Los mejores libros de la década

Soldados de Salamina
Javier Cercas
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Soldados de Salamina, reseña por Andrés Mauricio Muñoz

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“Soldados de Salamina”, de Javier CercasSiempre he tenido curiosidad por saber cómo me mirará la muerte el día que decida que debo acompañarla. A veces imagino su cara de infinita complacencia mientras toca mi hombro para decirme que la hora ha llegado; otras, la imagino obstinada en su galantería por convencerme de seguirla. Javier Cercas encontró una imagen que para muchos resultaría atractiva de abordar por la literatura: la de un desconocido miliciano que mira a su víctima, quien luce impotente y consciente de que al final de esa mirada lo esperará la muerte, convencido entonces de que su vida se extingue ante los ojos que lo escrutan; sin embargo, ignorante también de que, por algún motivo, son ellos los que lo redimen perdonándole la vida.

Soldados de Salamina está estructurada en una especie de “novela en marcha” dividida en tres partes: “Los amigos del bosque”, donde un joven periodista y escritor narra el proceso de cómo se interesó por investigar la historia que derivó en su decisión de volver a escribir una novela (“historia real”, dice el periodista, tal vez renuente de reconocer que se daría otra oportunidad en la literatura);  “Soldados de Salamina”, que constituye la “historia real” en sí y reconstruye la vida de Rafael Sánchez Mazas, protagonista y eje central de la novela; “Cita en Stockton”, que representa un importante encuentro del escritor, clave para terminar de descifrar la verdadera realidad atrás de los confusos hechos, “porque uno no encuentra lo que busca, sino lo que la realidad le entrega”.

 

Rafael Sánchez Mazas es un reconocido escritor falangista nacido en el seno de una familia de la buena sociedad bilbaína. Después de vivir en Italia, llega a España seducido por la posibilidad de fundar un partido de corte fascista como aquel que por entonces tenía mucho auge en Italia; convencido entonces de su empresa, puso todo su fervor en ello, tanto que, “en los años treinta poca gente empeñó tanta inteligencia, tanto esfuerzo y tanto talento como él en conseguir que en España estallara una guerra”. Entregado a su ideología y reconociendo en el fascismo el instrumento idóneo para “realizar su poesía”, fundó el semanario El Fascio, “que supuso el primer encuentro de las distintas tendencias nacionalsindicalistas que acabarían confluyendo en la falange”, grupo político que, una vez convencido de que por la vía de las urnas jamás llegaría al poder, decide, el 16 de junio de 1935, buscarlo a través de la insurrección armada que dio origen a la cruenta guerra civil española.

Esta novela logra seducir a aquel que se interese por la rigurosa documentación histórica del proceso que llevó al generalísimo Francisco Franco al poder, y a su máximo ideólogo, Rafael Sánchez Mazas, a erigirse como ministro del primer gobierno de la victoria. Pero también atrae a quienes, como Javier Cercas —narrador mas no autor—, pretenda descubrir qué extraño reflejo devolvieron los ojos miopes de Sánchez Mazas al anónimo soldado que, pudiendo alcanzar la gloria con sólo liberar un tiro de su fusil, decide gritar: “Aquí no hay nadie”, dándole vida a una leyenda —alrededor de la odisea de Sánchez Mazas al escapar con vida del santuario del Collell— “constelada de equívocos, constelaciones y ambigüedades que la selectiva locuacidad de Sánchez Mazas acerca de ese periodo turbulento de su vida contribuyó de forma determinante a alimentar... de forma que, de tanto repetirla, ni él mismo sabe si los hechos ocurrieron así o es así como recuerda haberlos contado tantas veces”.

El poeta gallego, Eugenio Montes Domínguez, amigo personal y militante de la ideología, escribiría después: “Con pelliza de pastor y pantalón mahón agujereado de balazos, y ese color centeno de extremeño, duro de huesos e increíble de alma, he aquí, milagroso y cierto,  a Rafael Mazas... A Sánchez Mazas, el más antiguo falangista de todos los vivos y a la par el más nuevo porque llega, casi resurrecto, del otro mundo, después de un viaje dantesco por países de sueño y pesadilla, con prisiones, barcos fantasmas, cárceles en el mar y en la tierra firme, insomnios, hospitales, paredes frías, fusilamientos, fugas, bosques, y al término de la noche y de las lunas, el encuentro alborozado con nuestras tropas, libre por fin, en el lugar y el momento en que, junto a la sombra azul del Pirineo, se libera España”.

Los elementos con que Cercas —autor— construye la novela, van apareciendo en la escena sin un orden predecible pero con una justificación que a la postre reconocemos como obvia; quizá esta virtud es la que dota y raciona la historia con la tensión requerida en el momento requerido. El modelo de construcción de personajes permite que, uno por uno, aparezcan en la escena Miquel Aguirre, los hermanos Figueras, Angelats y Maria Ferré en el entorno boscoso y  brumoso del lago de Banyoles para poner cada uno la seña en el camino que le permita a Cercas —narrador y personaje— llegar al punto donde quizá confluyan todas las versiones y le entreguen una realidad con más consistencia que el mito.

En un aparte de la obra asoma huérfana una frase que nos dice: “gane quien gane las guerras, la pierden siempre los poetas”; pues bien, Javier Cercas se ha valido de una imagen que le permitió reconstruir con retazos una época oscura de la sociedad española. Un tiempo en que las gentes “mataban y morían en las cunetas”, un tiempo de guerra; sin embargo en esta guerra, recreada por el español, nos queda la certidumbre sin fisuras de que ha ganado la literatura.