XIII. Experimento de letromancia • Varios autores

Comparte este contenido con tus amigos

Las Burgas de OrenseAproximación a la mitología en Galicia

Introducción

Recién estrenada la democracia en España, se celebró en Galicia (Poio, Pontevedra, 1981) el Primer Congreso de Escritores en Lengua Gallega. Asistió como invitado el único escritor castellanoparlante, el peruano Manuel Scorza (Lima, 1928), quien falleció dos años más tarde en los trágicos accidentes acaecidos en el Aeropuerto de Barajas (Madrid), a consecuencia de la intensa niebla. Pronunció una magistral conferencia que escuché sentado entre el público asistente, en la que trajo a colación “el mito”, como defensa del indio frente al invasor. Como era natural, argumentó su tesis a través de “Las Baladas”: Redoble por Rancas, La guerra silenciosa, Historia de Garambo el Invisible, El jinete insomne, Cantar de Agapito Robles o La tumba del relámpago. Desde una óptica poética fusiona mitos ancestrales con la propia historia para mostrar la lucha de los campesinos para recuperar sus tierras. Desarrolló toda una mitología fabulada, en la que el indio se defiende con la invisibilidad que proporciona un poncho, conoce hechos por caballos que hablan, vive más con jinetes que jamás descansan; convirtió su exposición en una trama mitológica, donde el indio se confabula con la magia, el mito, la superstición para defenderse de la única forma que puede contra quien le invade y aplasta. Por tanto, su presencia en este congreso, donde se homenajeaba al escritor Álvaro Cunquiero (Cien primaveras mais para Galiza, Cien primaveras más para Galicia), uno de los más eminentes fabuladores del país, no fue en vano. Sus palabras, en una tierra donde las creencias forman parte del modus vivendi, volaron, cual mariposas, por la mente y la imaginación de los presentes. Al menos, ese fue mi caso, recién aterrizado en esa tierra, donde mi estancia iba a ser larga y me iba unir a ella por los lazos que ofrece el matrimonio. Mujer y tres hijos tengo pontevedreses. Atisbé, por tanto, la posibilidad de escudriñar en las creencias arraigadas en el pueblo gallego, con la perspectiva de quien había vivido hasta ahora en la árida y ardua Castilla. Parte de culpa tuvo Pilar y Manolo, mis suegros, que, además de darme su cariño, comenzaron a contarme historias, fabulas y creencias que ellos mismos conocían en primera persona, que me fascinaron. De algunas lecturas, informaciones, investigaciones y fábulas que me contaron, vino a dar lo que sigue.

Aclaración: Como la mayoría de las palabras y conceptos son tomadas de la lengua gallega, algunas de ellas han de figurar sin traducción, en el idioma original. Posteriormente, en el desarrollo se explicarán en castellano correspondiente.

 

