Se les silba a los escorpiones y descansan a la sombra de sus colas. Se les conmina a enmendarse y aplastan lo maligno.
¿Cómo no creer en la benevolencia; en la magnanimidad?
Piedad, compasión, dame mi limosna. Me compadezco...
Con mi corazón de roble, con lo negro de él, busco al pordiosero leproso o al bribón y le dono un preparado de cebada. Sé que me denunciará ante las autoridades sanitarias. Pero, ¿qué puedo yo hacer? ¿No me obliga mi espíritu salteador?
Tal vez lo magnánimo sea una flor magnética, especie de magnolia impura creada por Linneo durante una pesadilla.