Libertad de expresión, poder y censura • Varios autores
Benito Mussolini y Adolfo HitlerAproximación a la labor propagandística del fascismo alemán en el período de entreguerras

Comparte este contenido con tus amigos

Introducción

Cuando se habla de comunicación social no debe desestimarse el hecho de que ésta puede ajustarse a las necesidades e intereses del ser humano, bien al provocar un efecto deseado o satisfactorio, bien al instar al interlocutor a la toma de decisiones ajenas a su voluntad; por lo que la labor propagandística deviene medio eficaz, aun cuando su sentido recto sea manipulado con la reinterpretación de símbolos.

Textos como Historia y modelos de la comunicación en el siglo XX, de Jesús T. Álvarez (1988), han permitido evidenciar cómo Hitler y el nazismo fortalecieron su hegemonía a través de un fuerte movimiento propagandístico, durante el período de entreguerras, que abogaba por recuperar el poder arrebatado a Alemania y su respeto ante el mundo. Sin embargo, otros textos como Grandes enigmas. El fabuloso mundo de lo insólito, de Tomás Doreste, y Diccionario de símbolos, de Juan Eduardo Cirlot (1969), corroboran cómo el fascismo alemán confundió —por intereses propios— el significado de algunos símbolos, para asignarles un penoso recuerdo y una interpretación totalmente errada.

En este sentido, sería pertinente, e incluso necesario, evidenciar cuál ha sido el empleo de la comunicación social de una nación marcada por la crueldad del fascismo alemán y el poder hitleriano, en el período de entreguerras.

 

Desarrollo

Diversos estudios sociopolíticos e históricos han permitido corroborar que el fascismo (del it. Fascismo) deviene “movimiento político y social de carácter totalitario que se produjo en Italia, por iniciativa de Benito Mussolini, después de la Primera Guerra Mundial”1 y que se extendió a otros países como Alemania, a tenor de las características propias de esta región (nacionalismo).2

Desde la Primera Guerra Mundial la figura de Adolf Hitler (1889-1945) se fue haciendo evidente, poco a poco, en Alemania; pero no fue hasta el llamado “período de entreguerras” en el que llegarían a concretarse sus aspiraciones. Luego de ser sentenciado a cinco años de prisión como líder del Putsch de Múnich (8 de noviembre de 1923) —sólo estuvo ocho meses—, fue liberado en diciembre de 1924 y reconstruyó el Partido Nacionalsocialista Alemán del Trabajo (NSDAP) o Partido Nazi, como también se le conoció. Mientras cumplía una pequeña parte de su condena, dictó su autobiografía titulada Mein Kampf (Mi lucha)3 a su secretario personal, Rudolf Hess. Obra que constituyó una especie de programa antifascista alemán y mostraba, además, las técnicas de propaganda y planes para la conquista de Alemania y, más tarde, de Europa; se trazaban así las bases del nacionalismo.

Es válido destacar que Hitler, desde antes de instaurar el III Reich ―de 1935 hasta 1939―, mostró sus dotes de buen comunicador; es decir, de saber manipular la comunicación y sus medios en pos de sus intereses. El fenómeno de las masas era característico del siglo XX, por lo cual Hitler, en compañía de Joseph Paul Goebbels, su futuro ministro de Información y Propaganda, se apoyaría en diversos medios de propaganda mecanicista como la radio, el cine y los periódicos, principalmente; aunque no debemos desestimar los panfletos, dibujos y carteles, fotografía, manifestaciones, eslóganes, rumores, castigos y violencia, deportaciones y conferencias de entonces.4

En 1933 Hitler fue nombrado canciller gracias a la Ley de Poderes Especiales, que le permitía controlar todos los aspectos de la vida alemana; sin embargo, no cejó en autoproclamarse dictador a través de nuevas elecciones y, finalmente, jefe del Estado y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas. De esta manera creó el III Reich, la denominación del nuevo Estado alemán. El financista Alfred Hugenberg, quien desde la década de los años veintes utilizó la prensa no como negocio sino con fines políticos, apoyaría su ascenso.

