Tan pronto como el hogar se traslada al pie de la montaña, la pintura intenta describir el recitativo de los muertos. Las estrellas se enquistan en un celebrado país y lo esencial de su muchedumbre transfigura el ejercicio de la majestad.
Junto a la habilidad se promete una absoluta composición de palabras, un servicio de merecimiento y huesos y una tácita particularidad que evalúa lo que está más allá de la soberbia.