El extraño caso de los escritos criminales. 17 años de Letralia
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Género negro
Versos buenos, malos y un jurado

Tiempo ha nuestros poetas escribieron,
plasmaron en papel sus pensamientos;
genios de la oratoria con acentos
versos maravillosos compusieron.

Eran tiempos do el vate componía
unos versos ritmados, cadenciosos,
al leerlos se oían armoniosos
y la rima al final se suponía.

Rigurosa labor la del poeta,
ideas en palabras traducía,
vocablo que al final se repetía
su exposición quedando ya concreta.

Dura la esclavitud de ritmo y rima,
parecidos sinónimos elige,
cumple leyes que métrica le exige,
aun con trabas llegar logra a la cima.

Vates como Cervantes o Quevedo,
Campoamor, Bretón de los Herreros,
Calderón y Molina y los Quinteros:
su grandeza plagiar inepto puedo.

Por el arte y placer de asesinar
contra rígidas reglas se levantan,
los bardos libertad fértil implantan,
sin rima y ritmo puédanse expresar.

Pugnan dos bandos: buenos y perversos,
conviven y se miran al soslayo,
ninguno de otro quiere ser lacayo,
luchan ambos, se enfrentan con sus versos.

Poeta a quien las musas versos soplan
agradecido y orgulloso exhibe.
Confirmación espera y la recibe:
su armonía y belleza ambas se acoplan.

Su verso con cariño a compañeros
de trabajo en sus fiestas entregaba,
con gozo y alegría contemplaba
las sonrisas en labios hechiceros.

Su obra osado a certámenes presenta,
pequeño, leve premio va a su mano,
linda flor en terreno de secano,
su estima de poeta se acrecienta.

Nuevas justas convocan. Se presentan.
El jurado imparcial dirime, a veces,
con falta de rigor y sensateces:
premio al amigo otorgan y argumentan.

Pronto el novel percibe algo no honesto,
sus malos pensamientos él rechaza,
participar peligra y amenaza,
de nadie ser compinche está dispuesto.

Personas de saber nombran jurado,
composición del mismo está en secreto
independiente y libre por completo
hasta que hayan el premio adjudicado.

Si el certamen cuantioso premio tiene,
más vates de renombre se presentan;
lindos versos los nuevos a él ostentan,
el premio otro se lleva aun peor suene.

Editoriales que al certamen velan
al ganador publican. Hay dinero.
Más que al arte el negocio ven primero.
Por autor conocido ellas apelan.

Quienes dinero aportan al concurso
se creen con derecho al mangoneo,
que en su amistad recaiga el tal trofeo:
por lograrlo no ahorran su discurso.

Buenos, malos, mejores y perversos
no son los vates, sí lo es el jurado,
si no vendido, sí lo han ya comprado;
mientras compone el bardo bellos versos.

La poesía antigua y verso libre
su labor y belleza equiparados;
quedarán los jurados malparados
según el corazón lo sienta y vibre.

 

Género negro
(El poeta, el ratero y el juez)

En una jungla salvaje
deambulan los piratas,
como lapas garrapatas.
Se lanzan al abordaje
quebrando cualquier blindaje.
Escasean escritores
redactando borradores.
Crudo y duro es su trabajo
amparado sólo bajo
Derecho de los Autores.

A una señorita guapa
una décima compuso,
entrególa según uso,
a sus ojos se agazapa,
perdido queda en el mapa.
Firmó nombre y apellido,
de muy pocos conocido.
Inocente no sospecha
del verso alguien se aprovecha,
y lo firma un distinguido.

En esta algaba salvaje
lo que es tuyo te arrebatan,
con su firma se delatan.
Si acudes al arbitraje
con poco y nuevo bagaje,
enfrentado a un gran poeta
cuyos pasos son de atleta,
te presentas, vulgar necio;
sólo recibes desprecio,
y quedas con tu rabieta.

