0.1. Aspectos preliminares
En diferentes ámbitos internacionales se considera que Borges sintió gran admiración hacia Emanuel Swedenborg (1688-1772). Así, en una nota aparecida hace algunos años, Antón-Pacheco (vid. 513-517) sugería que la obra del teósofo sueco inspiró la religiosidad del escritor argentino, y más recientemente, James F. Lawrence, en la introducción a un libro que recoge diferentes ensayos sobre la trascendencia de la obra del teólogo escandinavo afirmaba:
En tierras nórdicas se ha consolidado también la idea de la influencia del visionario en la obra de diferentes escritores célebres. Así, Inge Jonsson, al final de su artículo sobre Swedenborg en la Enciclopedia Nacional, afirma que su compatriota "ha ejercido una influencia significativa en la obra de grandes escritores", entre los que incluye a Borges.2
Un somero recorrido por la obra del argentino verifica la presencia del teosófo e indica la admiración de Borges hacia el mismo. No obstante, la manifestación de ese asombro borgeano estuvo enmarcada dentro de diversos contextos, y de ahí que estas páginas traten de establecer las características de la misma. Cabe señalar que pese a los intentos de los swedenborgianos, y como se habrá de mostrar en estas páginas, la obra de Swedenborg no ha sido siempre realzada por el discurso del escritor argentino. Pero antes de pasar al examen de los textos donde se registra la presencia de Swedenborg, situaremos brevemente la obra del teósofo nórdico.
1. Obras de E. Swedenborg
Swedenborg es uno de los suecos que mayor renombre han alcanzado a nivel internacional, aunque su obra sea, paradójicamente, poco estimada entre sus compatriotas, lo cual se refleja, entre otras cosas, en la tardía traducción de sus libros que, en casi su totalidad, fueron escritos en latín. Swedenborg dedicó gran parte de su vida al estudio de las Ciencias Naturales, pero luego de lo que se ha llamado su "crisis religiosa" (Lamm, 110 ss.) abandonó este campo para dedicarse por entero al contacto con el más allá, haciendo uso de un permiso que Dios le otorgó, según escribe en Arcana Cælestia, párrafo, 5. Los ocho tomos de ésta su obra magna, se publicaron anónimos, en Londres, entre 1749 y 1756 (White, 176), y constituyen una interpretación del significado divino de cada palabra del Génesis y del Éxodo. Además, al final de los capítulos, Swedenborg presenta una versión detallada de las cosas que ha oído o presenciado en los ámbitos celestiales reproduciendo conversaciones con ángeles, espíritus y demonios.
En uno de sus libros más leídos, De Cælo et de Inferno (1758), vuelve a registrar sus visitas y paseos celestiales. Esta obra se difundió rápidamente en EUA, donde a su autor se lo llamó el "Aristóteles nórdico" (Hallengren, 34). En 1771, el teosófo publicó en Amsterdam su Vera Christiana Religio, obra que contiene su testamento religioso. Poco después de su muerte acaecida en Londres, algunos de sus discípulos fundan una sociedad teosófica, y más tarde, en 1788, la Church of the New Jerusalem (White, 685).
Swedenborg alcanza celebridad internacional cuando a mediados del siglo pasado R. W. Emerson (1803-1882) lo incluye en el selecto grupo de seis hombres que representan a la humanidad, eligiéndolo como el prototipo del místico.3 Sobre la obra teosófica (y científica) de Swedenborg mucho se ha escrito y discutido. Entre sus críticos se encuentran, en niveles distintos, sin duda, I. Kant (1724-1802), W. Blake (1757-1827), y el mismo Emerson, quien en las páginas finales de su ensayo no deja de señalar carencias relevantes en los escritos del místico (vid.142 ss.). Kant mostró tempranamente su interés por Arcana, y después de haberla leído la comenta en una monografía en la que, no sólo manifiesta su escepticismo en cuanto a las posibilidades de establecer un contacto con el mundo de los espíritus, sino que también afirma que lo que escribía Swedenborg era una sarta de disparates (121).
