habana, ¡válgame Dios!
nadie me ha visto salir,
sino fui yo.

¡Ay! Chinita que sí,
¡Ay! que dame tu amor,
¡Ay! que vente conmigo chinita,
a donde vivo yo.

“La paloma” fue la primera habanera que recorrió al mundo y que más tarde, junto a otras creaciones como “Veinte años”, de María Teresa Vera; “Mariposita de primavera” de Miguel Matamoros y “Una rosa roja” de Oscar Hernández llevaron al género musical y sus autores a la cúspide de sus mejores triunfos; con el tiempo estas melodías serían interpretadas en forma de boleros por algunos trovadores.

El Guinness World of Records, una organización que destaca las mayores hazañas mundiales, señalan la canción “Yesterday” de los Beatles como la melodía más grabada mundialmente con unas 1.600 interpretaciones. Sin llegar a exagerar se puede decir que no hay ninguna pieza musical que haya sido más interpretada, hecha arreglos, publicada o grabada que “La paloma”, actualmente se le conocen más de 2.000, lo que deja atrás al famoso libro de records; tanto en China, como en Japón, Méjico, Hawaii, España, Alemania, etc., esta melodía constituye un común denominador musical.

Ni siquiera su autor, el apuesto Sebastián Iradier, de extraordinaria atracción personal y mujeriego empedernido, pudo jamás pensar que sería después de su muerte, casi ciego, a los 56 años (1865), cuando se reconocería su fecunda obra musical. Nombrar algunas de sus canciones y títulos darán a conocer mejor a su autor: “María Dolores”, “Carmela”, “Juanita o la Perla de Aragón”, “El suspiro”, “La mejicana”, “La serrana”, “Calesera”, “La negrita”, “Los mareos de Juana”, “La cigarrera”, “La colasa” y “La ramilletera”, entre muchas otras; una de sus más destacadas fue la dedicada a su amiga María Arza, la habanera “El arreglito”, que fue enteramente copiada por George Bizet, amigo de Iradier, en “Avanera” de su conocida ópera Carmen. En la partitura de “El arreglito” figura el calificativo de canción habanera.

En la presentación de este año, el XXI Festival destacó, entre sus finalistas, “Habanera de ojos verdes”, de Orlando Benítez, y “Canciones de cubanía”, de Dionisio Pérez, aunque los premios fueron otorgados a “Luna habanera”, de Ada Machín, “Refugio de mi corazón”, de Alfonso Montes de Oca y “Páginas de un cuento” de Elesbaan Diez.

Aprovechando los jardines del “1830” en La Habana, este año los cubanos brindaron con un ponche caliente a base de ron, canela, miel y café, tal y como lo tomaban los antiguos marinos al compás de las habaneras junto al mar y sus refugios favoritos.

Así terminó en La Habana, dueña del tiempo en sus 487 aniversarios de fundada, el festival que hace recordar una vez más el nacimiento de la nacionalidad cubana tan amenazada hoy por sus propios hijos.