La eufonía conlleva el rigor y la marca entusiasta de los labios en su hartazgo. Raramente se pronuncia una vaguedad que no contenga la capacidad de suplir los sonidos.
La garganta o la sugestión o la oreja. En la confluencia de las cuerdas el agrado se hace precario.
A falta de una indicación para los dichos, buenos serán unos versículos al alcance de la mano.