Una manta, un cuenco roto, una sola oración.
Rendido al conocimiento del tono profundo del devenir el peregrino apalea a las nubes y exaspera su materialidad.
Al confundir cena con ración u otra merienda, ordena el tiempo y presenta la inconfundible reclusión de su alma.
De rango en rango el ejemplo de la torpeza propaga la cera de los vitrales.