Poética del reflejo • Varios autores
Fotograma del filme “Dorian Gray”, de Albert Lewin (1945)La dinámica entre autor, alter ego y doppelgänger en El retrato de Dorian Gray

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Escribir, decía la poeta estadounidense Sylvia Plath, es mostrarse desnuda al mundo. Dicha aserción cobra fuerza significativa en la poesía donde el poeta vierte a través de la palabra, con una lírica propia, su visión del mundo. En otros géneros literarios como la novela, el cuento, el drama (sea éste tragedia o comedia), el autor se libera más fácilmente del lazo que lo une al contenido de su obra, aun cuando subyacen en ella la experiencia de vida y valores del autor. Se habla por ello del alter ego, del latín alter, otro + ego, el yo, vale decir el doble, “el otro yo” del escritor. Doble no en el sentido del doppelgänger (del alemán doppelt [e] o cualquier doble físico, o parecido a alguien), sino del doble sicológico que puede repetirse y multiplicarse en distintas formas, que adquiere matices propios, siguiendo la intención que el escritor persigue al escribir su obra. Pero en el contexto novelesco la experiencia de vida del autor nunca se traspasa intacta (de ser ese el caso estaríamos hablando de autobiografía) sino que se hace a través de lo que Mario Vargas Llosa denomina “el elemento añadido”, concepto que expone en La orgía perpetua, análisis literario que llevó a cabo de la obra de Gustave Flaubert, Madame Bovary. Según Vargas Llosa, dos son los movimientos de la creación novelesca: el primero es la realidad como punto de partida, “la vida en su más ancha acepción (lo que veo puede ser lo que oigo, leo, sueño); lo segundo es la forma en que ese material es narrado, porque nunca es narrado en forma exacta a la realidad observada, es siempre ‘transfigurado’, ‘bordado’. Es así como el novelista agrega algo a la realidad que ha convertido en material de trabajo, y ese ‘elemento añadido’ es la originalidad de su obra, lo que da autonomía a la realidad ficticia, lo que la distingue de la real” (p. 147).

Es en este contexto que se intenta analizar aquí la novela (la única de tan prolífico y versátil escritor de obras dramáticas, poesía y cuentos infantiles) de Oscar Wilde titulada El retrato de Dorian Gray. La trama, a simple vista, expone la aspiración humana de lograr la eterna juventud que el personaje principal, Dorian Gray, un apuesto muchacho de casi 20 años, obtiene pactando con ocultas fuerzas malignas a cambio de grabar en su retrato, y no en su rostro y su cuerpo, las huellas de la vejez. Quien lo ha pintado es Basil Hallward, quien al comienzo del relato explica a su amigo Lord Henry que en Dorian Gray él ha encontrado la expresión más perfecta del arte, cuando dice: “Veo las cosas de manera distinta, las pienso de forma diferente”. Dorian Gray ha sido para él “un sueño de belleza en días de meditación”; dice que “no sería feliz si no lo viera todos los días”, agregando que uno de sus mejores cuadros lo logró porque “Dorian Gray estaba a mi lado. Me transmitía una influencia sutil”. Para él, “Dorian Gray define los trazos de una nueva escuela que tiene toda la pasión del espíritu romántico y toda la perfección del griego” (Cap. 1; 3%). Al escuchar los sentimientos de Basil Hallward por Dorian Gray, Lord Henry le sugiere: “Lo que me has contado es una historia de amor”, pero en seguida agrega: “Habría que llamarla una historia de amor estético” (Cap.1; 5%). En estas citas se expone la atracción del pintor por Dorian Gray, una atracción no sólo estética pues refleja admiración física y sentimientos explícitamente amorosos. El autor debe disfrazarla, o “bordarla”, en las palabras de Vargas Llosa, con un baño de verbosidad artística para ocultar las tendencias homoeróticas condenadas por la moral victoriana prevalente en la sociedad inglesa del siglo XIX, sentimientos que el mismo Oscar Wilde debe haber sentido por personas de su mismo sexo. Vale la pena notar que los personajes que se presentan en la obra con más fuerza son los masculinos y que es a través de ellos que se plantea constantemente el tema del amor. El romance de adolescencia que vive Dorian Gray con la actriz de teatro Sibyl Vane es pasajero, se desvanece cuando ella al descubrir el amor en la vida real (con Dorian Gray) le resulta fútil representarlo en el escenario de un teatro.