 

La taberna

Era taberna sombría,
parecía casi un antro
por la escasa luz que entraba
a través cristal enano.
Al final del mostrador
dos hombres encorbatados,
ambos se miran y callan,
ambos apuran sus vasos.
Ambos vestidos de luto,
aspecto dan de enlatados.
Varias mozas elegantes
luciendo sus lindos trapos,
todas jóvenes y guapas,
van sus faldas arrastrando,
sus hombros al aire llevan,
al vestido falta un palmo.
Repartiendo lozanía
entre quienes han entrado,
comparten su compañía,
pura oferta de regalo.
Alredor mesa cuadrada
seis hombres hanse sentado;
repartiéndose las cartas
dinero se están jugando.
Agudamente se miran
entre reparto y reparto,
miradas desconfiadas
en quien pierde y va ganando.
No es la partida entre amigos,
son jugadas entre extraños.
Curiosos son numerosos
alrededor apiñados.
Atentos miran, y observan,
y todos siempre callados.
Sentado un viejo a una mesa
mata el tiempo en solitario,
aburrido algunas veces
su mente vuela al parnaso,
sobre papel versos plasma
que serán pronto olvidados.
A esta taberna sombría
acuden gentes a diario,
entre sí ya se conocen,
todos toman mismo caldo;
ninguno en otro confía,
en el barrio son extraños.
El aprecio que les une
les obliga a darse amparo,
sobre todo cuando el orden
intenta a alguien apresarlo.
Un joven entra corriendo,
sin cumplir quizás veinte años,
a los pies del mostrador
apurado posa un farde.
Veloz cambia su chaqueta
con un colega de al lado.
El bolso que trajo el joven
ha sido ya saqueado,
con pedazos de pan duro
de nuevo fue rellenado.
De dulce calma aparente
el local ha dominado.
Un viejo con un aspecto
entre cómico y extraño,
apremiado abre la puerta,
imita el canto del gallo,
al borde del mostrador
se sienta y agarra un vaso.
Del local presto se largan
los señores trajeados.
En el local gran revuelo
ha el gallo al cantar formado:
señores que de pie estaban
unos sillas encontraron,
otros contra el mostrador
sus cuerpos han recostado;
quienes jugaban dinero
sus ahorros se guardaron.
De bares el más decente
aparenta donde estamos.
Dos polis abren la puerta,
indagan en claro escaso,
“Hola, señores, buen día”.
Algunos han contestado.
Al aire vuela su vista,
el bribón localizado.
Se miran y se sonríen,
caminan los dos al paso.
“Buenos días, caballero,
tanto correr ¿no está canso?”.
“Cierto. Un rato me he dormido,
pero correr no he soñado”.
“¿No ha venido usted corriendo?”.
“Señores, están soñando”.
“¿Esa bolsa no es la suya?”.
“Nadie aún me la ha requisado”.
“¿La podemos registrar?”.
“¿Traen orden del juzgado?”.
“O nos la permite abrir,
o la bolsa nos llevamos”.
“Ni un secreto puedo haber,
ni puedo haberlo guardado.
Abran ustedes mi bolso,
pero ábranlo con cuidado”.
Satisfechos ambos polis
la bolsa abren apurados,
descubren secos mendrugos
de pan duro y atrasado.
Una carcajada suena
en los clientes congregados.
“Para qué usa tanto pan?”.
“Dar de comer a los patos”.
Los polis salen molestos,
cabreados y enfadados
El gallo sale a la calle,
dentro quedan amparados;
devuelven cuanto cogieron,
de nuevo llenan el fardo.
Aunque todos se conocen
en el barrio siendo extraños,
hoy los hechos les aúnan,
mas siguen por separado

 

Género negro_3
(Poema robado y juzgado)

El verso que ayer querida
mi dulce amor expresaba
y quería
mi alma en la tuya sumida
explayar bajo chilaba
mi alegría.

Hoy mi alma sufre y padece,
lo que era mío, no es mío:
lo robaron.
Pensando en ti se estremece
por perder su amor bravío:
lo dejaron.

De ladrón al juez acuso
a quien firma y se delata
sin temor.
Lo considera un abuso,
devolver el juez remata
nuestro amor.

Mundo lleno de crueldad
hasta a la mente rapiña
y despoja.
Dueño de su propiedad
al señor de la campiña
desaloja.