Merced de umbral • Wilfredo Carrizales
XIII

Los travesaños del peligro emplean sus recursos entre tajo y tajo. Se ahueca la tierra y los demonios hacen ejercicio de estómago.

Bajo otras circunstancias un portero contrae esponsales y luego su mujer mezcla lana con vino dulce en el umbral a su merced. ¿El canto de un vano será audible en el mundo resquebrajado de la madera?

En la gota de sudor que resbala de prisa van en pelea un piojo y un grano de comino y la parcialidad levanta un trance para que se desenrede la trama.

Al arrastrar las sombras el hombre se las lleva a la cintura y de ahí a los pantalones. Con candelabro o artificio de sebo contorsiona a la onda del extravío y al laberinto que lo compacta.