Cuerpo mediterráneo • Edith Goel
Hacia la tierra

Comparte este contenido con tus amigos

All the while Persephone knew how brief the beauty was:
fruits, flowers, all the fair  growth of earth, must end with
the coming of the cold and pass like herself into the power of
death...

E. Hamilton

Hacia la tierra

Canción arterial

Ruego
por el cristal de esta existencia.

Que un corazón nos salve
de esta caravana.

Las teclas de un himno
sin amor
estremecen los portones.

Llegué huérfana
a las arenas de otra madre
Exhausta.
Atrapada entre corales
sobrevivo

Sobrevivo a este camino sin danza sin estrépito buscando la flor del círculo la matriz en mi vértice feroz la anestesia que grite los nombres que no queremos escuchar en nuestras plantas recuperamos la razón de nuestro día y nuestra herida y nadie nada calla en nuestras células el diagnóstico de nuestra fe recupera la insignia de la fragilidad y con ella pueblo siempre sin estrépito este camino

 


 

Un silencio
borra las huellas de otro sol
y aturde mi mirada.

Un cántaro de piel irresistible se rinde.

Desde el horno
a las alas
la materia se hunde
en un río sin memorias

 


 

A modo de Ars Poetica

Puedo despojar a la vida de retórica y decir
precisamente
lo que hay sobre la mesa
en los umbrales
en la veta específica
del barro
donde la pupila se quedó clavada.

Inclino la cabeza
cerca de la canilla
después de una sesión de seda dental

La sangre corre por la pileta
Se pierde.

Dónde está.


que todavía no nací
y que algo ileso
y mío
aún me queda.

Huelo la sopa casi a punto.
Me regocija
el vapor inconsistente de mi hogar.

Cómo nacer.
Cuándo nacer.

Miro por la ventana
La sopa no desborda

5600 files infected
Quarantine.

Un peligro se aleja.
La huella de una prisa.
Las paredes recuperan su misión
Están desnudas

Las pupilas se arraigan en el barro
veteado

Y ahora
toda esta masa
que acumulé en la espera
me pesa en los ojos.

La garganta
es un puente oxidado de amenazas.

Un silencio lluvioso recorre los rincones.

Dejaría todo en un inmenso cajón.
Me iría con lo puesto y con mi historia.

Las paredes
están blancas.

Tomo de la mano
los otros dos habitantes
de este útero invernal.

La Guardiana de los ríos nos cobija.

 


 

El desmembramiento de los ángeles
y la larga voz
de la arenas
me quitan la luz.

Sin embargo,
la ceguera no es la muerte

La anatomía de mis choques
qué mensaje tendrá
cuando lo que siento
es un sol excesivo
e invitado a traición

Una piedra enquistada en mis espaldas atesora la lentitud de los pasos nunca quise ser veloz Dios lo sabe lo saben mis silencios el perfume frutal de este largo nacimiento esta muerte de la danza la metamorfosis de lo que nunca nadie quiere oír y es lo que pesa cargo una coraza quiero cantarle a todas las corazas y a todos los desnudos y a todas las alas Alá y Dios y todos los dioses y las diosas bailarán bajo este relámpago cuando pueda cantar cuando pueda pronunciar el nombre mi desnudez quién llama a mi perfume a mi tersura aún existe aún existe ya tiene nombre mi camino mi casa existen

Y la sed
—la mía, todas—
no es eso que se mide
en los caudales de un agua embotellada.

La sed es un abrazo que se queda
siempre en el umbral. Tartamudea, tacha los errores en formularios siempre tardíos escritos en un lodo fácil.

La sed queda.

Los hombros no soportan
ni un milímetro de arena
ni una nube.

Hay un suelo que sabe llevar muy bien mi color

Habrá un suelo

 


 

Cuál será
la carga irresistible del transbordo.

Un alambre de púa
roza
la planta distraída de un pie.

La piel se queda

La sangre se queda
en las compuertas.

La marcha se repite

Se repite el sol

Alguien se refugia

 


 

Cuando nos abrazamos
esta placenta se extiende
y somos
tres encapsulados felices

las vetas en el barro
nos invitan a salir
y vamos
a recoger nuestra propia insensatez.

Recorro con mis ojos
el frente de tormenta
más allá del naranjal.

Con el pelo mojado mi mano no percibe
la suavidad del agua.

Un rayo atraviesa
los tirabuzones de una princesa de aquí.
Un chico abandonó
su risa fácil.

Devoramos
la última frutilla.

Cuándo naceremos.
Hace frío.

Detrás del vidrio
alguien
nos llama.

 


 

En la intermitencia de las nalgas
deja oírse
inmóvil
el elixir profanador

 


 

Explosión

En esta fila de carne
los líquidos
fundidos al metal
envuelven
una dispersión sin crónica.

Queda la nitidez del aire
buscando nombres al despojo.

