La lluvia se atemporaliza demasiado y toca los bordes de la espera.
Metaforiza la espontaneidad al rival de los fuegos en el trabajo. A despecho de la sobrevivencia la inspiración enaltece la rúbrica oficial.
Las vías de la tormenta desembocan en no convencionales descalabros. Más tarde hay que agregar sentidos únicos, alas en rotación y el habla de las centellas que se relacionan entre sí.
Se ofrece en la profundidad un aserto singular y por las ermitas un catálogo de ecos y malos montajes.