El pintor representa en la novela el amor romántico entre dos hombres, es el alter ego, del autor que reprime el amor carnal, que lo sublima canalizándolo al arte y se lo manifiesta a Dorian Gray con estas palabras: “Has dominado mi alma, mi cerebro, mis energías. Te convertiste en la encarnación tangible de ese ideal nunca visto cuyo recuerdo obsesiona a los artistas como un sueño infalible. Te idolatraba. Sentía celos de todas las personas con que hablabas. Te quería para mí solo. Sólo era feliz cuando estaba contigo” (Cap. 9; 50%). ¿Es esta la voz romántica del alter ego del autor?

Por otra parte Lord Henry es la manifestación sensual del alter ego, aquella que quiere liberar los sentidos, que despliega su filosofía de la vida abiertamente y sin tapujos, que enfrenta el mundo con una actitud cínica; para él los principios morales no cuentan en la realización personal, lo que cuenta son los sentidos. Aparece como un ente que incita a la corrupción, que instiga a Dorian Gray a responder ante todo a sus impulsos sensuales cuando le aconseja: “Que el cuerpo peque una vez y se habrá librado de su pecado porque la acción es una forma de purificación... La única manera de librarse de la tentación es ceder ante ella. Si se resiste, el alma enferma” (Cap. 2; 8%). Apela a la vanidad del muchacho, a que saque ventaja de su belleza, que es, dice él, uno de los grandes dones de la naturaleza, convirtiendo en “príncipes a quienes la poseen”... Es algo que se ve y “el verdadero misterio del mundo es lo visible, no lo que no se ve” (Cap. 2; 10%). Le advierte también de la fealdad de la vejez, eso que al ser humano “cada mes que expira lo acerca un poco más a algo terrible”; que mientras se es joven no se tiene miedo de nada; y que busque nuevas sensaciones pues el siglo en que viven necesita de lo que él llama “un nuevo hedonismo” (Cap. 2; 10%). El libro que Lord Henry envía de regalo a Dorian Gray contiene todas las iniquidades del mundo que él describe como “esos renunciamientos a los que los hombres llaman erróneamente virtudes, al igual que las rebeldías naturales a las que los prudentes llaman pecados” (Cap. 12; 55%).

Cogido entre estas dos fuerzas se encuentra Dorian Gray, que se inclina progresivamente a la influencia de Lord Henry, al darse cuenta que es en el retrato donde se graban sus malas acciones. Finalmente a los ojos del lector cede de lleno a la tentación cuando Basil Hallward, luego del suicidio de Sibyl Vane, lo visita para encararlo por su falta de sensibilidad, por la crudeza de sus sentimientos, y le dice: “¿Fuiste a la ópera mientras el cadáver de Sibyl Vane yacía en algún sórdido lugar? Algo te ha cambiado completamente... Hablas como si no tuvieras corazón, como si fueras incapaz de compadecerte. Es la influencia de Harry” (Cap.4; 47%; Harry es el nombre que los amigos le dan a Lord Henry). En esta escena Dorian Gray tiene un momento de duda y recapacita acerca de su comportamiento. Piensa que Basil Hallward le hubiese ayudado a resistir la influencia de Lord Henry: “En el amor que Basil le profesaba —porque se trataba de verdadero amor— no había nada que no fuera noble e intelectual” (Cap.9; 53%). De nuevo, Oscar Wilde recurre al arte para justificar ese amor como una manifestación espiritual más que corporal, cuando agrega: “Era un amor como el que habían conocido Miguel Ángel, y Montaigne...” (Cap.9; 53%). El amor le hubiese permitido salvarse, habría sido la redención de sus pecados. Oscar Wilde juega con la ambigüedad del lenguaje, ocultando así la naturaleza homosexual de los personajes. En ese dualismo en el que Dorian Gray tuvo libre elección, eligió el camino errado, la perdición de su alma que el retrato ahora conserva en la deformación que emana de la imagen. Por eso debe esconderlo, porque “engendraría horrores sin por ello morir nunca. Lo que los gusanos eran para el cadáver serían sus pecados para la imagen pintada en el lienzo, destruyendo su apostura y devorando su gracia” (Cap. 9; 53%). El cuadro es la expresión tangible de su alma, es el doppelgänger que en la cultura popular germana representa el mal y se percibe como algo siniestro que acarrea desgracias, enfermedades, peligros.