Hitler cultivó la oratoria, por lo que estableció un planificado sistema de propaganda a través de gigantescos mítines que despertaban la atención en sus seguidores, coadyuvaba su liderazgo y alejaba al público alemán del carácter humanista, ahora marcado por una tristeza sociopersonal a punto de hacer catarsis. Ganarse al pueblo sería su primera acción si deseaba conquistar completamente el poder. La naturaleza de la propaganda —totalitaria— le ayudaría a gobernar el pueblo y consolidar lo nacional. En Alemania, el éxito del nazismo cobraría fuerza al influir directamente en las masas, según los intereses del Führer. Datos como los siguientes son ilustrativos:5

  1. Por decreto oficial, fechado el 4 de febrero de 1933, se autorizaba a la policía a destruir todo impreso contrario a la nación y al pueblo; de esta manera desaparecerían unos 130 periódicos socialistas y comunistas.
  2. Otro decreto, del día 28 del mismo mes, suprimió la libertad de prensa existente en el país, al cobrar fuerza sólo aquellos que apoyaban la causa del nacionalismo.
  3. El día 13 de marzo del mismo año 1933 se crea el Ministerio de Información y Propaganda según los lineamientos de Goebbels, y al cual se subordinarían la Cámara de Prensa, la Cámara de Cine y la Cámara de Radiodifusión. Estas dos últimas, preferidas por los nazis para hacer comprenderle a la población sus obligaciones para con la “verdadera” sociedad alemana.
  4. Clásicas consignas nazis como “Ein Reich, ein Volk, ein Führer” fueron divulgadas radialmente. Asimismo se hicieron obligatorias las audiciones públicas, se montaron altavoces gigantes en camiones, en fábricas y en barriadas, así como se prohibió y persiguió la escucha de emisoras extranjeras.
  5. La simbiosis del material de entretenimiento y los montajes llenos de simbología nazis, como lo hizo la Universum Film Aktiengesellschaft, la mayor compañía productora alemana, mostraba la imagen del orden social supremo e inigualable que se quería en el pueblo alemán. Se podían realizar obras cinematográficas siempre y cuando no contraviniesen los principios nazis.

El sistema propagandístico siempre tuvo el apoyo de la Gestapo (cuerpo policial secreto, creado para reprimir a la oposición y aislar a los judíos) y las Schutzstaffel o SS (Escuadrones de Defensa, antigua guardia personal de Hitler, cuyos miembros eran denominados “camisas negras”). Asimismo, la propaganda hitleriana despertaría la simpatía en los soldados con el aumento de capital a través de ricos botines; en realidad esto era una falsa promesa.

El trueque del significado de algunos símbolos sería otra de sus grandes estrategias para dominar la Alemania de entreguerras. Sépase que en 1919 —un año después de firmarse el Tratado de Versalles, que ponía fin a la Primera Guerra Mundial y humillaba al pueblo alemán— un grupo de ex combatientes se reunió en Múnich con el propósito de fundar una sociedad secreta que lucharía por devolverle a su patria el poder arrebatado y el respeto ante el mundo.

El grupo en cuestión estuvo formado por Dietrich Eckardt,6 Karl Ernst Haushoffer y Alfred Rosenberg, además de los que más tarde serían un dúo siniestro: Rudolf Hess7 y Hermann Goering, y allí eligieron Thule8 como nombre de la sociedad. Para el liderazgo no habría mejor candidato que Adolf Hitler, propuesto por Hesse; por lo cual Eckhart se ocuparía personalmente de educar al iniciado en las doctrinas esotéricas que devolverían al pueblo alemán el esplendor perdido; luego Haushoffer continuaría con la educación de Hitler, a quien, para entonces, ya comenzaban a llamar el Führer.

Destáquese, además, que el símbolo por excelencia más adulterado de esta maquinaria sería, sin duda, la utilización de la cruz esvástica o gamada,9 que figuraba a la cabeza de los símbolos religiosos de todas las civilizaciones antiguas. Era —y es— el más sagrado y místico de los símbolos de la India; pues se consideraba un diagrama de buen augurio, de amor y de paz; idea esta que el propio Dietrich Eckardt trasmutó a la conquista de “la nueva Alemania de hombres nuevos”, como él mismo llamó a las generaciones surgidas y educadas en las ideas del nacionalsocialismo, y que devendría imagen sagrada que identificaría al III Reich.

De igual manera, otro símbolo con un significado totalmente ajeno al de la mitología escandinava sería el sowellu: una suerte de rayo que recuerda al grafema [s] y que significa dentro del alfabeto rúnico “el Todo, la unidad, lo completo, a quien nada le falta”. Dos veces, viene a ser “el Todo del Todo”, aspecto que tampoco podría pasar inadvertido por el fascismo alemán.10 En este sentido, la duplicación de [s] se expresaría en las siglas del Schutzstaffel o tropa élite de Hitler al mando de Heinrich Himmler: SS. Las intenciones de hegemonía se develaban abiertamente.

