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GuilinGuilin

En la casa de mi infancia había tres pinturas chinas. Las tres, verticales, colgaban en los descansos de las escaleras. Una era una representación floral: tres crisantemos en diversos tonos rojos. A la izquierda de la pintura se leía, en complicados caracteres chinos, el nombre del artista y su sello en tinta roja. La segunda pintura mostraba una rama retorcida con dos pajarillos: uno sobre la rama y el otro sobre una roca de formas caprichosas; ambos, con ojos inquisitivos, miraban al espectador.

La tercera pintura era un paisaje con un río zigzagueado entre las montañas con sauces llorones al borde del mismo. Ésta era la que más me intrigaba: las montañas aparecían enjutas y largas, a modo de jorobas de gran tamaño y contornos irregulares. Estos cerros eran muy distintos a la Sierra Madre, cuyas sinuosidades innumerables mareos y tormentos me causaron durante los frecuentes viajes a playas michoacanas.

Crecí pues, convencida de que los chinos no sabían pintar paisajes. Podrían reproducir un pajarillo, con finas plumas de intensos colores, canturreando en un hermoso ciruelo en flor, pero de montes no sabían nada: dibujar jorobas por montañas no era ningún mérito.

Sin embargo quien haya visitado Guilin se dará cuenta de que los artistas chinos no sólo dominan los temas florales y avícolas, sino que representan su entorno con maestría. Descubrí, para mi sorpresa, que el paisaje es exactamente como lo muestran las pinturas clásicas chinas: montañas como jorobas de camello.

El peculiar paisaje de Guilin se debe a su orografía: abruptas formaciones kársticas coronadas de vegetación. Entre las montañas se extienden campos de naranjos, cuyo aroma inunda el aire, y llanos inundados por los arrozales. Bordeando el cauce del rio Li se vislumbran, en el mar de niebla, gigantescos peñascos, engalanados por bambús semejantes a formidables abanicos de plumas.

Ahora entiendo que los artistas, sin utilizar la perspectiva y el punto de fuga, estaban plasmando la belleza que los rodea; quizás en tinta y papel de arroz no lo parezca, pero Guilin es un paraíso terrenal.

Yura Luna
22 de mayo de 2011