¿Se oculta el autor detrás de la máscara del narrador? ¿Utiliza estos dos personajes como la expresión doble de su alter ego (el que reprime y el que libera)? ¿Vivió Oscar Wilde en carne propia el conflicto entre ese hedonismo que Lord Henry proclama como liberador y el amor puramente espiritual que profesa Basil Hallward? Hacia el final de la novela la reconciliación de este dualismo la expresa Dorian Gray al decir: “Todos llevamos dentro el cielo y el infierno”, y los dos personajes que expresan la dualidad son sopesados por él, cuando trata de encontrar una salida humana, racional al conflicto. Es el narrador quien expresa lo que siente Dorian Gray cuando lo describe diciendo que al personaje le asombraba “la superficialidad de esos psicólogos para quienes el Yo era algo sencillo, permanente, fiable y único. Para él, el hombre era un ser dotado de innumerables vidas y sensaciones, una criatura compleja y multiforme que albergaba curiosas herencias de pensamientos y pasiones...” (Cap. 11; 62%). ¿Nos habla por fin la voz del autor? ¿Representa este párrafo la resolución del conflicto que Oscar Wilde enfrentó en vida? ¿Nos llama a aceptar al ser humano en su multiformidad; a aceptar las tendencias sexuales naturales sin con ello esgrimir juicios o condenas?

¿Podemos concluir entonces que la reflexión siguiente que el narrador aplica al pintor Basil Hallward es, en la vida real, la que retrata al escritor cuando dice?:

“... todo retrato que se pinta con el corazón es un retrato del artista, no de la persona que posa. El modelo no es más que un accidente, la ocasión. No es a él a quien revela el pintor, es más bien el pintor quien, sobre el lienzo coloreado, se revela” (Cap. 1; 2%).

Si transferimos la significación de este párrafo a otra forma de arte, cambiando las palabras en negrita al arte de la escritura leeremos:

... toda obra literaria que se escribe con el corazón es una obra del escritor, no de los personajes. El personaje no es más que un accidente, la ocasión. No es a él a quien revela el escritor, es más bien el escritor quien, sobre las páginas impresas, se revela.

Pasajes de la novela fueron utilizados en la Corte de Justicia contra Oscar Wilde en la querella por difamación iniciada por el autor contra el marqués de Queensbury, padre de Lord Alfred “Bosie” Douglas, que corrió rumores acerca de la relación sexual que mantenía con su hijo. La ironía del caso es que fue Oscar Wilde quien entabló la querella contra el marqués. Esto ocurrió en 1895; la novela fue publicada primero en una revista estadounidense en 1890 y acarreó una crítica tormentosa. Fue luego sujeta a revisión por su autor, quien agregó contenido a la historia para publicarla en forma de libro al año siguiente. Fue en el verano de 1891 que Wilde conoció a “Bosie”, estudiante de la Universidad de Oxford, que conocía en profundidad El retrato de Dorian Gray, lo que debe haber facilitado su acercamiento al escritor con intenciones de iniciar con él una relación amorosa. Wilde finalmente retiró la demanda pero le arrestaron, le encontraron culpable y le condenaron a dos años de trabajos forzados.

La sociedad inglesa ha recorrido un largo camino desde la época en que vivió Oscar Wilde. Desde hace algunos años la ley en el Reino Unido permite la unión cívica de personas del mismo sexo (no el matrimonio, que se reserva para la unión entre heterosexuales). Sin embargo, el 15 de abril de 2011, en el barrio de Soho en Londres, dos hombres fueron expulsados de un bar porque se besaban en público. Ese mismo día una multitud protestó frente al bar contra la decisión del dueño. Hace unos meses, la Corte de Justicia británica falló contra los propietarios de una pensión que negaron la estadía en su recinto a una pareja de homosexuales aduciendo que su religión cristiana prohibía aceptar la condición sexual de la pareja. La ley ha cambiado, pero los prejuicios perduran.

 

Notas bibliográficas

  • Plath, Sylvia, Letters Home, Faber and Faber, London, 1975.
  • Vargas Llosa, Mario, La orgía perpetua, Taurus Ediciones S.A. 1975.
  • Wilde, Oscar. El retrato de Dorian Gray, Amazon. Libro digital, las referencias están por lo tanto en capítulos y porcentajes.