Notas explicativas sobre la mitología

Antes de adentrarnos en el corpus de la mitología en Galicia, hemos traído algunos conceptos a vuela pluma para centrarnos en el tema. ¿A qué se llama mitología? Por lo general corresponde a su interpretación y al resto de los mitos de una cultura donde se dan éstos. El mito es un fenómeno complejo que puede ser comprendido desde distintos puntos de vista. Puede corresponder a una narración, mostrada en un lenguaje simbólico, donde refleja el origen de una cultura, elementos y bases. Esta narración describe el origen del mundo, el nacimiento de los seres humanos y de los animales con los que convive. La mayoría de las culturas se han basado en unos mitos, en los ritos y en las costumbres de las distintas actividades humanas. A diferencia de los cuentos tradicionales, los mitos se desarrollan en un tiempo distinto al de aquéllos, porque su realización corresponde a una época que es anterior al del mundo convencional en el que se vive. Este aspecto le confiere una consideración religiosa, por los dioses y procesos sobrenaturales que intervienen. Se entiende en el ejemplo de la creación del mundo por Dios, aunque hay una contraposición, no clara del todo, en la que la tradición judeocristiana opone la noción de historia a la de mito. Otro tanto pudiera aplicarse al conflicto entre el logos (la razón) frente al “mythos” heredado por Occidente de Grecia. Con estas premisas nos encontramos con los términos mito, razón e historia. Es sabido el uso de Platón de los mitos como alegoría o incluso como atributo en el desarrollo de los argumentos. Aristóteles ve coincidencias entre los mitos griegos relacionados con la creación y el “mythos”. El propio Jesucristo es tratado como el “ logos” que llega al tiempo histórico desde la eternidad. Surge aquí, por tanto, una disquisición entre mito e historia en la narración bíblica. Los estudiosos del mito han considerado algunos tipos diferentes que corresponderían al origen del mundo, hechos de los héroes, nacimiento y renacimiento y de fundación. Cosmogónicos son los que explican cómo fue el origen del mundo. Harto conocido es la creación del mundo descrita en el primer capítulo del Génesis. También son cosmogónicos el mito de los padres del mundo. Los hechos de los héroes son también considerados como mitos. El fuego de los dioses que roba Prometeo en la mitología griega, es el paradigma de esta anáfora. En los de nacimiento y renacimiento se muestran de qué manera se renueva, modifica y transforma la vida a los seres humanos, en los que la llegada de un Mesías, un suceso extraordinario o una nave cargada de bienes.

El mito de fundación se entiende perfectamente con Rómulo y Remo. En cuanto el mito se difunde en un soporte narrativo, constituye una manera de conocimiento, se desarrolla en una sociedad y comporta un aspecto psicológico; aparecen distintos autores que han estudiado el fenómeno. El alemán Friedrich Max Müller investiga el desarrollo histórico del lenguaje. Para el francés Claude Lévi-Strauss representa un caso singular del uso lingüístico. Para la antropóloga británica Burnette Tylor el mito es una ilusión óptica. El francés Maurice Leenhardt, el mito viene a ser la experiencia vivida por una comunidad. Mircea Eliade revela una ontología primitiva. El antropólogo Géza Róheim ve en la interpretación la teoría freudiana. Sociólogos y antropólogos han relacionado sus descubrimientos con la comprensión del mito en las culturas antiguas. En el lugar que nos ocupa este ensayo, no se podía olvidar a los benedictinos, P. Feijóo y P. Sarmiento, al historiador Manuel Murguía, al doctor Jesús Rodríguez López, el escritor don Vicente Risco, el etnógrafo Bouza-Brey, D. Ramón Otero Pedrayo, D. Xaquín Lorenzo Fernández, D. Xosé Filgueira Valverde, D. Xesús Taboada Chivite, D. Ramón Martínez López, D. Antonio Rodríguez Fraiz, D. Ramón Piñeiro López, D. Antonio Fraguas Fraguas, D. Florentino López Cuevillas, D. Euloxio Rivas Qintas o el propio Hipólito de Saa Bravo, entre otro ilustres eruditos.

 

