Por la piel me cae un sol de tres renglones. Me quito el traje recién comprado para evitar que se manche. En caso de quemadura acudiré a los consejos del Diablo.
Amanecí despellejado, semejante a un botalón. Mis chancletas sufrían por mi desconsuelo. Tomé un revólver y erré el tiro. ¡Maldita sea cuando soy cegato!
Ahora estoy dislocado; omitido; salteado. Ya ni tengo pelos en la lengua; ya ni remolco mis barbas. He demorado demasiado para tomar una decisión: escaparé de mí, porque soy el único peligro evidente.