Por su parte, Blake estuvo oficialmente vinculado a la Iglesia de la Nueva Jerusalem (Cazamian, 24). Pero el artista y poeta londinense se rebeló contra todo aquello que glorificaba la Razón, incluyendo los postulados teológicos swedenborgianos. Pese a los aforismos que Borges rescata (OC 4:148, 185), The marriage of Heaven and Hell está dirigida contra Swedenborg, y como el mismo título lo indica, contra la separación que establece el sueco entre el bien y el mal. Entre otras cosas, Blake le reprocha al inspirador de la New Jerusalem, que haya dedicado demasiado tiempo en conversar con ángeles, en vez de hacerlo con los demonios, de ahí que en su iracundia "blasfemante" rescate la voz del Diablo y registre los proverbios del Infierno, además de lanzar una crítica fulminante contra los escritos del escandinavo:
Pero a Blake se lo presenta como swedenborgiano, y pese a que el biógrafo del siglo pasado que alude Borges (145) escribiera: "Blake is sometimes reckoned amongst Swedenborgians, but mistakenly" (White, 699). Y es que una estrategia, por lo visto, exitosa, de la Iglesia de la Nueva Jerusalem consiste en el empleo de una lista de escritores célebres que habrían recibido la influencia del teosófo. Así, se ha afirmado (I. Jonsson, De Culto, 8) que Blake es el escritor que más inspiración ha tomado de Swedenborg. Desde esta perspectiva, podría también sostenerse que, de los filósofos, es Kant quien más se ha inspirado en el visionario sueco.
2. El teosófo en el discurso borgeano
Para Borges, los grandes aportes del mundo escandinavo —la llegada de Erico el Rojo a América cinco siglos antes que Colón, las sagas islandesas, y con ellas, el arte de la novela—, no han ejercido influencia alguna en la historia de Occidente, debido al "destino escandinavo, en el cual parece que todas las cosas sucedieran como en un sueño y en una esfera de cristal". Así también con el aporte de Swedenborg que, de lo contrario, "hubiera debido renovar la Iglesia en todas partes del mundo" (OC 4:187).
El origen del convencimiento de que Borges fue profundo admirador de Swedenborg se halla, entonces, en declaraciones del propio escritor, como asimismo en la relativa frecuencia con que un lector tropieza con su nombre en las páginas de Discusión (OC 1:236 n); Historia de la eternidad (360); Otras inquisiciones (OC 2:82, 100, 109 n, 126 n, 149); o en las de algunos de los numerosos prólogos que escribiera (OC 4:40, 507, 516). Sin embargo, esta huella —que no deja de ser esporádica— aparece como referencia erudita entre las múltiples que se manifiestan en los textos de Borges.
Más difícil resulta encontrar la presencia de Swedenborg en el discurso narrativo, aunque podría establecerse un paralelo entre la realidad de Tlön y la realidad de los reinos sobrenaturales visitados por el místico, ya que en ambos universos, los objetos son producto de la proyección de los pensamientos y deseos, ya sea de los tlönianos (OC 1: 439), ya de los ángeles o demonios swedenborgianos (vid. Lamm, 267). También podría verse en "Tres versiones de Judas", una alusión a la teoría swedenborgiana de las correspondencias, cuando en una de las interpretaciones de la traición de Judas, Nils Runeberg reflexiona acerca de una relación entre el orden terrenal y el celestial (OC 1:515).
Sin embargo, sabido es que en "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius", Borges parodia el idealismo berkeleyano, y que la idea que ilustra la interpretación de Runeberg proviene de otra fuente (vid. Alazraki, Kabbalah, 18), como además sugiere la postdata al prólogo de Artificios (183). De todos modos, el visionario aparece vinculado a obras de ficción, como se verá en 2.2. La huella swedenborgiana la registra el discurso lírico de Borges: aparte de un soneto dedicado (OC 2:287), Swedenborg irrumpe en "inesperados" poemas tales como en el que se recuerda a Alfonso Reyes (208), o en el "Otro poema de los dones", donde en una extensa enumeración se manifiesta gratitud "Por Swedenborg, / Que conversaba con los ángeles en las calles de Londres" (314). De todos modos, aunque esta presencia sea nítida, es asimismo infrecuente, y se la introduce para marcar la erudición del yo poético.