Una posible mitología en Galicia

Abordar este tema, en el que rigurosos especialistas lo han hecho con maestría y erudición, no es asunto baladí. Por tanto, esta aproximación se ha de intentar desde el punto de vista de quien no es un investigador al uso, sino un aprendiz de escritor, que intentará, si se alcanza, viajar desde la literatura a los entresijos de las creencias de un pueblo que lo vive a flor de piel. Habría dioses antiguos, con sus nombres correspondientes. Y de los estudios realizados se concluye que el habitante de Galicia veneraría a los árboles, a los montes, a los ríos, a los mares y a las fuentes. Justino se encontraría con el Pico Sacro, al que la creencia popular prohibía hurgar con instrumentos metálicos, porque se creía que habría tesoros ocultos dentro. Y la única forma de encontrarlos se produciría de una forma natural, tras caer un rayo y dejar el tesoro al descubierto. Por documentos contrastados se tuvo noticia de las fuentes, que en tiempos de los romanos serían consagradas a las Ninfas. De manera especial las fuentes termales, conocidas en nuestros días, como Las Burgas de Orense, que con sus 67º C de temperatura, hoy como en la antigüedad curaban enfermedades de la piel a quien tomaba sus aguas. Al igual que remediaban problemas respiratorios tomándolas continuadamente. Al igual que los dioses de las fuentes —Bormanico entre ellos— los había de los ríos, a los que fueron dando sus nombres —Brico relacionado con el nombre de Brigantium o de la tribu Brigatina. De la serpiente y de su culto se tiene noticia por las representaciones arqueológicas y por la toponimia. Seguramente se haría ofrendas a los dioses. Se adivinaría el futuro y los acontecimientos por el vuelo de las aves, por las entrañas de los animales. Tenían sus dioses propios. Se conoce un dios local —Vestio— aparecido en Lourizán, Pontevedra. Habría que hablar del rito, como ceremonias de culto, que mantienen una relación directa con el mito. Posiblemente parte del paganismo que nos ha llegado como tal mito lo ha hecho como rito. Ahí tenemos las creencias relacionadas con los demoños y de manera especial con las ánimas. Relacionado con lo anterior es posible que haya que justificar mitos como ritos. En los exhaustivos estudios que se han hecho en el antiguo Egipto, se cree que se embalsamaba a los muertos porque había una costumbre y no porque a deidad alguna se hubiera hecho. En hábitos, supersticiones, leyendas, divertimentos y cuentos vienen a dar los ritos mágicos y supersticiones. Ritos, que son producto de las buenas maneras, que algún estudioso —Van Gennep— llama de “pasaje”. El paso del niño al casamiento, pasando por la mocedad. Los habría de purificación, de fecundidad, de salud, amorosos, de maleficio y otros.

 

Cultos, seres míticos, mitos, apariciones, razas míticas, seres indeterminados

El habitante primitivo, en el entorno que vivía, tomaría referencia de cuanto le rodeaba. Así, rendiría culto a los montes, a las aguas, al aire, a los árboles y a las plantas, a los astros, a los fenómenos meteorológicos, a la serpiente o a los lobos.

El P. Sarmiento hace referencia a un monte que había en Fisterra, que curaba la esterilidad a las mujeres. Aunque el más conocido sería el Pico Sagro, que está entre Santiago y Ulla. Allí se acude en busca de la curación del mal de San Antón (ergotismo).

De las aguas se conocen sus virtudes medicinales. Una creencia extendida es la recogida en Orense. No se debe beber el agua después de la media noche, porque está dormida. Los marineros de las rías pontevedresas (Marín, Bueu, etc.) tenían la costumbre de echar un trozo de pan de maíz al mar, una vez que salían de la ría. La virtud curativa de las aguas se practica en el rito de tomar las nueve olas en La Lanzada. Las Burgas de Orense atajan males de la piel.

En el aire vuelan influencias malignas y fuerzas misteriosas. Ya se sabe de los contagios de enfermedades por el aire que se respira. Cómo es necesario guardarse de las corrientes de aire, dentro de casa y fuera de ella. Otra asunto son las exhalaciones que determinadas personas o animales que puedan echar. Guárdate del aire de muerto, de sapo o de salamandra.

El fuego es una de las posesiones más antiguas, como conocimiento y como posesión de poder al conservarlo. Se conserva en la memoria del pueblo como un ser al que se le considera con vida propia. El fuego ha formado parte de la vida del gallego, porque en la mayoría de las casas se hacía vida en torno de él. Así, delante del fuego cumple guardar castidad. Tampoco se ha de ser soez, ni se deben tener malas costumbres como escupir en él. Los hombres casados de la comarca de Lugo, si habían de tener relaciones con sus esposas, lo tapaban primero. El fuego habría de conservarse encendido en el hogar, porque sabían que las noches frías las almas errantes entraban a calentarse. Otros de los fuegos tradicionales de Galicia son los de San Juan, que se deben saltar siempre en cantidad impar para purificar a las personas y al ganado. Además de librar de las mordeduras de perros y víboras. Se debe saltar por encima diciendo al tiempo:

“Salto por riba
Lo lume de San Xuan
Para que non me morda
Ni cobra ni can”.