Es válido destacar que la prensa alemana manipuló, poco a poco, a la población para una futura acción, al publicar infundios sobre los supuestos preparativos bélicos de la URSS; el carácter imperativo y de censuras minimizaba la libertad de pensamiento y acción de los hombres, ganándose así el apoyo de las potencias occidentales. Supuestamente Hitler y la Alemania nazi serían los defensores de Europa, pero la verdad era otra; al decir del Führer: “Sólo el pueblo alemán será un pueblo de guerreros; las demás naciones serán esclavas y trabajarán para la casta de guerreros teutones”.11

 

Conclusiones

Lo antes expuesto permite arribar a las siguientes generalizaciones: primeramente, el nacionalismo alemán estuvo marcado por fuertes tendencias al racismo; por lo que la conquista del poder marcaría el inicio de una destacada etapa de represión en pos de alcanzar la legitimidad de los hijos de la nueva patria que aspiraban construir. Asimismo se debía reconocer la presencia de Hitler como el Führer en esta empresa de dominio y poderío.

En segundo lugar, la labor propagandística hitleriana en el período de entreguerras poseía naturaleza totalitaria, que coadyuvaba a la gobernación del pueblo y a la consolidación de lo nacional. En este sentido, recibiría la colaboración de altos funcionarios y analistas políticos, de grupos de soldados pertenecientes a la Gestapo y a la SS; así como se apoyaría en tratados, películas, novelas sensacionalistas y hasta en teorías influenciadas por el nacionalsocialismo.

 

Bibliografía

  • Álvarez, Jesús T.: Historia y modelos de la comunicación en el siglo XX, Círculo de Lectores S. A., Barcelona, 1988.
  • Blavatsky, H. P.: Glosario teosófico, Ed. Glem, Buenos Aires, 1940.
  • Cirlot, Juan Eduardo: Diccionario de símbolos, Ed. Labor, Barcelona, 1969.
  • Deborin, G.: La 2ª Guerra Mundial, Ed. Orbe, La Habana, 1977 (traducción del ruso por Isidro R. Mendieta).
  • Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua (Drae).
  • Dickson, Arthur: Diccionario de runas, Ed. Labor, Barcelona, 1989.
  • Doreste, Tomás: Grandes enigmas. El fabuloso mundo de lo insólito, Océano Grupo Editorial, Barcelona [s.a.].
  • Tondriau, Julien: Diccionario de ciencias ocultas, Ed. Edaf, Madrid, 1985.

 

Notas

  1. “Fascismo”, en Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua (Drae).
  2. El nacionalismo alemán poseía mayor tendencia al racismo y fue conocido como nazismo (del alemán Nazismus, expresión apocopada de Nationalsozialismus).
  3. Cfr. Adolf Hitler: Mein Kampf [s.e.], Stuttgart, 1939.
  4. Jesús T. Álvarez (1988): Historia y modelos de la comunicación en el siglo XX, p. 98.
  5. Ibídem, p. 99.
  6. Profeta del nacionalsocialismo. En sus viajes al Tíbet adoptó la cruz esvástica como símbolo del nuevo orden alemán.
  7. Según la opinión del doctor Hanfstaengl, biógrafo de Hitler, Hesse enseñó a su amigo y jefe los secretos de la magia y poder político faraónico —en verdad Hesse era egipcio—, cuando ambos se encontraban en la cárcel.
  8. Según la leyenda, esta había sido una civilización aria desaparecida miles de años atrás, localizada en el Atlántico Norte, en las cercanías de Islandia. El grupo en cuestión creía firmemente que los seres que habían vivido en la antigua Thule pertenecían a la raza aria y que llegaron allí desde el Himalaya. A su vez, que habían penetrado en el mundo subterráneo de Agartha a través de grutas y desde allí, y sin que nadie haya sabido de qué modo, lograron dirigir los destinos del mundo. El grupo decidió que solamente a través de un intermediario excepcional, un líder de los líderes, lograrían penetrar ese mundo perdido. Cfr. Tomás Doreste: Grandes enigmas. El fabuloso mundo de lo insólito, Océano Grupo Editorial, Barcelona, [s.a.].
  9. Llamada también cruz Jaina, gamada o martillo de Thor (de la mitología escandinava, dios del trueno). La esvástica más antigua corresponde a un sello encontrado en Harappa (India) hacia el 2000 a.C.
  10. Los SS han sido comparados con los Caballeros Templarios, pues, como éstos, ellos obedecían ciegamente a los mandatos y la fe del Führer.
  11. G. Deborin (1977): La 2ª Guerra Mundial, p. 137.