2.1. Presentación de Swedenborg
Borges introdujo la obra de Swedenborg en épocas y ámbitos diferentes, y ejerciendo funciones distintas, esto es, como traductor y como conferenciante. Durante la primera época peronista, el escritor se convirtió en un exitoso disertante entre cuyos temas ya se encontraba Swedenborg (Rodríguez Monegal, 356). De estas conferencias no hay manuscritos publicados pero, en 1978, Borges dictó cinco clases (en la Universidad de Belgrano, Argentina), las que fueron editadas en Borges oral (1980), y hoy recogidas en el cuarto tomo de las Obras completas. En las dos primeras, disertó sobre "El libro" y "La inmortalidad", en las dos últimas, sobre "El cuento policial" y "El tiempo". La única dedicada a una personalidad del mundo cultural fue la tercera, "Emanuel Swedenborg". El discurso de la misma expresa una intencionalidad positiva hacia el místico, la cual se acentúa por el recurso retórico que se emplea en el exordio cuando corrigiendo un juicio de Voltaire se afirma que "quizá el hombre más extraordinario —si es que admitimos esos superlativos— fue el más misterioso de los súbditos de Carlos XII, Emanuel Swedenborg" (OC 4:180). Esto es, se emplea aquí el artificio retórico observado por Julián Pérez en el discurso narrativo de Borges (18), y así se rebaja a Voltaire (y al monarca sueco) para realzar al "súbdito".
El discurso destaca lo ejemplar de la vida del nórdico, la originalidad y significancia de su obra, y de ella lo que sería el aporte medular en materia teológica: la tesis de que Dios no condena a nadie sino que cada uno elige su destino celestial, de modo que cielo e infierno dejarían de ser lugares de premio y de castigo; la tesis de que la salvación se alcanza mediante la inteligencia, así como la teoría de las correspondencias, basada en la creencia de que cada objeto de la naturaleza es una representación de un objeto espiritual y éste de uno divino (Lamm, 85). Y al explicar la obra teosófica, Borges (188) sostiene que, dada la claridad y sistematización de la misma, sería "absurdo pensar que la escribió un loco". Sin embargo, no pocos de los contemporáneos de Swedenborg lo pensaron así, vid. Lamm, 111, 130; Kleen, 663, 728 s.; Bergquist, Drömbok, 48 ss., 68 n. 91.
Sólo en una oportunidad Borges alude un aspecto que rebaja a Swedenborg, y es cuando menciona la conferencia de Emerson sobre el místico. Entonces, Borges señala que algo le "repugnaba" al filósofo norteamericano, "tal vez que Swedenborg fuera tan minucioso, tan dogmático" (186). Aparte de esta observación originada por los comentarios críticos vertidos por Emerson, Borges aparece como un admirador resuelto de la obra del "primer explorador del otro mundo", al cual se lo debe "tomar en serio" (188).
Un tono admirativo caracteriza también "Emanuel Swedenborg. Mystical Works", incluido en Prólogos con un prólogo de prólogos (OC 4:142-150). Este texto, sin ser idéntico, guarda semejanza con la conferencia de Belgrano, pero también algunas diferencias: no se nombra nada que rebaja la figura de Swedenborg, lo cual acentúa el tono apologético del discurso; se emplean asimismo otros argumentos para defender la sinceridad y cordura del místico (OC 4:144) y Blake aparece definido como "discípulo rebelde" (145), pero se afirma una vez más la idea de que la obra del poeta continúa el pensamiento de Swedenborg (148, cf.185). Sea como fuere, aquí se presenta al visionario nórdico otra vez en términos positivos, manifestándose la admiración que una parte de la crítica señala.
Ahora bien, estos textos constituyen parte del discurso erudito borgeano y probarían la admiración por la obra teosófica de Swedenborg, pero en todo caso, ello no prueba que la misma haya ejercido una influencia significativa sobre la creación de Borges.