Salto por encima el fuego de San Juan para que no me muerda ni víbora ni perro.

Algún árbol como el roble de Santa Mariña de Aguas Santas están consagrados. Otros son conocidos por su espesor. Otros rascándose contra ellos es remedio de la sarna. De las sombras de los árboles se conocen las que son beneficiosas o no, como sucede con la higuera.

De los astros, concretamente del sol, se asombró Décimo Junio Bruto, creyendo que al hundirse en el mar se apagaba y se oían los chirridos que producía. El culto que se le brindaba a la luna era perseguido por la Iglesia. En cuanto al rayo —también conocido como chispa— se le tiene como algo vivo. Entra, sale, se esconde. Incluso se le puede guardar. Los gallegos creen que después de caer el rayo se forma una piedra que le llaman “piedra do raio”, “piedra del rayo”, que viene a ser como cristal de roca.

El tema de la culebra, por su antigüedad, está documentado en monumentos prehistóricos. En una conocida obra literaria se cuenta la invasión del pueblo de los Gaefes, tribu celta que adoraba a la serpiente. Las culebras, en las creencias populares, son guardianes de tesoros. Se enroscan en ellos y llegan a tener la piel de oro. Más tarde se hacen viejas y toman la facultad de volar. Su nacimiento se da de un huevo de un gallo de siete años. Se meten en las casas y en las vaquerías y maman de los pechos de las madres y en las ubres de las vacas.

En cuanto al lobo, son muchas las tradiciones que lo relacionan con su culto como animal totémico. El hombre es su peor enemigo. Aunque se le espanta con fuego, luz y música. El problema surge cuando el lobo consigue mirar al hombre. Porque su mirada es como la del fuego de los tizones encendidos, que produce pavor. En cuanto al lobishome, el licántropo, es conocida la creencia en los pueblos germanos del caballero que va de caza, dispara a una loba y, al llegar a casa, se encuentra con una mujer sangrando, a la que le falta un brazo.

Llaman en Galicia donas a las doncellas, que aparecen en los monumentos históricos. Sobre todo en las fuentes. Eligen las horas del amanecer en la mañana de San Juan. Se muestran peinándose los cabellos con peines de oro. Por su relación con las fuentes se las cree encantadas en ellas. Además de las doncellas, que semejan a los espíritus del agua. En el río Miño se han visto as feiticeiras, que vienen a ser ondinas. En los pozos de los ríos más conocidos de Galicia, viven los xacios, que es pueblo de anfibios, que tienen forma de persona. De noche, lavando en fuentes y en ríos se encuentra las lavandeiras, que suelen anunciar nieve o lluvia. Algunos de los mitos han llegado a nosotros por la influencia del cristianismo. Algunos espíritus como O Trasno, que es un espíritu que vive en la casa. Al “Tardo” se le confunde con el anterior, aunque éste vive en los campos. El Diablo y la Doncella de los pies de cabra. Junto a estos seres, se produce una serie de apariciones. “O Rabeno”, que viene a ser un sátiro, un fauno. “O Lambirón”, que no deja de ser un forastero que camina por los campos y seca las cosechas. “O Sacauntos”, conocido también en otros lugares de la península. “A Raposa”. La Raposa anuncia desgracias. “A Pita cos Pitos”, “la Gallina con los Pollitos”, quien la ve, sabe que hay un tesoro próximo. El Caballo Fantasma, espanta a quienes buscan tesoros. “Las Sirenas”. Junto con estos seres míticos coexisten en la creencia popular unas razas míticas. “Los Gigantes”, “Los Enanos”, Los Moros Encantados. Todos ellos suelen ocuparse de la custodia de los tesoros ocultos. “Os Tronantes, Nubeiros, Escoleres, o Tronadores” son seres relacionados con los espíritus de los aires, que traen las tormentas, la granizada o el trueno.