Nos abren los baúles
Las carteras

Nos miran a los ojos
esperando
el anuncio de un crimen

Nos desmenuzan
los buenos días

la paz
la persistencia
¿Y si los pies
buscaran el alivio de un camino remoto?

 


 

Las membranas de la leche
arden.
El sol
rebota
en el hueco de la boca
y no encuentra su salida.

Busco de reojo
en las ventanillas de los coches inmóviles
mi rostro insistente
mi piel paseando sin cobijo.

Me busco
intermitentemente

Ni siquiera
en el temblor de los espejos
se repite
mi cuerpo

Siempre somos ya otro cuerpo otros pasos otras danzas o ninguna en esta caminata inmóvil la musculatura tiesa nunca se mudará seremos siempre piel huesos y una larga linterna que profundiza en los mares del sur más allá de lo que se pronuncia nunca pronunciamos la muerte la reencarnación de las sonrisas tiene nombre de profetas con una amplia hendidura entre las palmas

 


 

Algo de lo nuestro
se deshace
por fin
No resiste más a las caídas.
Quizás sea ese el motivo de las arañas y este leopardo que se esconde detrás de mis articulaciones superpobladas del espasmo de una carcajada y el espasmo de una buena noticia y el de una invalidez en la palabra y en el beso

Qué es la permanencia
Qué es la vigilia

La clarividencia
el régimen de un falso
todo en su lugar
se desvanecen
entre las partículas de este jamsín*
y ahora...

Esto no es
ni la siembra
ni el trayecto de las melancolías.
En esta aceleración sin luna y sin parque
alguien
harto de escuchar el viejo tambor
arroja una respuesta

 

* jamsín: en árabe, siroco

 


 

Los transeúntes
de la calle de Jerusalem*
respetan todo lo que sus alforjas se resisten a extinguir ni un bastón nos salvará ni una linterna ni un nogal bien plantado en Galilea ni el manifiesto infundado de todos mis fuegos nada nadie ni el silencio ni un imbécil carnaval nadie nunca nada responde al frío limítrofe ni al invierno obstinado en mi endodermis  cuando y cómo seremos el coro que resiste a esta inmensa invalidez de los ojos de las manos de los juegos del azar cómo convertir en bailarinas a nuestras extremidades fatuas cómo reír hasta los huesos

En la calle Yeffet*
una tímida fealdad
lo que pudo ser un bello color local
es miedo
es baba

Una magnífica incontinencia se abre como un dique
grita
                               desborda
                                                                     no calla la única justificación
mancha todas las paredes
En Yaffo
las paredes
gritan
algo que jamás
se convertirá en primicia

Si una mañana
me encontrara
entre los túneles
con mi nombre
mi suelo
la otra voz.

¿A quién despertaría?

Las celdas contemplativas
me echan un ojo.

Las tentaciones del balcón
Los tentáculos
de todo este final
quebraron la cumbre
antes de anunciar
la pública promesa
La púbica promesa.

Quiero un antídoto
Un antípoda.

Cómo atravesar
esa masa infranqueable
ese gris que se extiende
cada
día
más.

Cómo
cumplir con la ley
y con toda la gravedad.
Piso firme en una tierra que rehuye
Resbalo
Pierdo la cordura
La linterna
El pie

La tierra
aún no me llama

Hace frío

Los campos de la simplicidad
pintan mis pupilas.

Tengo
tanto
frío

Al llegar
al repentino corral
al círculo
insignificante de esta lámpara
a sus 25 WW
a esta polvorienta inmediatez
tengo
frío

 

* calle Yeffet: en Yaffo antigua

 


 

Bat Iam*
como un Ganges de veredas incoloras
acomoda sus adoquines
a las prótesis
a los tambaleos
a la artrosis que deforma las sonrisas
Piso descalza un pasto ceniciento

El cementerio crece
Crece y se ahonda

 

* ciudad al sur de Tel Aviv

 


El acceso al centro equivale a una consagración: a una existencia, ayer profana
e ilusoria le sucede ahora una nueva existencia ahora real, duradera y eficaz.

Mircea Eliade, El mito del eterno retorno

Estoy lejos de mis manos.
Nos separa
el acantilado de un antes y un después.

Una piedra cae
y reverbera en el estanque.

Si Dios se olvida de nosotros
mi casa será
el célebre epicentro

Cómo recupero
el cordón hacia la quietud de la maleza.

             Busco las canciones
             que olvidan este duelo
             entre los rincones de mi casa.

             Busco
             el verdor de las palomas.

             Mi casa
             eterna
             dónde está
             en los mapas rotos
             en el bulevar de los transportes ardientes
             en los relojes sin citas.

             No veo los mapas.
             No veo mi casa viva
             Mi casa se balancea
             a los cuatro vientos.

             Todavía no veo mi casa.