2.2. La degradación del místico
Borges fue un activo introductor de autores extranjeros (Rodríguez Monegal, 261), además de un pionero en la presentación de la cultura nórdica en el mundo del castellano (Bernárdez, 1992), lo cual comprende que haya traducido páginas de Swedenborg. Así, ya en la década del treinta, Borges introduce al místico mediante "Un teólogo en la muerte" y "Un doble de Mahoma".4
En 1960 Borges y Bioy Casares editan el Libro del cielo y del infierno, en el que recogen el aporte de un centenar de autores —profetas, filósofos, poetas—, y donde queda registrada la visión de éstos sobre los ámbitos del más allá. El propósito de la obra es dejar "entrever la milenaria evolución de los conceptos de cielo y de infierno" y los antólogos afirman que "a partir de Swedenborg se piensa en estados del alma y no en un establecimiento de premios y otro de penas".5 En consecuencia, el teósofo es destacado en la antología, la que incluye siete fragmentos tomados de sus obras (cf. Antón-Pacheco, 515).
En una antología posterior, El libro de los seres imaginarios (OCC:567-714), publicada con Margarita Guerrero en 1967, vuelven a aparecer los ángeles y demonios de Swedenborg.
Esta muestra confirmaría que los escritos swedenborgianos ocuparon el interés de Borges. No obstante, si se considera la traslación de un género a otro que sufren dichos textos, se problematiza la creencia de una admiración irrestricta, como se verá a continuación.
La semiótica y la pragmática moderna enseñan que el contexto suele determinar no sólo el significado de enunciados particulares, sino también el de todo un discurso. De modo que una noticia o una crónica periodística interpoladas en una novela se transforman en ficción, lo mismo que una receta de cocina se convierte en literatura cuando la encontramos en la novela Como agua para chocolate, de Laura Esquivel, o en las Odas elementales, de Pablo Neruda. En estos casos se da un realzamiento de la realidad llamada trivial: lo cotidiano se transforma en elemento poético. Un recorrido inverso puede observarse cuando Borges recoge fragmentos de la obra de Swedenborg —que pertenecen a la tradición mística—, en un libro que reúne una serie de biografías sinópticas de delincuentes célebres (Historia universal). Si bien no es entre esos indeseables donde aparece el místico sueco, cabe preguntarse si es menos degradante la sección "Etcétera", en la que se presentan los textos de aquél como si fueran "ejemplos de magia" (OC 1:289).
Se recordará que "Un teólogo" aparece en la antología de la literatura fantástica que Borges con A. Bioy Casares y Silvina Ocampo publican en 1940, y donde es destacado en la introducción como uno de los relatos que serán inolvidables (Bioy Casares, 13). O sea que, en concordancia con su comentario al libro de Leslie D. Weatherhead, se desprende que Borges consideró a Swedenborg como maestro del género fantástico, y de ahí que con él no haya cometido esa omisión que dice haber cometido con otros pensadores (OC 1:280).
Así como la admiración caracteriza el discurso erudito de Borges, en el narrativo se manifiesta la ironía, y con ésta, el rebajamiento, cuando se introducen en un género menor escritos de Swedenborg para un "público popular" (diría Rodríguez Monegal, 239) interesado en lecturas entretenidas, como podrían ser las de Historia universal, o las de Libro de los seres, y en las que se presenta, en la primera, a delincuentes afamados, y en la segunda, un "manual de los extraños entes que ha engendrado, a lo largo del tiempo y del espacio, la fantasía de los hombres" (OCC:569). Este catálogo, sin duda ameno e inverosímil, abarca desde la leyenda del A Bao A Qu —un parásito que vive de las vibraciones de las personas—, hasta la del Zorro Chino —animal longevo que puede vivir hasta diez siglos y asumir la apariencia de las personas. Pues bien, en este catálogo de la zoología fantástica aparece presentado Swedenborg con sus ángeles y demonios.
