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El gusto por correr

El gusto por correr

No sé el momento ni la razón, pero de repente me escuché diciendo: Voy a correr el maratón de Nueva York. En aquel entonces no me gustaba correr, si bien es cierto que de repente corría unos tres, máximo cinco kilómetros, atletismo y las carreras nunca habían sido mi pasión.

Aseguraba que correr era aburrido, sin embargo me pareció que correr 42 kilómetros sería un excelente entrenamiento para la fuerza de voluntad: hacer algo que no te gusta fortalece la tolerancia y la disciplina. Pronto descubrí que correr es un ejercicio mental, por supuesto el cuerpo debe entrenarse para poder resistir el esfuerzo físico, pero gran parte del éxito radica en la mente: no darle cabida al cansancio o a la monotonía.

Los meses pasaron, las distancias aumentaron, la técnica mejoró, mi vida se volvió aburrida: trabajo, entrenamiento, dormir, y mi dieta se modificó: pasta, arroz o papas de desayuno. Llegó el gran día en Nueva York y sólo de recodarlo se me pone piel de gallina.

Seguí corriendo a veces en el gimnasio, otras veces en carreras. Nunca otro maratón, la distancia, en cambio, del medio maratón, me parece perfecta: 21 kilómetros y 97 metros. Por eso sin pensarlo dos veces me inscribí al medio maratón de Hong Kong. Fue hasta después de terminar la carrera que me entere de que ésta es la más numerosa del mundo, y lo notas a cada instante, pareciera que vas corriendo en el andén del metro, esto hace el avance muy lento (quizás sólo quiero justificar mi tiempo) pero la experiencia valió la pena.

La adrenalina antes de la carrera, el saberte fuerte en cuerpo y mente, el cruzar la meta, son de las razones que te hacen entrenar. Y por supuesto la oportunidad de correr en lugares generalmente prohibidos a los peatones: autopistas, puentes majestuosos, avenidas concurridas, túneles, calles centrales.

La verdadera maravilla del correr se reduce al momento en que tu mente se relaja completamente, tu cuerpo se mueve en perfecta armonía con tu respiración, sientes el asfalto deslizándose bajo tus pies, apenas lo rozas, como si tuvieras alas, te diriges hacia la libertad.

Yura Luna, Hong Kong
20 de febrero de 2011