En cuanto a las Brujas, “Meigas” y “Feiticeiras”, convendría establecer alguna distinción. La Feiticiera ejerce una ciencia, la Bruja, un hechizo. Y la Meiga es la que prepara los filtros, las pócimas para curar a los enfermos. Aunque vienen a ser las mismas, se podrían añadir aún los nombres “Barajera” y “la Sabia”, que se dedica a adivinar o predecir el futuro.

 

Epílogo

A juzgar por lo visto, aquí se ha traído a modo de resumen, lo que pudiera representar las creencias, los ritos, las supersticiones de un pueblo. Se ha hecho de una forma somera, incluso fría. Y sobre todo, insuficiente. Porque en este capítulo existen trabajos exhaustivos. Nuestra intención no era otra que aproximarlos a quienes no lo conocían, o a quienes estuvieran interesados en el tema, introduciendo una línea a seguir para quien tuviera interés de continuar, aumentar y discernir con criterios diversos. Al margen de estas anotaciones puntuales y explicativas, están las personas que allí viven y conviven con estas creencias. En la vida cotidiana, sin haber leído una sola página de cuantos han intentado explicar estos fenómenos, se dan a diario situaciones que vienen a confirmar el arraigo. Si se está barriendo, no hay que hacerlo en los pies. A los niños recién nacidos no se les saca a la calle mientras no estén bautizados. El lunes de Pascua, se va a San Cibrán (Pontevedra) a sacar el meigallo. Se echa limosna en el peto de las ánimas. Se va a todas las Romerías, donde se degusta el vino y las roscas, por lo general debajo de un roble, allí instalado por los siglos. Se lleva exvotos a todos los santos para curar o agradecer una curación. Incluso se ofrecen dentro de ataúdes en procesión, quienes han salvado la vida. Se llevan amuletos colgados del cuello, o se esconden dentro de la casa para protegerla. Se teme a las culebras, a los lobos. Hay quien enferma sin explicación alguna y también sana de la misma. Especial atención se rinde al culto de los muertos. Al mar y a los ríos se les teme y se les respeta. Como lo rinden los marineros. Hasta el Carmen no ha de bañarse uno porque aún no están las aguas bendecidas. Hay quien guarda con cuidado el Libro de San Cipriano, que además de grimorio da cuenta de dónde están ocultos algunos tesoros. Se cumple con algunos ritos de por vida. Como nunca salir de casa con la pierna izquierda. Y así, pequeños detalles en la mesa, comiendo, al irse a la cama, al casarse, en el bautizo, en la calle, en las festividades. A la lumbre se la respeta. A la castaña se la hace la fiesta del Magosto. Ha de prestar atención a la salud, a la bebida, al sueño, incluso al trabajo. Los lazos de amistad, el arraigo a la tierra se extiende más allá del tiempo y del espacio. Lo que con el paso del tiempo viene a dar en una nostalgia de lo propio, de lo que se deja atrás. La lluvia, la música, los santuarios, las cosechas, las festividades. Forman parte de la conciencia social, de los hábitos más elementales y comunes. Además de esto, se recupera la piedra de la tierra para levantar cruceiros y panteones. En definitiva, un lugar, unas gentes que han entendido la vida acercándose a lo que les rodea. Así, por ejemplo, no van los novios a hacerse las fotografías al atardecer, a las playas, por casualidad. Sino porque quieren dejar recuerdo de ese día tan especial en las rías de donde les llega el pan.