Si se consideran los textos traducidos, se comprende que con ellos no se presenta a un teólogo, sino a un "maestro del género fantástico", lo cual implica un rebajamiento de la obra mística del célebre sueco. Además, si se examina la presentación de Swedenborg en el Libro de los seres, se observa el tono irónico tras la grandilocuencia de expresiones respetuosas:
El discurso recurre aquí al mismo artificio señalado antes, de realzar una figura y luego degradarla, de modo que, tras destacar a Swedenborg y presentarlo como personalidad "eminente", rebaja de inmediato la experiencia mística. Según este texto, si el visionario conversó a diario con ángeles y demonios se debió a que los ingleses son callados. Leer el texto sin una sonrisa es ignorar la intencionalidad irónica del mismo, intencionalidad que no hace necesario recordar que el autor real fue uno de los grandes maestros de la ironía.
En su discurso público, Borges explicitó lo qué admiraba del teósofo. Así, en una conversación de 1964 sobre literatura fantástica reproducida por M. E. Vázquez (152), después de señalar el carácter fantástico de la Odisea, la Eneida y, especialmente, de La Divina Comedia, Borges declara:
El aporte del "gran místico" está valorado dentro de un contexto —la literatura fantástica— que, de hecho, degrada su obra (recordemos que para la iglesia swedenborgiana, los escritos teosóficos de Swedenborg guardan el mismo carácter sagrado de la Biblia constituyendo lo que llaman el "Tercer Testamento", vid Världarnas möte, 2-5). Además, en esta conversación, se reitera el artificio retórico de realzar y rebajar al teósofo: Swedenborg es, por cierto, "extraordinario", pero "infinitamente inferior" al Dante. Con todo, esto no significa que la intención explícita de Borges haya sido degradar al visionario, pero de hecho, al emplear el recurso de la hipérbole aparece caricaturizado el valor de su escritura. Por otro lado, en Borges habla de Borges (335), al ser interrogado acerca de posibles inspiradores, el autor reconoce su deuda con Macedonio Fernández, Rafael Cansinos-Assens, Schopenhauer, Berkeley y, después de reafirmar la idea de que ha considerado la metafísica como una rama de la literatura fantástica, declara:
No se le puede pedir a Borges que recuerde a todos los que han inspirado su creación, pero en verdad, Swedenborg no aparece en un contexto "neutral", y no figura siquiera entre los autores favoritos que nombra (336 s). Y una vez más Borges deja claro que su interés por la teología se debe al potencial imaginativo que guardan tales doctrinas.
En entrevistas posteriores Borges afirma que no cree ni en el cielo ni en el infierno (Gilio, 1976:15), y que "la idea de Dios, de un ser sabio, todo poderoso y que, además, nos ama, es una de las creaciones más audaces de la literatura fantástica" (Peralta, 1976:34). El escritor argentino estimó las creencias religiosas y los postulados filosóficos "por su valor estético y aun por lo que encierran de singular y maravilloso" (OC 2:153).
3. A modo de conclusión
Los juicios positivos registrados en el discurso erudito darían razón a quienes sostienen que Borges sentía admiración hacia el teósofo nórdico. Pero esto no demuestra de por sí que el místico haya ejercido sobre la obra de Borges una influencia significativa: Swedenborg aparece como referencia curiosa e interesante, es decir, marginal, por lo que la influencia que señala una parte de la crítica es más bien un deseo que una realidad textual. Esto no significa negar que Borges haya coonsiderado algunas ideas del místico como originales, pero que las hubiera nombrado en su creación literaria no implica que fuera devoto de las mismas. Por otro lado, y más allá de la intencionalidad del autor real, se ha constatado una intencionalidad degradante manifestada en la forma en que se introduce la obra del místico:
Considerados separadamente, el discurso erudito y el narrativo presentan a Swedenborg desde dos perspectivas diferentes, esbozando una figura anfibológica que posibilita interpretaciones que se adecúan a la visión del mundo de cada intérprete, lo cual explica la sobrevaloración que se ha establecido en ámbitos allegados al místico. Considerados en conjunto, ambos discursos se complementan para realizar el artificio retórico de realzar y degradar a la figura representada, relativizando así su valor intrínseco. Pero en uno y en otro caso, la presencia de Swedenborg constituye uno de los tantos elementos del carácter erudito del discurso borgesiano cuya influencia —si pudiera hablarse de tal fenómeno— es marginal e irrelevante.
Notas
4. Bibliografía
Obras de Borges
Obras sobre Borges
Otras obras
Otras publicaciones