El extraño caso de los escritos criminales. 17 años de Letralia
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El día que matamos a la directora

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Sobre fotografía original de Image Source - Corbis

El día que matamos a la directora llovía y a mí me dio cosa haberme embarrado tanto porque mi vieja iba a estar todo el día con eso de que está podrida de lavar y que no cuidamos nada y que no sabemos qué valor tienen las cosas, que es la cancioncita con la que hincha todos los días, porque al final todos los días llego embarrado de la escuela o de la cancha o de la casa de mis amigos que son Santi y el Colorado, principalmente, aunque tengo un montón más.

Me acuerdo también que no hacía nada de frío aunque estábamos en julio pero ella igual se había puesto un abrigo pesado que nos costó un trabajo bárbaro atravesar, porque era como duro y brilloso, esos abrigos que usan las maestras en las fiestas de la escuela como la de la independencia que había sido un rato antes y había estado buenísima porque Jessica se había puesto una pollera corta aprovechando que no estaba tan frío como siempre para la fiesta de la independencia y el Colorado le hacía señas de que le mostrara la que te dije y ella se hizo la difícil pero al final, antes de que se fueran las banderas, se la mostró, nada más que un flash, así de rapidísimo pero se la mostró. Y hasta se metió el dedo y se corrió la bombacha, me parece.

Lo que mejor estuvo, aparte de eso que acabo de contar, es que las maestras repartieron unas canastas celestes y blancas, como una escarapela pero más honda, en las que había caramelos y otras pavadas de esas y que se cerraban con un cordón dorado como los rayos del sol de la bandera que si tirabas de a poco se iba desprendiendo y que después resultó más largo de lo que pensaba porque tenía como doscientos centímetros o más y era fuerte y resistente como la tela del hombre araña.

Con eso la ahorcamos aunque el Santi dice que en realidad la degollamos pero yo no estoy muy seguro de que sea eso porque en una película que yo vi por la tele al degollado le quedaba la cabeza colgando y a ésta sólo se le hizo un tajo finito finito en la parte del costado del cuello, como los subrayados de título con rojo que hace Bernárdez con una lapicera que dice que se la trajo de Estados Unidos un hermano que es ingeniero allá y habla todo el tiempo en inglés aunque nació acá a la vuelta como dice mi viejo y yo le creo más a mi viejo que a Bernárdez, aunque no me vaya a comprar una lapicera como la que tiene él jamás en la vida. O en la laif, como dice Bernárdez cuando habla en inglés.

Lo que le clavó Santi al lado de la marca roja de subrayado fue una lapicera azul, no roja, que la directora tenía en el escritorio y era más bien rara, metálica y pesadísima, como si fuera un adorno y no una lapicera nomás de escribir común y corriente, de las negras o azules que todos tenemos para usar en el aula, aunque después ésta se puso toda roja porque le saltaban unos chorros tan largos que a mí me pareció que le habíamos encontrado la yugular que te muerden los vampiros que el Colorado dice que no existen pero a mí me parece que sí aunque no se lo puedo decir porque se lo bocinea a todo el mundo y después viene el Gordo Peralta y te dice maricón y te agarra para que le veas la pija toda peluda que tiene él porque repitió quinto y hasta dicen que a uno se la hizo meter en la boca en el baño del gimnasio.

Ahí fue donde escondimos el guardapolvo de Santi que fue al que le pegó el chorro de sangre más fuerte y se lo dejó todo enchastrado y a mí ni una gotita porque estaba del otro lado y en el preciso momento pegué un salto hacia atrás y solté la cabeza que se fue a dar con todo contra la punta de una mesa que hasta a mí me dolió la forma en que sonó con ruido de hueso roto pero eso hizo que no me manchara nada y el Colorado tampoco porque la agarraba de las patas y se ladeó también a tiempo y le dijo sí serás pelotudo Santi te van a reventar en tu casa y fue entonces que se acordó de que las asistentes sociales reparten siempre guardapolvos para los chicos que no pueden comprarlos o los padres dicen que no pueden y vaya uno a saber si después no los andan vendiendo por ahí como los chicos de Ramírez de a la vuelta de casa que mi vieja dice que los mandan a pedir para comprarse vino el viejo y la vieja y los hermanos más grandes.

Con un cuchillo de abrir cartas que había en el escritorio de la directora el Colorado abrió la puerta de la sala de las asistentes sociales, que eso lo había aprendido en la tele y lo venía practicando de toda la vida con todas las puertas de la escuela y así también hizo saltar el candado del armario donde se guardaba la ropa y le buscamos al Santi un guardapolvo de su talle pero el idiota además quería que fuera de la misma marca porque la madre se iba a dar cuenta de que venía con guardapolvo cambiado pero al final lo convencimos y le pusimos uno que le quedaba medio corto pero estaba precioso y con una tijera le cortamos el manchado en tiras recontra finas y lo tiramos a los inodoros del baño del gimnasio como ya dije.

Cuando estábamos por saltar por la ventana del baño para el lado de la calle me di cuenta de que me estaba llevando la tijera en el bolsillo del pantalón y me acordé de que no podíamos quedarnos con las evidencias y me volví rápido veloz y por las dudas se la metí bien adentro en el pecho a la directora que ni se movía de muerta que estaba y después se lo comenté a los otros dos cuando estábamos tomando la leche y me dijeron que estaba bien lo que había hecho y que ahora había que olvidar y no hablar más del asunto y la verdad es que hasta ahora ni me había acordado.