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Crónicas de un escritor en Connecticut

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Charter Oak, Connecticut
Charter Oak, el gran roble blanco símbolo del estado de Connecticut. Cayó durante una tormenta en 1856 y se calcula que vivió más de siete siglos. Óleo (1857) de Charles De Wolf Brownell

El profesor William García, de Union College de Nueva York, quien ha estudiado, ha escrito y ha publicado ensayos y artículos sobre mis obras de teatro, me sugirió en su oficina que me animara a escribir crónicas. Escuché sus argumentos que me sorprendieron, pero no me comprometí a escribirlas. Yo había leído la excelente crónica El entierro de Cortijo, de Edgardo Rodríguez Juliá.

Busqué en Internet la definición de crónica y leí algunas crónicas de Carlos Monsiváis y Pedro Lemebel publicadas en las redes. Al leerlas, me di cuenta de que el estilo de las crónicas no me motivaba a incursionar en ese mundo narrativo. La aparente pasividad de la crónica contrastaba con mi compulsividad al escribir teatro. De todas maneras, me impuse escribir una crónica, y mientras la escribía iba fluyendo la escritura, una frase me llevaba a un fluir de conciencia, se despertaba un recuerdo lejano, casi en el olvido, almacenado en lo más profundo de mi psiquis.

Esa libertad de salto en el tiempo fue el detonante motivador y pude escribir las crónicas. Sentarme a escribir y describir una experiencia de primera mano, personal, se me convirtió en un juego entretenido, valía la pena el riesgo y la travesía. Lo importante no era escribir la crónica, sino lo que descubría escribiéndola. Esa fue la revelación.

Escribí ocho crónicas y me detuve.

Espero que los lectores de estas crónicas puedan descubrir sus horizontes perdidos.

Carlos Canales
Norwich, CT, Estados Unidos
25 de febrero de 2022

 

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