Ya casi no duermen las noches y sus hijos remedan lo que pudieran ser los imposibles sueños. Siguen en la renuncia las luchas por extender las labores a la greda y a la quema.
No hay disciplina que produzca anónimas versiones de un arte, sano en lo ilusorio.
La cabellera refleja la aspiración del aforismo: se eleva ayudada por los vientos y luego no sabe dónde descender y de qué manera y dedicación.
Al templar los polvos la sorpresa de un instante se admira de su fallo prontamente endurecido.