Merced de umbral • Wilfredo Carrizales
XXXVI

Los yernos zumbaban alrededor de la tinaja. Se burlaban del suegro que escondido estaba dentro de ella. Él gritaba, gangoso, que lo dejasen conservar sus verduras. La tinaja comenzaba a rajarse, pero nadie entendía las grietas.

Cantó el gallo una madrugada y un vórtice atmosférico atrapó al suegro. La tinaja giró varias veces hasta que volcó. El suegro no quería huir; parecía un tornillo sin fin. Se torció las muñecas y se sintió un alucinado.

Cuando los yernos apercibieron el desastre, el suegro ya estaba comido por los gusanos. Sólo se escuchaba una resonancia visceral.