Merced de umbral • Wilfredo Carrizales
XXVII

Merced de umbral

Un arriate hundido salió en defensa de su castillo. Con abundantes flores podridas le devolvió su desplazado rostro guerrero. Los buitres se enteraron y forraron sus picos con hierbas que fallecían de improviso.

Las estaciones del año cambiaron las estrellas que se suponía las acompañaban. Entre montañas de desechos las sustancias cósmicas se encaprichaban con los malabarismos estacionales. (Un vapor o señal de niebla anunciaba su estilo más usual.)

Del occidente al oriente se levantó un arrebol. Las fachadas de las almenas lucieron guirnaldas para los héroes que nunca surgieron.