Merced de umbral • Wilfredo Carrizales
XLII

Las prostitutas se toman demasiadas confianzas con las mezclas de licores y tragan un sorbo hasta que se les embucha el camarón. Los defectos aparecen en medio de tanto esplendor.

Tiempos de ocio disfrutan las pezoneras y gozan de un prestigio muy pocas veces visto. No es angosta, ni escarpada la senda de los placeres. ¡Hasta los ciegos cogen peces!

Una hendidura en la pared nos allega al interior del burdel. Las lámparas se encuentran perdidas, pero los diestros ojos todo lo ven. Por doquier se forjan besos y se expenden caricias. La experiencia es tan extensa que se encuentra, cara a cara, con la lujuria.